El elefante blanco de Joseon

J Paulo Péreztejada
Sacho Corea
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4 min readJun 10, 2020
Elefantes de cerámica exhibidos en el Museo Nacional de Historia de Corea del Sur

Por Robert Neff

El 22 de febrero de 1411, llegó al reino de Joseon* un exótico regalo desde Japón. Era un elefante, el primero en la península de Corea. Obviamente, el animal despertó un gran interés en la capital. La gente se peleaba para tener la oportunidad de ver a esta maravillosa criatura. Pero no todos quedaron tan impresionados. En diciembre de 1412, el exfuncionario de la corte Lee Woo visitó el lugar donde guardaban la gigantezca bestia. Este se burló de su horripilancia, le escupió y lo insultó. El elefante reaccionó de mala manera y lo pisoteó hasta la muerte.

A principios de 1413, el Ministro de Guerra Yu Jeong-hyeon solicitó al rey que castigara al elefante por la muerte de Lee. Arguyó que la bestia carecía de valor para el país, que comía demasiado y que era peligrosa. Ya había atacado a dos personas: a Lee y a otro individuo sin identificar. La pena de muerte sería el castigo más apropiado para un humano, argumentó, pero tal vez el exilio a una isla distante sería algo más apropiado para un elefante.

Sin duda el elefante tenía un gran apetito y no era más que una novedad, pero ¿por qué había matado a Lee? Quizás sus gritos y gestos salvajes asustaron al pobre animal, que reaccionó a la defensiva. Sin embargo, el elefante ya contaba con un oscuro pasado criminal.

En junio de 1408, un barco occidental naufragó en el shogunato Ashikaga de Japón, posiblemente debido a una tormenta. A bordo había varios animales, incluido un elefante del sudeste asiático. El elefante fue entregado de inmediato al sogún Ashikaga Yoshimochi, cuyo padre acababa de morir unas semanas antes. Este fue el primer elefante en pisar Japón y al principio fue recibido con gran alaraca. Sin embargo, al poco tiempo empezó a ser odiado por todos los problemas que ocasinó. Tenía un apetito enorme y un carácter desagradable que mostró al pisotear a uno de sus manipuladores. Cuando el sogún tuvo que enviar un regalo a Corea (en agradecimiento por proporcionar una copia de un importante canon budista), le sugirieron el elefante de inmediato.

El rey Taejo, sin embargo, no parecía saber de la historia del elefante y se compadeció de este animal. Ordenó que lo desterraran a una isla frente a la costa de la provincia de Jeolla del Sur, donde debía ser bien cuidado.

Durante varios años, el elefante vivió en la isla sin mucha suerte. El 3 de mayo de 1414, el gobernador de Jeolla informó que la hierba y la vegetación no se adaptaban al paquidermo, que cada día estaba más demacrado y enfermo. También le faltaba afecto: derramaba lágrimas cada vez que estaba cerca de un humano.

El rey se conmovió y ordenó que transportaran al elefante de regreso a la península (en el área de Jeolla). Desafortunadamente, no he podido encontrar ningún registro que describa cómo se trasladó al elefante de un lugar a otro. Uno puede imaginar que no fue fácil cargarlo a bordo de un trasto coreano y, seguramente, causó un gran revuelo a los pueblos donde llegó cuando lo transportaron del puerto a los pastizales.

Como en otros lugares, la curiosidad de la población local por el elefante pronto fue reemplazada por animadversión, causada principalmente por su gran apetito y mal genio. En 1420, el gobernador solicitó al gobierno de Joseon que rotara el cuidado del animal entre las provincias de Chungcheong, Gyeongsang y Jeolla. El rey estuvo de acuerdo.

No está claro cuándo, pero poco después el elefante fue trasladado a Gongju en la región de Chungcheong donde, una vez más, la novedad de su llegada fue reemplazada por un aluvión de quejas. En 1421, el gobernador informó al rey que la inservible criatura comía más de 10 veces las raciones de cualquier otro animal y había demostrado nuevamente su temperamento asesino al matar a otro controlador.

El rey, que aún simpatizaba con el elefante, ordenó que se escogiera un pastizal seguro para criar a la gran bestia, que se le tratara con amabilidad y se le alimentara bien. Desafortunadamente, lo que pasó con el elefante no está claro después ya que no existen más registros de lo sucedido. Tal vez murió por causas naturales, o por hambre, o por falta de afecto.

Puede que nunca se conozca el verdadero color del elefante (probablemente era gris o marrón) pero, al menos para Joseon, era un elefante blanco: un regalo inútil, problemático, honeroso y difícil de eliminar.

Robert Neff es un historiador y escritor independiente. Texto original publicado en Korea Times.

*N. del T. Joseon era el nombre de la dinastía que reinó en la península de Corea de 1392 a 1897.

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J Paulo Péreztejada
Sacho Corea

(Veracruz, 1988) Estudió lingüística en la ENAH. Escribe, traduce, programa, juega ajedrez y se mueve en bicicleta.