🎫 | Vulgar y pequeño, el concierto [Crónica]

Texto por: Santiago Jaramillo — Invitado

Rockal
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4 min readSep 25, 2019

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Nicolás y los fumadores

Nada más tienes que asomarte a la esquina de un concierto, para saber a qué tipo de concierto estás yendo. Si el del sábado hubiera sido uno de los grandes, seguramente, al voltear en la esquina nos hubiéramos encontrado con una fila larga, de 70 u 80 personas esperando para entrar al teatro y no hubiéramos escuchado a un par de gringos preguntarle a un grupo de personas que había en la entrada “what is?” Ni a alguien diciendo en la puerta “no conozco a ninguna de las bandas”.

Pero el del sábado, Vulgar, no era un gran concierto, era un pequeño encuentro de bandas locales, bandas de rock indie, que extrañamente se presentan en grandes escenarios y no por falta de talento sino por muchos motivos que todos entendemos sobre la industria musical y cultural. Más allá de cualquier discusión entre lo grande y lo pequeño, lo comercial y lo indie, como es costumbre, toda banda tiene su público y, cómo no, a Vulgar detrás de la música llegaron todo tipo de personas.

En la entrada, por ejemplo, había un grupo de profesores universitarios tomando cerveza y al frente sus respectivos estudiantes, un par de gringos interesados que al final no entraron, una ilustradora reconocida en el contexto local, un puñado de adolescentes con cédulas falsas, un escritor que todavía no alcanza el reconocimiento, la editora de un fanzine, un corrector de estilo, una librera, varios ingenieros de sonido, los integrantes de las bandas que hicieron de músicos y, a su vez, de espectadores en distintos momentos de la noche y otro montoncito de gente que no alcanzaríamos a mencionar.

Durante todo el concierto nadie tuvo que ser levantado en hombros para poder ver los dedos de un guitarrista moverse en las cuerdas de su guitarra o a alguien tocando el bajo o al cantante cantando o al asistente de sonido corriendo por el escenario para tratar de resolver los problemas técnicos. En el concierto el público iba entrando y saliendo como le daba la gana, pues nadie tenía que estar allí porque no había ninguna banda “imperdible” sino que todas tenían algo por mostrar y por comunicar para quien quisiera escucharlo, sin las obligaciones que a veces imponen las bandas reconocidas y las canciones famosas.

Volcán

Antes del eclipse, Ocupante, No hay juventud, Agatha I, Los Malkavian, La veo venir, Volcán, Babelgam, Goli, Nicolás y los fumadores y Margarita siempre viva tocaron sin pretensiones, sin la búsqueda desesperada que tienen quienes quieren encontrar la fama, sino que sin mucho preámbulo, cuando en la agenda aparecía el nombre de la banda, sus integrantes salían del público y empezaban a tocar y ese público del cual hace unos segundos eran parte, ahora escuchaba y con algunos se conectaba y con otros no y entonces algunos preferían salir y esperar a la próxima banda sentados en la acera.

En el escenario, sin embargo, todo seguía pasando, sin importar los que estuvieran adentro o afuera, pues como dice un viejo crítico no solo el público hace la obra de arte. Cuando la música de una banda sonaba, era imposible para algunos sentir que algo resonaba adentro y empezaban a recordar, como acostumbramos a hacer con las canciones, que son pequeñas extensiones del tiempo que nos hacen viajar para recordar los momentos en los que las escuchamos y fuimos felices o lloramos en el pasado.

Goli

De ahí que sobre el sonido melancólico de Goli, alguien dijera “no quise llegar para no llorar con todas las canciones”, o escuchando a Nicolás y los fumadores alguna persona entre el público sintiera que una canción lo transportaba a otro momento y a otro lugar. En un momento un cover de Shakira (para este tipo de cosas extraordinarias se prestan los pequeños conciertos y las pequeñas bandas) movió la noche y el público cantó:

“Se me acaba el argumento y la metodología. Cada vez que se aparece frente a mi tu anatomía, por que este amor ya no entiende de consejos, ni razones. Se alimenta de pretextos y le faltan pantalones…”. — Ciega, Sordomuda.

Y luego, la gente siguió cantando, cantando en su tono de voz, sin que nadie exigiera nada, sin la obligación de gritar o bailar. El público simplemente podía estar ahí, viendo los reflectores caer sobre el escenario mientras escuchaba a quien quería escuchar. Al final de la noche Margarita siempre viva llenó de energía el ambiente con Lentas nubes de fuego y todas sus canciones y quienes quisieron entraron al pogo, se quitaron las camisetas y gritaron lo que quisieron gritar, para terminar ese espectáculo extraño que representan los pequeños conciertos.

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