Prepárense para lo peor o actúen… ¡Ahora!

Autores: Liv Tørres y Sharan Burrow | 9 de abril de 2020

UN Photo / Evan Schneider

Anna, en Texas, perdió su empleo en la cafetería del hotel donde trabajaba. Su prometido también fue despedido, y su hija de 19 años está ayudando a pagar las facturas. Mientras tanto, en Sudáfrica, Bornwell (un zimbabuense) acaba de perder sus ingresos del restaurante que había logrado construir después de 12 años en el país. Él, al igual que millones de personas, no tiene ninguna otra opción porque es extranjero. En Noruega, donde la legislación de emergencia ahora requiere sólo dos días de aviso, Christin fue despedida cuando su gimnasio cerró. En el Reino Unido, la legislación de emergencia no fue necesaria para que los empleadores hicieran lo mismo con un Tom, Rob o Rebecca. Tampoco en Italia se requiere una normativa especial para despedir a un Luigi, Umberto o Vanessa. Ni en Irán, donde un Ahmed o Mohamed fueron suspendidos. Hay millones de estos ejemplos… en todo el mundo.

“No es mi problema”, puede usted pensar, si vive con un salario del gobierno, una beca de investigación o un acuerdo corporativo de alto nivel. Sin embargo, pronto se le recordará lo frágil que es el terreno que todos pisamos cuando la actual crisis mundial se ha transformado en una escalada masiva de desigualdad y nuevas pandemias de polarización política, conflictos y violencia exploten en todo el mundo. Porque millones de personas sin sueldo no van a quedarse sentadas tranquilamente, viendo cómo las élites — que ignoraron las señales de advertencia de esta crisis — siguen disfrutando de sus estilos de vida decadentes. Prepárense para lo peor o actúen ahora. Nunca ha sido tan evidente la verdad de que solo somos tan fuertes como el eslabón más débil de la cadena. Porque si alguna parte de la cadena está infectada con el coronavirus, pronto lo estaremos todos.

El desempleo se está disparando globalmente. Las interrupciones en la producción, inicialmente en Asia, se han extendido a las cadenas de suministro en todo el mundo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), todas las empresas se enfrentan a desafíos. Las estimaciones iniciales de la OIT (a mediados de marzo) establecen que el desempleo aumentará debido al virus entre 5,3 y 24,7 millones de personas en todo el mundo, desde una base de 188 millones de desempleados en 2019. Esto puede resultar ser una subestimación significativa a medida que la escala de la crisis crece. En general, la OIT estima que las pérdidas de ingresos laborales oscilan entre 860.000 millones y 3,4 billones de dólares. Las cifras de trabajadores empobrecidos, que es solo una forma más agradable de decir que la gente trabaja por salarios de pobreza o miseria, aumentarán probablemente de manera significativa para entre 20 y 35 millones de personas. Si piensa que esto únicamente sucederá en los países en desarrollo, está equivocado.

Aunque las cifras en los países en desarrollo serán enormes, una parte sustancial del aumento del desempleo y el subempleo se producirá en los países de altos ingresos. En Noruega, el paro se ha duplicado, es el más alto desde la Segunda Guerra Mundial. En Sudáfrica, un país con los niveles más altos de desigualdad del mundo y con más de la mitad de la fuerza de trabajo en situación de desempleo o subempleo antes de la crisis, al menos 1,5 millones de puestos de trabajo están en peligro y más de tres millones de trabajadores del sector informal se ven obligados a quedarse en casa, sin recibir los beneficios del desempleo. Un récord de 6,6 millones de estadounidenses solicitaron el desempleo a principios de abril, lo que refleja el mayor salto en nuevas solicitudes de desempleo en la historia de Estados Unidos. Todos los países se verán afectados.

Rehuir el problema, ocultar las cifras o esperar para actuar es el enfoque equivocado. Lo correcto es dar un paso adelante, asumir la responsabilidad, hacer políticas y proporcionar paquetes que aborden los problemas. Estas medidas deben tomarse ahora a menos que queramos hacer que la pandemia sea más difícil de manejar y al mismo tiempo aumentar la probabilidad de que surjan nuevas crisis a partir de ella. La Confederación Sindical Internacional (CIS) ha identificado varias medidas constructivas adoptadas en todo el mundo. Los gobiernos están estableciendo políticas de bajas por enfermedad remuneradas, de apoyo a los salarios y a los ingresos, incluso para los trabajadores autónomos y los de la gig-economy (economía de los encargos o bajo demanda), así como medidas de alivio de los préstamos y de mejora de la salud pública. Sin embargo, con demasiada frecuencia las demoras en la recepción de los salarios o el apoyo a los ingresos están causando dificultades y estrés indebidos a las familias.

China ordenó a los empleadores que garantizaran la baja por enfermedad remunerada a todos los que estuvieran en cuarentena o bajo observación médica. En el Reino Unido, la paga por enfermedad es ahora aplicable desde el primer día. Muchos bancos centrales recortan los tipos de interés para ayudar tanto a las empresas como a las personas que tienen dificultades con las hipotecas. Irlanda, Singapur y Corea del Sur han puesto a disposición de los trabajadores autónomos pagas y bajas por enfermedad. También se ha anunciado apoyo financiero a sectores específicos en muchos países, y en algunos se han organizado transferencias de efectivo. En Hong Kong, China, por ejemplo, los residentes adultos recibirán una transferencia de efectivo única de 1280 dólares, y en los Estados Unidos se emitirán cheques por valor de 1200 dólares a adultos solteros que ganen 75000 dólares al año o menos. ¿Pero qué pasa cuando se gasta el cheque?

Las recomendaciones de la OIT subrayan la necesidad inmediata de dar prioridad a la protección de la salud de los trabajadores, al tiempo que enfatizan el requerimiento de realizar también esfuerzos políticos oportunos, a gran escala y coordinados, para proporcionar apoyo al empleo y a los ingresos. Los más vulnerables no son los dirigentes de las empresas con salarios altos, sino la fuerza de trabajo con salarios bajos que, por cierto, son a menudo los grupos de los que dependemos para la prestación de nuestros servicios de salud, suministro de alimentos, entregas y servicios públicos. Este no es el momento de despedir a los trabajadores o de enviarlos a casa con una baja “voluntaria” no remunerada. ¿Por qué debería permitirse a las organizaciones que viven de la financiación del gobierno enviar a los trabajadores con baja no remunerada mientras mantienen sus subsidios? ¿Por qué los gobiernos deberían ayudar a las empresas con enormes paquetes de apoyo si simultáneamente suspenden a su fuerza de trabajo y/o pagan enormes salarios a los líderes corporativos o accionistas? ¿Por qué los paquetes de ayuda económica deben seguir basándose en la teoría del “goteo”, si nada de esta ayuda goteando, ni a corto ni a largo plazo? Esta fue la principal metodología de la crisis financiera de 2008, que tuvo un enorme efecto sobre la desigualdad y fue seguida por una drástica polarización política y mucha ira.

Este es el momento de extender la protección social a todos. A corto plazo, la protección de los trabajadores de la salud es crítica. A mediano plazo, necesitamos préstamos y apoyo financiero a sectores específicos, pero nuevamente implementados a través de un enfoque de redistribución. A corto, medio y largo plazo necesitamos paquetes negociados entre el Estado, los empleadores y los sindicatos, con un llamamiento simultáneo a estos dos últimos para asegurar que sean representativos y apoyen la creación de organizaciones fuertes. Porque necesitaremos la sociedad civil y unas instituciones democráticas fuertes en el periodo que tenemos por delante.

La esperanza de que esto sea sólo una crisis a corto plazo está disminuyendo. El peor escenario probable es que tengamos decenas de millones de personas recién desempleadas, subempleadas y trabajadores empobrecidos entre nosotros después de la crisis. Es probable que estén más expuestos a la crisis de salud, simplemente porque no tienen dinero para pagar las pruebas, el equipo médico o de protección, o porque sus comunidades no tienen la infraestructura sanitaria. También se enfrentarán a un nuevo conjunto de luchas financieras y riesgos para la salud, combinados con cicatrices emocionales de meses de aislamiento y dolor, así como a una creciente desesperación, frustración e ira. Las revoluciones han surgido de menos.

Necesitamos solidaridad y coordinación global a mayor escala, igual a la respuesta después de la Segunda Guerra Mundial. Debe comenzar con un fondo mundial de protección social destinado a los países más pobres. La atención sanitaria gratuita, el apoyo a los ingresos, los alimentos y el agua deben ser el núcleo de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, incluido el de poner fin a la pobreza en todas sus formas en todas partes, y garantizar una vida sana y promover el bienestar de todos, a todas las edades. Los líderes tienen ahora una opción: distribuir paquetes desde arriba o estimular la economía desde abajo. Aprendamos de los errores de la crisis financiera de 2008 y evitemos sus consecuencias desastrosas, asegurándonos de que esta vez la transición de la crisis y la reconstrucción se generen de abajo hacia arriba.

Asegurémonos de distribuir primero paquetes de emergencia a los más vulnerables, no sólo porque son los que más lo necesitan, sino porque los países que históricamente han seguido esos caminos han hecho en general una transición más eficaz al poner en marcha de nuevo su crecimiento y desarrollo económicos con mayor rapidez. Debemos sentar las bases de un nuevo contrato social para garantizar que el objetivo mundial del trabajo decente y el crecimiento económico inclusivo y sostenible, así como el pleno empleo, se sitúen en el centro de un esfuerzo de recuperación sostenible que también tenga en cuenta la emergencia climática que seguimos enfrentando. Los planes para lo que tenemos que hacer — como se establece en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 — están listos y esperando.

Así que prepárense para lo peor… o actúen. ¡Ahora!

(Traducción al español del artículo originalmente publicado en Mail & Guardian — 9 de abril de 2020)

Liv Tørres es la directora de los Pioneros para Sociedades Pacíficas, Justas e Inclusivas, acogido por el Centro de Cooperación Internacional de la Universidad de Nueva York; y Sharan Burrow es la secretaria general de la Confederación Internacional de Sindicatos

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