LA VALQUIRIA

Julio Robles
Rubato Magazine
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3 min readJul 2, 2020

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Por Piero Poggialini

Fotografía cortesía del Teatro Real.

DIE WALKÜRE (LA VALQUIRIA)

Richard Wagner (1813–1883)

Estreno: 26/6/1870 Múnich

Teatro Real Madrid 8/2/2020

Director Musical: Pablo Heras-Casado

Director de escena: Robert Carsen

La primera ópera a la que asistí, fue justo una ópera de Wagner, “Tristán e Isolda”, 1975 en el Teatro Comunal de Bolonia, antes de ser reformado. Yo tenía ya, en edición económica para estudiantes, dos LP de vinilo con oberturas y piezas para sólo orquesta, de varias óperas de Wagner, entre los cuales la maravillosa “Tristán e Isolda”. A mi prima le fue fácil convencerme para entrar: yo tenía mucha curiosidad. La experiencia fue un poco difícil de llevar a cabo, pero me enseñó muchas cosas. Descubrí:

Que el gallinero del Teatro Comunal era increíblemente incómoda.

Que Wagner no tenía el don de la síntesis: la ópera en alemán duró 5 horas.

Que cuando se va a la ópera, para entender algo, hay que ir preparado, o sea, como mínimo haber leído el resumen (o tema, o sinopsis), regla que se necesita para cualquier ópera, de lo contrario se corre el riesgo de distraerse o dormir. Los subtítulos desvían la atención de lo que sucede en el escenario.

Que Wagner, en su ideal artístico de crear “la obra de arte total”, fue un compositor maravilloso, capaz de ofrecer páginas de fascinante lirismo y encantadoras melodías que mantienen al espectador pegado a su butaca, a pesar de las numerosas repeticiones de la partitura y del libreto (que también éste era suyo).

Así como en la ópera italiana del Siglo XIX, Giuseppe Verdi representaba el culmen, elemento central, así también Richard Wagner fue la cumbre y la síntesis del romanticismo alemán.

La Valquiria constituye el primer día después del prólogo “El oro del Rin” de la tetralogía, con tema de leyendas nórdicas, que comprometió Wagner del 1850 al 1876, cuando el Ring, “El anillo del Nibelungo” estuvo representado en su totalidad.

El camino para completar el “Ring” fue largo y difícil. En más de una ocasión Wagner estuvo a punto de renunciar a esta inhumana tarea.

La Valquiria es la ópera de Wagner que probablemente esté más cerca del concepto, presente en la mayor parte de sus obras, de “redención del mal a través del amor y el sacrificio final”, en este caso de la Valquiria Brunilda.

El director de escena Robert Carsen ha interpretado bien este continuo conflicto entre el mal y el bien en los tres actos en los que se desarrolla la ópera.

En el primer acto, con un escenario casi completamente vacío, se evidencia el amor incestuoso pero conmovedor, entre los dos hermanos gemelos, Siegmund y Sieglinde (buena y expresiva interpretación de Elisabeth Strid), acompañado por una magnífica melodía, seguida de un solo del violonchelo que acompaña a Sieglinde.

El segundo acto está ambientado en el gran salón de un palacio que simboliza la Walhalla, la residencia de los dioses, en donde se entrelazan las traiciones, arrogancias, violaciones de la ley, corrupción, básicamente el compendio de la inhumanidad, en que el protagonista es Wotan (un buen bajo, James Rutheford).

El tercer acto representa un frío y vacío escenario, un campo de batalla, donde los cuerpos de los soldados caídos son recogidos por las nueve Valquirias. Aquí la famosa Cabalgata se representa acompañada por una coral de trombones y metales, con un remolino de luces y sonidos que rinde un fuerte efecto final, donde se percibe una realidad ficticia al filtrarla a través de la verdad. El acto se cierra con el sacrificio de Brunilda, que encuentra su humanidad, fascinada por el amor entre Siegmund y Sieglinde; y por esto es castigada por Wotan.

Carsen ha exprimido el máximo esfuerzo para darle fluidez al desarrollo del espectáculo, en medio de aterradores contrastes entre el bien y el mal, entre el amor y el poder.

La orquesta del Teatro Real es excelente, el elemento más importante que unifica toda la Ópera; expresiva en fraseo, en los detalles, dirigida por el Maestro Heras-Casado, convincente y ahora un buen traductor en el Teatro Real de partituras wagnerianas.

En esencia, una Valquiria más que convincente.

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Julio Robles
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