Al fin corrí los 21K del CAF
Había esperado 1 año y 2 meses para correr esta carrera. Había entrenado mucho, mucho. En 2014 quería hacer de este mi primer medio maratón y quería tan sólo que no me sacaran si me tardaba, por lo que la idea era hacer 2 horas 45 minutos.
Ese era mi sueño, pero los sueños evolucionan con nosotros.
Habiendo hecho el año pasado 2 medio maratones (el primero en 2:25 y el segundo en 2:29) mi sueño era hacer el de CAF en 2:15. Muy distante de los 2:45 que me planteé la primera vez…
Entrené duro por 5 meses, me uní a un club de corredores, odié el entrenamiento, gané amigos, gané experiencia, gané consejos que me valieron de mucho, gané velocidad y resistencia. Todo fue ganancia.
Sabía que aspirar a 2:15 era cuesta arriba, era pretencioso, pero no contaba con dos factores: el clima y que me tumbaran en el kilómetro 16.
Al mover el maratón de febrero a abril todos sabíamos que las condiciones climáticas iban a ser diferentes, pero uno sueña, porque bueno, los sueños son gratis. Una vez que comencé a correr y llegué a la Av. San Martín sabía que si no me administraba bien iba a perder porque el calor iba en aumento. Para el kilómetro 12 iba agotada, acalorada, sentía que hervía. Afortunadamente, iba hidratándome, con mis geles y mi sal marina, pero el calor y la humedad “no jugaban carrito”.
En la Av. Victoria, y sin un arbolito, el calor golpeaba con furia. Cuando iba recuperando algo de sombra en la Av. Los Ilustres me tumba una muchacha que estaba más pendiente de hablar con las amigas y no de cómo se atravesaba a los corredores. Caí cuan larga soy, ella no se paró ni a verme. Revisé mis rodillas pues esa era mi pesadilla más grande. Sin daño aparente en ellas, pero sí adolorida y con las manos raspadas y sangrando, me levanté, sacudí, proferí improperios a la desdichada mujer y seguí.
Ese primer kilómetro después de la caída lo hice molesta, adolorida, coja. Traté de sobreponerme y para el 19 sólo pensaba que quería que esto se acabara ya. Quería verme las rodillas, quería curarme mis manos, quería agua fría. Quería mi medalla.
En el kilómetro 20 sentí el infierno de que venía una subida respetable y un largo kilómetro por llegar. Fue eterno.
Faltando 500 metros para llegar, vi a Inés y a José Luis. Eso me animó muchísimo. Ese pedacito se hace como el pasillo de “El resplandor”, se alarga y se alarga y nunca llegas.
A las 2 horas 19 minutos y 23 segundos llegué a la meta. No les voy a mentir no estaba 100% feliz. Yo quería mi 2:15. Me sentí estafada. Con todo y eso di gracias a Dios, recordé a quienes tenía que recordar en ese momento, besé mi medalla, le dije que al fin la tenía y era mía, y lloré…
Luego, estuvimos a 300 metros de la llegada de 42K y me puse a darle ánimo y correr al lado de aquellos que casi tiraban la toalla cuando faltaba tan poco. Eso me llenó muchísimo. Les di el apoyo que yo también he recibido muchas veces. Estábamos esperando que llegara Yube, en su primer maratón, y que estimaba hacerlo en 5 horas. Llegó a las 5 horas con 54 minutos. Corrimos con ella ese trecho hasta que llegó a la meta, feliz de haberlo realizado.
No importa si eres lento o si llegas de último. No importa si no pudiste alcanzar el tiempo que buscabas. Lo importante es que tuviste el coraje de terminar a pesar de todos los obstáculos que pudiste tener en el camino.
Al llegar a casa fui directo a revisar las “heridas de guerra”. Una mano con morados, una mano raspada, rodillas raspadas, una rodilla con morado y un bulto producto del golpe y una uña del pie roja (que seguro se pondrá morada también).
Fue un largo camino y pasé la noche reflexionando lo bueno y aprendiendo de lo malo. Aceptando lo inevitable y buscando la humildad para aceptar que bajé 10 minutos de mi último medio maratón, 5 meses y medio después. Recordando la suerte que tengo de correr.
26 horas después estoy feliz con mi 2:19:23. Adolorida, no tanto por la carrera sino por los golpes que salen al día siguiente, sin embargo, feliz.
Quien diría que cuando me operé las rodillas yo iba a correr medio maratones e iba a exigirme tanto.
Cuantos dijeron que no podría.
¡Que sabroso es demostrarle a la gente que estaban equivocados!