La calle Laurel a su paso por Baton Rouge.

Gracias, señor Graham

José Luis García Íñiguez
Ruta16
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4 min readOct 27, 2016

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Brigid, la chica que odia a Trump, me dijo que si quería conocer la auténtica Nueva Orleans tenía que salir por Bywater. Excelente: me alojaba en Bywater. Me dio la dirección de un bar. Aún más excelente: me alojaba a una manzana de él. Así que después de escribir, me fui al Bud Rips, un pub absolutamente hipster en el que terminé hablando con los menos hipsters. Nicholas y Thomas, dos señores por encima de los 60 años. Nicholas, de Florida, lleva más de una década en Nueva Orleans. Chapurrea español, porque estuvo trabajando en México. “Pero en León, Guanajuato, todo el mundo a mi alrededor hablaba inglés, así que aprendí poco el idioma”, cuenta mientras se ríe.

Thomas es inglés de Halifax, cerca de Leeds. “Aunque llevo 40 años en Estados Unidos”. Aunque no ha perdido ese rictus tan británico, ese aire ligeramente estirado. “Si gana Trump, igual no te vuelven a dejar entrar porque eres español”, bromea. A Thomas, evidentemente, no hay que responderle con “Spain, Europe” cuando pregunta de dónde soy. Tampoco a Nicholas. “Mi padre era griego”. Me cuenta que quiere ir el año que viene a Cuba. Le gusta viajar y es crítico con su país: “Está lleno de ignorantes, de personas que creen que eres mexicano cuando les dices que eres español. Lo creerán la mayoría, porque aquí nadie sabe de nada, es triste”.

El estadounidense Nicholas habla un inglés más abierto que el británico Thomas, se le entiende mejor. Pero al de Halifax se le capta el chiste: “Si gana Trump igual se pone a construir un muro en el océano para que no vengáis, porque le da igual España que México, no conoce nada”. Thomas se despide porque tiene un compromiso familiar. Me quedo charlando un poco más con Nicholas, que está entusiasmado con mi ruta. “Es un país enorme y muy bonito, vas a disfrutar”. Me da su tarjeta de visita, es agente inmobiliario. Se ofrece para ayudarme, le llame desde donde le llame.

Cerveza en el Bud Rips. Brigid invitó a la primera y me cobró 2$ por la segunda.

Despierto desde las cinco de la mañana, el cuerpo está aún acostumbrándose a este huso horario, salgo a primera hora hacia Baton Rouge. La Interestatal 10 discurre en Louisiana rodeada de vegetación. Recuerda a menudo, claro, a los paisajes de la primera temporada de True Detective. Había olvidado lo cómodo y bien que se conduce en Estados Unidos. Aunque a veces me adelanten hasta los camiones. Normal, en mi cabeza resuena el consejo de Javier del Pino: “No te pases los límites de velocidad, puedes tener un problema serio que te arruina el viaje”.

Paro por el camino porque apenas he desayunado y ruge el estómago. Popeyes, comida de Louisiana. Comida rápida de Louisiana. Cuando escriba un post sobre gastronomía, que lo haré, no olvidaré destrozar este restaurante. Llego a Baton Rouge y me dirijo al barrio español. Resulta que hicimos historia aquí. Estoy parado en un cruce, alzo la vista y encuentro un cartel: Laurel St. Para un logroñés, encontrar otra calle Laurel es siempre motivo de nostalgia. Pero no hay bares. Tampoco hay gente. Será una tónica en Baton Rouge. Doy un paseo por los capitolios, el nuevo y el antiguo. “No hay mucho más para ver allí”, coincidieron Nicholas y Thomas.

La decisión: seguridad o curiosidad

Hace un sol de justicia y no he traído pantalones cortos. Error. Me estoy asando. Doy otra vuelta y, antes de irme a lo loco, prefiero informarme sobre la conveniencia de que un blanco, extranjero y solitario visite el lugar en el que la policía mató a Alton Sterling. Uno de los recientes casos más sonados de muertes de afroamericanos a manos de la policía, provocó multitudinarias protestas. Junto al capitolio antiguo saludo a John, es blanco y rubio, de unos 35 años. Viste camisa y pantalones chinos. “Puf”, suspira cuando le pregunto. “Por el día es posible que no te pase nada… Por la noche no iría, seguro. La verdad es que nunca he ido a esa zona, no tendría por qué pasarte nada si es por el día”. John me cuenta además que no le gusta Trump. “Pero voy a votarle. Es una decisión difícil, porque no me gusta nada… Pero soy republicano”.

No me quedo tranquilo con su opinión sobre mi posible visita. Me cruzo con una policía afroamericana. Eso no quiere decir nada, porque los policías afroamericanos también se ven envueltos en tiroteos que acaban con la vida de otros negros. “No vayas, no es seguro. No si vas solo, solo si vas acompañado de un grupo de gente”. Pongo por delante mi seguridad a mi curiosidad por lo que no deja de ser un lugar, pese a su carga simbólica.

Termino en un centro comercial comprando unos pantalones cortos. Cuando vuelvo al coche, encuentro en el parabrisas un pasquín de un candidato al Congreso por el distrito 6 de Louisiana. Se llama Devin Lance Graham, es independiente pero está más cerca de los republicanos que de los demócratas. Y es el primer síntoma que veo en Louisiana de que hay elecciones en menos de dos semanas. Gracias por eso, señor Graham.

De Baton Rouge conduzco hasta McComb, en Mississippi, para hacer noche. Pero ya es otro estado, es otra historia…

El pasquín del señor Graham.

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José Luis García Íñiguez
Ruta16
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Periodista. Nací en la prensa, crecí en la radio y ahora trabajo en la tele. Riojano sin viñas.