Un tantrazo bien puesto

Manuel Páucar González
Scrambled Eggs
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2 min readJan 12, 2015

Yo no creía en esas cosas. Honestamente. Nada. Cero. Yo era uno de los seres más descreídos en cuanto se refería a proezas sexuales y encuentros espirituales. Para mí, lo más espirituoso eran los licores; y las mayores hazañas se lograban luego de beber lo suficiente para obnubilar distensiones, pero no para opacar virilidades.

Pero nada me preparó para el tantra.

Una vez, una amiga me envió un artículo acerca de cómo se podía retardar la eyaculación mediante ejercicios de respiración durante el coito. Justo pensé en que sería una magnífica manera de comprobarlo con mi pareja de turno, así que me los aprendí. Al momendo de aplicarlos, no obstante, sucedió el primero de muchos milagros.

Estábamos en pleno ir y venir, en un metisaca bien rítmico y respirado, cuando de pronto sentí un latigazo de energía eléctrica desde la base de mi pelvis, que atravezó toda mi espina vertebral hasta el cerebro. Ahí todo se iluminó, y me llené de una luz interior, y una paz increíble, indecible, improbable, interminable. Pero seguía bombeándole a mi pareja, y ella seguía gozando, y yo no eyaculaba porque no eyaculaba; y volví a tener ese latigazo varias veces más.

Luego me contaron que ésos eran orgasmos revertidos, y que la luz era una manifestación de Kundalini. ¿Kunda… qué? ¿Me están bromeando?

Pero la cosa iba en serio, y mientras más practicaba con mis parejas de turno, más me convencía a mí mismo que esto no era normal; que cada chispazo de energía tenía mucho que ver con un orden más allá de lo evidente y de lo mortal. En cada coito, duraba y duraba una… dos… tres… cuatro… y más horas seguidas, para terror de algunas, y obsesión de otras.

No era normal, porque no era normal; pero ya no importaba. Usé y abusé del tantra irresponsablemente, hasta que descubrí que podía convocar esa misma energía sin necesidad del sexo. Sólo se necesitaba practicar meditación, centrarse en sí mismo, y dejar que ésta aflorara sola. Lo logré varias veces más, y aprendí a darle su lugar justo al ritual de hacer el amor.

Ahora que soy un poco más creyente, y un poco menos descreído, utilizo mis tantrazos lo más responsablemente posible. Cada ritual conlleva una comunión con la energía cósmica de la creación, con el universo mismo. Sí, sé que suena descabellado, pero hay veces en que uno se debe poner serio, aunque no lo parezca.

Originally published at eggscrambler.blogspot.com on September 24, 2015.

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Manuel Páucar González
Scrambled Eggs

En este camino de ida, voy empecinadamente de a pie. Siempre termino recalando en estaciones intermedias. Ahí descanso, me tomo una cerveza; escribo.