¿Pero cómo va a ser fake news si dice exactamente lo que pienso?
Hay poca novedad en un análisis sobre las Fake News y su influencia sobre la opinión pública, sobre la agenda política o sobre los temas de conversación a la hora de once en casa.
Llevamos tiempo hablando de esto, solo que bajo otro nombre. En su momento entretenían a grandes y chicos por medio de chismes de farándula, entretenimiento deportivo (muy ligado a la farándula), rumores amorosos o capuchas del barrio que la vecina le contaba al señor del negocio de la esquina.
Nada nuevo bajo el sol. Lo nuevo es que, aunque sabemos que las fake news son nefastas y generan problemas en la sociedad, y que además nos hemos pasado las últimas semanas viendo como distintas autoridades de gobierno, de oposición y medios de comunicación se han empeñado en una campaña educacional para evitar que la gente caiga en fake news, no solo seguimos cayendo en ellas, sino que ahora todo lo que no se parece a lo que yo creo, es una fake news.
Y ya no solo se trata de evitar creer cosas falsas, ahora también se trata de desacreditar a los demás diciéndoles que sus dichos son fake news. Ese es el argumento para rebatir: lo que dices es falso.
Y claro, eso suena mucho mejor que decirles que no estoy de acuerdo y luego construir un argumento para sostener mis ideas. Es más simple (y de moda) decir que es mentira y ahora el problema es tuyo, porque tienes que justificar que lo que dices es verdad, aunque sea verdad.
Hace unos días en Twitter vi un meme decía “¿Pero cómo va a ser fake news si dice exactamente lo que pienso?”. Justamente ese es el punto. No la fuente de información, no si fue verificada o no. El problema es que no puede ser falso si dice exactamente lo que pienso. ¿Acaso pienso cosas que son mentira? Es no puede ser posible.
Y es que claro, como la realidad a la que yo estoy acostumbrado, la forma en la que interpreto esa realidad y todas las creencias que se han forjado desde esa interpretación, resulta que ahora son falsas. No puede ser. No puede ser fake news. Me niego a creerlo.
Entonces la mirada no está en si lo que se dice o se publica es verdadero o falso. Que para eso estamos siendo bombardeados de contenidos que nos ayudan a identificar qué cosas compartir y qué cosas no. La mirada sí está en qué hago cuando algo que no sé si es verdadero o falso, me parece verdadero porque está completamente alineado con lo que pienso y creo.
¿Qué tengo que hacer entonces? ¿Dejar de pensar y creer en lo que pienso y creo? Quizá sí, o al menos abrirnos a la posibilidad de que puede que estemos sufriendo de una necesidad instintiva de “sesgo de confirmación”
Sesgo de Confirmación
Dice su definición que “es la tendencia a favorecer, buscar, interpretar y recordar la información que confirma las propias creencias, dando desproporcionadamente menos consideración a posibles alternativas”. Ahí el punto, la consideración desproporcionada.
Consideramos más importante lo que dicen algunos que lo que dicen otros. Le atribuimos más mérito (y por lo tanto más veracidad) a algunas fuentes por sobre otras.
Cuando éramos niños, lo que decía mi mamá o mi papá sobre mí, eran la ley. Si me decían que era el niño más lindo e inteligente, lo creía sin duda alguna y mi identidad y autoestima se construían en base a eso. Si decían lo contrario también. (He ahí la causa de muchas consultas con terapeutas)
Pero cuando nos hicimos adolescentes comprendimos que nuestros padres no eran del todo objetivos, que nos amaban y por lo tanto decían cosas buenas de nosotros,, por lo tanto les atribuíamos menos relevancia a su opinión. Incluso hay quienes, los ignoraban de forma desproporcionada solo porque son sus padres, aun cuando estaban siendo objetivos y dijeran la verdad. (Quizá realmente te ves bonito con esa ropa)
Ambientes digitales y sociedad
Hemos construido mucho de nuestro acuerdo social en base a este sesgo, el sesgo de confirmación.
Nos juntamos con los que se parecen a nosotros, nos reafirmamos entre nosotros, nos convencemos entre nosotros que nuestras opciones son las mejores y miramos al resto como si estuviera cayendo en el constante error. Todos sentimos un poco que somos el pueblo elegido.
Lo hacemos desde la “capucha” del barrio, desde el chisme del colegio, desde el “cahuín” en la oficina. ¿Cómo va a ser mentira si coincide perfectamente con lo que pienso y opino?
Y con las redes sociales (cosa de la que se ha hablado y escrito por montones), se agudiza el fenómeno, pues aunque en redes como Twitter o Tiktok tengo posibilidad de ver posteos de gente que no sigo y el algoritmo me muestra posteos en tendencia y virales, lo que ocurre en Instagram y Facebook es levemente distinto, pues veo principalmente lo que publica y comenta la gente que sí sigo, aquellos a los que elegí voluntariamente darles follow porque quiero verlos y prestarles atención.
Y claro, si he decidido seguir gente muy parecida a mi, que piensa como yo, que cree las cosas que yo creo y que tiene estilos de vida muy similares a los míos, todo lo que ellos digan me hará sentido y sentiré que es correcto. Confirman mis creencias y mis ideas.
Somos un país de 19 millones de habitantes en donde tenemos 17,85 millones de usuarios activos en redes sociales y hay algo así como 1,3 celulares por ciudadano (Reporte: Estadísticas de la situación digital de Chile en el 2021–2022), es decir estamos conectados y lo que ocurre en ambientes digitales nos afecta fuertemente.
Siendo así el panorama, es el caldo de cultivo perfecto para que ocurran dos fenómenos en paralelo: Que yo encuentre contenidos que confirman lo que pienso y que yo propague esos contenidos a más gente que piensa como yo creyendo sinceramente que son verdad.
La verdad y la realidad
Cuando hablamos de fake news nos oponemos a ellas diciendo que son mentira, que no son verdad, pero ¿Qué es la verdad?. Pregunta que se han hecho filósofos por decenas de años y que no pretendo responder acá, pero sí una sencilla aproximación.
La realidad y la verdad son cosas distintas. La realidad son las cosas que existen, que ocupan un lugar en la dimensión de espacio y tiempo. Es objetiva. Simplemente es, existe. No podemos alterarla.
La verdad en cambio, es la interpretación de esa realidad. Es como nos acercamos a ella para comprenderla. Y ahí, podríamos sin duda, encontrar varias verdades a una misma realidad y podría ninguna de ellas ser falsa.
Ahí el problema, ¿Cómo puedo aproximarme a la realidad para conocerla, sin construir falsas verdades? Un buen camino, es mirarla desde distintos ángulos, buscar distintas verdades, distintas aproximaciones. Explicado en simple: ante un acontecimiento, leer lo que dicen mis amigos, pero también lo que dicen aquellos que no me caen tan bien.
Probablemente algunas interpretaciones de la realidad me harán sentir cómodo, porque se parecen mucho a lo que pienso y quizá algunas otra, que se acercan a la realidad desde otro ángulo, me parecerán incómodas, problemáticas, mentirosas, porque se alejan mucho de lo que pienso.
El ejercicio sincero, ya sea en redes sociales, en el vecindario, en la política, en las relaciones interpersonales o en la oficina,, es abrirnos a la posibilidad de tener múltiples fuentes de información y aceptar la posibilidad que la realidad, no se parezca mucho a lo que yo pienso.