Runner herida, pero no vencida

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8 min readAug 4, 2015

El sábado 04 de julio me levanté, fui por café, volví a mi cuarto, y en un segundo todo cambió. Cuando iba a abrir la ventana me tropecé con la pata de la cama. Lo único que escuché fue un gran ¡CRASH!. Sentí un dolor agudo, no muy profundo, pero el ruido fue suficiente.

Cojeando fui hasta la cocina a decirle a mis papás: “Creo que me fracturé el dedo”. Ellos creían que era una broma. Me devolví al cuarto. Revisé los daños. Ahí me percaté por primera vez que el dedo no estaba en su posición habitual.

Vuelvo a la cocina diciendo: “Creo que me fracturé el dedo”. Mi papá, que es algo sordo me dice que no me había escuchado. Me acompaña al cuarto y ve el dedo. Silencio total.

Decido que puede ser un fuerte golpe, porque la sola idea de pensar que estaba roto era algo que no podía procesar. Levanto el pie para que no se inflame, me buscan una bolsa con hielo. Pasa una hora.

Oh…. ¡el dolor!

Aquí comenzó el dedo a decirme: “Mira mijitica, sí estoy roto y te voy a doler” Poco a poco el dolor fue creciendo exponencialmente, brutalmente. Quise ir a la cocina por agua y fue imposible poner el pie en el piso sin que gritara de dolor. Ok, creo que sí. Creo. Aun no sé.

Reunión familiar en mi cuarto. Pie levantado. Dolor horrible. Negación total.

Luego de unas 4 horas de pensar de donde iba a sacar la plata para la emergencia, tratando de procesar que no iba a poder correr y que mi entrenamiento para el medio maratón del Plazas iba a quedar anulado, rezando todo lo que me sabía, le digo a mis papás que me lleven a la clínica. Como queda cerca fui caminando, porque claro: “No está roto, es sólo un tremendo golpe”. El dolor indescriptible ya en cada paso, ni una sola lágrima se asomaba en mis ojos, es que no podía estar roto, era sólo un tremendo golpe, pero yo aguanto.

Luego de la espera de 2 horas y media, y tras la radiografía, llega el traumatólogo a sentenciarme: “Está roto. Es una fractura desplazada”.

Yo sigo en shock, no pude decir nada, ni las lágrimas salían. El dolor seguía igual. Me habían dado un notolac sublingual pero a estas alturas no la quería, esperaba al doctor primero. Cuando me dijo: “Tengo que halarte el dedo hacia arriba y recolocarlo. Va a doler”. Ahí, ahí me dije: “Coooo, la pastilla que no me tomé”. Se lo dije al médico, se quedó en shock porque no me la había tomado y me dijo: “¿Aguantas?”. Y yo le dije: “¡Claro que sí!”

Dolor. Dolor. ¡Dolor!.

No sabía lo que podía aguantar hasta que ese hombre me recolocó el dedo. La expresión que muchos dirían es que soy muy macha. Mi expresión es que tengo los ovarios bien puestos. ¡Vaya, qué dolor!

Vuelve a sentenciar: “De 3 a 4 semanas de reposo y listo”. Le digo que corro, que entreno, sonríe y me dice que estaré bien. Yo sé que no…

Fueron las dos semanas más dolorosas. Es inaudito cómo un pequeño dedo puede doler tanto. Ni acostada, ni dormida, ni de lado, ni con hielo, ni con ibuprofeno, ni sentada, ni con el pie en alto. Con NADA se quitaba el dolor.

Eso sí, cojeando y todo he podido ir a la cocina, la sala, el baño. Bañarme ha sido una tortura. Y el miedo a que cualquier cosa me golpee el dedo es algo que debo aprender a minimizar. Ese miedo es horrible.

Eso sí, decidí tomármelo con filosofía y soda porque si me amargaba no solucionaba nada, así que como se iba a poner morado, aproveché y hasta me cambié el color del esmalte.

Luego de 17 días, de repente sentí que no sentía nada. Aparte del hormigueo que le ha hecho compañía al dolor. NADA. Pasaron las horas, y dolía sólo si intentaba levantar el pie, como en puntillas, o al ponerme la media o ponerme el zapato. Sí, porque tengo que tener zapato cerrado en todo este proceso.

El día 19 hice mis primeros 45 minutos en elíptica. Nada doloroso por la forma en la que el pie se apoya, pero incómodo porque ese pie no lo levantaba para evitar el dolor. Sin embargo, me sentí muy bien. Estuve haciendo lo que podía de yoga, sobre todo de brazos, porque si no hacía algo enloquecía. Aproveché para leer dos libros y medio, estudiar un curso en línea, meditar, reordenar prioridades, conocer a los verdaderos amigos que todos los días me escribían por whatsapp, organizar una clases que tenía pendientes. Dentro de lo que el dolor me dejó me enfoqué en eso y maté el tiempo, aunque el dolor de espaldas y nalgas no me dejara tranquila por estar mucho tiempo sentada o acostada.

De seguir así debería estar de alta para el día 31. Es decir, casi un mes inhabilitada por una cama, un golpe, un dedito. O eso creía yo…

Día 23. No había contado que el día de la emergencia ni el doctor de guardia ni las enfermeras me hicieron caso en nada. Para ellos, el que yo entrara cojeando y con esa cara de dolor no era gran cosa. Como no estaba para reclamos, dejé que todo siguiera su curso. Igual tuve que cojear desde la entrada de la clínica hasta la emergencia, de la emergencia a rayos X, ni siquiera el de rayos X me dio una silla de ruedas. En ese punto sí me molesté y me senté en una que estaba cerca de la puerta. Igual caminé y al salir el radiológo me dijo que “si yo quería” me llevaba en la silla. (Ay, qué amable, ¿verdad?) De resto, nunca una toma de tensión, una vía, una mano para decir: “Mijitica, ¿te duele aquí?”. A mí sólo me tocó el radiólogo para tomar la radiografía y el médico traumatólogo para colocarme el teipe. ¡Más nada!

La factura y las radiografías estarían listas entre 3 y 5 días hábiles. Cuando las fueron a buscar y las tuve en mis manos fue cuando mi molestia salió a flote.

En la factura me cobraban por la atención del médico de guardia (no el traumatólogo), se suponía que él me hizo: toma de tensión, exámen físico (cabeza, abdomen, faringe, cuello, tórax, toma de vías) NADA de eso me realizaron. Igual lo indicaba el informe. Es decir, me estaban cobrando opr algo que nunca me hicieron.

Apenas pude medio caminar (a la semana) fui a poner la queja. La directora médica no estaba muy convencida. La vi renuente, pero tomó la queja. Quedó en que vería el video de ese día y hora y me llamaría al día siguiente.

Se cumplieron dos semanas de ese día. A quien delegó para que me llamara nunca lo hizo, pero esta vez, cuando regresé, su actitud fue otra. Había visto el video…

No sabía cómo expresarme su vergüenza y molestia por el maltrato que recibí. Yo le dije que ni siquiera me habían tratado, ella lo consideró maltrato, y en cierto modo es verdad.

Agradezco que aun quede gente honesta y empática, que sepa que las quejas se hacen para mejorar un producto o servicio. Así lo tomó ella y la junta directiva. Incluso hubo reintegro de dinero por no haberme tratado como se debe en una clínica, en una emergencia.

Al salir de allí entre el dolor que aun continuaba y el no saber cuándo estaría de alta me quebré. A veces los fuertes también nos doblamos. La filosofía con soda me duró 23 días. Lloré mucho porque de a ratos siento que retrocedo en vez de avanzar. Lloré por mil cosas.

El día 24 volvió la filosofía con un toque de soda para poder seguir esperando dentro de esta locura.

Hoy cumplo justo 1 mes en que me fracturé el dedo. Hoy justamente volví al parque para ver cómo estaba y qué podía hacer. Iba aterrada. La verdad , no pensé que me iría tan bien. Hice 6K en 50 minutos, entre correr y caminar. No sentía dolor, molestia un poco, por el zapato apretado, pero el dolor que creí que podía sentir no estuvo.

Aun siento que no estoy al 100%. Sí duele cuando camino, extrañamente no cuando corrí. Qué triste cómo se pierden las condiciones en tan poco tiempo. Lo de correr pues, lo imaginaba, pero no contaba con los calambres que me atacaron.

Sigo haciendo los ejercicios de rehabilitación que me mandaron. Otra cosa con la que no contaba, es que ese dedo, que ahora se llama “Buzz Lighyear” porque le doctor me lo dejó en una posición mirando al infinito y más allá (no como había estado toda mi vida), apenas se mueve. Es un gordito flojo y perezoso que necesita kilos de ayuda para medio moverse. El siemple hecho de tratar de arrastrar una toalla con los dedos (parte de los ejercicios) es una tarea titánica. Y sí, duele al hacerlo, pero toca.

Al final de mi regreso sonreí pensando en que volví a 2012/2013. Sonreí pensando que mientras esté viva puede volver a comenzar siempre, ese “lujo” no lo tienen muchos. Sonreí y me sentí bendecida de estar en el parque de nuevo, de volver a tener esas sensaciones de novata, pero con una perspectiva distinta. No hay apuro, voy poco a poco, pero voy.

Sonrío y me siento agradecida porque este mes aprendí muchas cosas, de mí, de otros. De que con actitud se puede todo, de que con buenos amigos (Luis de mi alma, te quiero más que a la arepa) cualquier dolor es pasajero. Que todo pasa y que volver a comenzar puede enseñarnos muchas cosas.

Siempre lo he dicho, no sé cuánto tiempo correré, pero mientras puedo me sentiré siempre agradecida, y ahora mucho más.

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Una bloguera y publicista que trabaja en Social Media, que curiosea para aprender y descubrió una nueva pasión: Correr