Fiel a mis vicios

Manuel Páucar González
Scrambled Eggs
Published in
3 min readJan 11, 2015

Vivo convencido de que en esta vida hay que probar de todos los placeres disponibles, para así poder cultivar aquellos que más nos agraden. No obstante, del goce al vicio hay sólo un paso. De ahí a la adicción son dos pasitos más. No estoy escribiendo nada nuevo, y espero me perdonen el andar trillando mis palabras lloviendo sobre mojado, cuando en realidad quiero hacer un caso acerca de cómo cultivar un vicio saludable.

¿Por qué un vicio puede llegar a ser saludable? ¿No es acaso una contradicción?

Permítanme -entonces-, unas líneas para explicar mi verdad ilógica. De tal manera, quizá logre hacer un poco de sentido a tanta represión a la que estamos sujetos en esta vida tan moderna que sataniza la auto-indulgencia.

Recuerdo que me pasé una temporada de más de un año sin fumar ni beber. Aunque quise engañarme a mí mismo diciéndome que así viviría muchos más años en mens sana in corpore sano, realmente me di cuenta de que la calidad de esa vida no era lo que yo buscaba.

Me gusta fumar, me dije.
Me gusta beber, continué.
Entonces, ¿por qué no hacerlo?, concluí.

El beber y fumar con moderación es una estrategia truculenta que jamás hace que logremos llegar a buen puerto. ¿Dónde se erigen las murallas que delimitan la moderación con el exceso? ¿A partir de cuántos tragos se puede llamar excesiva una libación? No existe una fórmula exacta, y la abstinencia tampoco es una solución.

Creo haber logrado -no obstante-, una receta para llegar a aquello que se llama goce del vicio, sin que éste llegue a ser contraproducente. Es una verdad sencilla que algunos olvidamos en esta existencia llena de culpables y culpabilidades: aceptar que nos gusta algo que nos causa placer, sin importar lo dañino que ésta podría sernos, o lo mal visto que sea por otras personas. Si no le hacemos daño a nadie, mejor. Luego está el de hacer dicha actividad siempre y cuando la estamos disfrutando. Es decir, hacerla mientras nos cause placer. En el momento en que ya no siento gusto, en que se convierte en ansiedad, ahí decido que tengo que dejar de hacerlo, cortando por lo sano aunque joda al principio.

Así es como aprendí que me gusta fumar, y es así que supe que una cajetilla de veinte cigarrillos bien saboreados es suficiente para 10 días. Así me enteré de qué vinos son los que más me gustan, sin necesidad de buscarme una ebriedad barata. Así comprobé que el sexo es genial si es tántrico e interminable. Así conocí que comer y cocinar son parte de un mismo placer.

Lo importante de disfrutar de un vicio sanamente radica en gozarlo todo de una manera activa, y no esperar pasivamente a ser víctimas de su efecto. Si te gusta la marihuana, en vez de usarla para atontarte en un viaje sin sentido, es mejor combinarla con una sesión de sexo, o de una genial caminata por la ciudad. Si te agrada beber, es mejor acompañarla de una amenísima conversación, que libar suicidamente en un bar de mala muerte.

Es así cómo me gusta saborear la vida; como si fuese un largo e inagotable vicio donde yo soy quien dicto mis límites. Ahí tan sólo me dedico a explorar sus infinitas variedades e intensidades de placer, sin culpa alguna.

Originally published at eggscrambler.blogspot.com on August 18, 2018.

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Manuel Páucar González
Scrambled Eggs

En este camino de ida, voy empecinadamente de a pie. Siempre termino recalando en estaciones intermedias. Ahí descanso, me tomo una cerveza; escribo.