🎫 | ¡Que me lleve La Muerte si no estás! Historia justificada de una fan

Mariana Uribe
Rockal
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4 min readSep 13, 2019

Alguna vez escribí sobre cómo Monsieur Periné fue lo único que aprendí en el colegio. Las fechas históricas, la tabla del 8 y las fórmulas matemáticas nunca fueron una prioridad, me la pasé, en cambio, bailando y cantando con el uniforme como pollera, al ritmo de Lucho Bermúdez, Totó La Momposina y “La Playa” de Mesié, a los gritos y con mis amigas aturdidas.

Foto: Marcell Cano (@marcellcano) — Festival Cohete 2019

De Monsieur aprendí que somos la mezcla de lo fino — de donde nace el Mesié — y lo “vulgar” que movemos con la cumbia: el Periné.

Aún así cuando Mesié apareció no conocí los cueros, la guacharaca y lo tradicional, esto era más bien una herencia del radio de los abuelos y las clases de cumbia del colegio, lo que sí, es que la banda del swing a la colombiana logró traducir eso que tenía adentro, y con lo que me identificaba, en una pasión.

Monsieur, fue para mi, un engranaje de comprensiones, que aunque en sus letras, en un principio, no representan un sentimiento de “colombianidad”, se sentían como un himno de lo que hasta entonces consideraba mío: la cumbia y el folclor, sensación que hoy no abandono, y que me ha acompañado durante varios años.

Así, llegué a la conclusión de que más que entretenimiento, la música, y en especial la colombiana, que llegó con Monsieur Periné, ha sabido darme compañía y una asociación de emociones que comparto con quienes hoy, privilegiadamente, son mis amigos.

Más que entretenimiento: compañía

Recuerdo que el primer día de clases en la universidad conocí a muchas personas, varias de esas salieron de mi vida o nunca compartí mucho con ellas, entre todas, dos, me han hecho zancadilla y me han llevado por otros rumbos, unos que hoy agradezco y que justo me tienen escribiendo esto. Con ambos compartí una cosa: hablar de música, de Monsieur, como era de esperarse.

Foto: Marcell Cano (@marcellcano) - Festival Cohete 2019

Un corredor, seis de la mañana, muchos desconocidos, y entre esa soledad de estar cerca de gente nueva para uno, la música, que más que para quemar tiempo mientras llegaba una profesora, nos hacía compañía, a mi, y a varios, con los que luego de un rato inicié conversación y terminé encontrando que también escuchaban a mi adorada banda.

Para entonces, contaba con un solo albúm para tararear. Hecho a Mano estuvo ahí, solito, un buen tiempo, lo suficiente como para aprenderme todas las canciones, hasta esas que son en francés -y que suenan terrible en mi francés atropellado-.

Luego vino Caja de Música, con el primer show al que asistí, y en el que junto a ese compañero, ahora amigo, lloré, pensando en todas las veces que aquello que escuchaba en vivo, había sido la banda sonora de mis días, una con swing, afrancesada, y que por entonces, empezaba a sonar a boleros como en “Déjame Vivir”, un poco más de pop y unos interludios fieles al tradicional pasillo y al clarinete, típico de mi abuelo y al sonido de las tardes en el pueblo en el que pasé mi adolescencia.

Foto: Marcell Cano (@marcellcano) — Festival Cohete 2019

En este segundo álbum, la compañía me sirvió para soñar en grande con canciones como “No hace falta”, llorar una tusa con “Déjame vivir”, volver a soñar con “Viejos amores” y verme reflejada en las frases de “Nuestra canción”… casi todas, porque luego llegó Encanto Tropical.

Un fanatismo hecho autobiografía:

El último albúm, lo esperé ansiosa. Reproduje en orden las canciones mientras iba en el metro camino a mi casa, una tarde, luego de la universidad. A la primera ya tenía lágrimas flojas, en palabras, había quedado todo ese sentimiento de representación que venía conmigo desde el 2012.

Un show bellísimo, como siempre, llegó a mi en el Metropolitano en el 2018. Con nada más que las canciones de siempre -y las nuevas que ya me sabía- entre dos parejas, coree y reafirmé, que este fanatismo visceral, más que vísceras y corazón contaba con pies y cabeza, una razón de ser que tenía que ver conmigo y con ese elemento valioso que es la identidad.

Foto: Marcell Cano (@marcellcano) — Festival Cohete 2019

Sola, la mayoría de veces, en formato festival, teatro, sinfónico, en mi ciudad y lejos de ella, he encontrado la compañía que dan las canciones, otras veces, la de los amigos que gritan contigo o te ven llorar en conciertos, pero sobre cualquier otra cosa, he encontrado gran parte de mi, mis raíces y todo aquello que creo, he decidido que me defina en una banda: los cueros de un tambor, la fuerza de una mujer, la colombianidad en las composiciones y las enormes ganas de ver cómo todo esto junto viaja y pone a bailar perinés en todo el mundo.

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Mariana Uribe
Rockal
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Miro, encuentro y escribo historias. También canto, tarareo y lloro las canciones. Lleno muchas libretas y en el tiempo que sobra estudio periodismo.