Freddie Canto
No, es mejor que no me toques, Monserrat, prefiero que no me toques.
Un chico de dientes enormes en el colegio aprende a tocar el piano solo, cuando no tiene clase, canta ópera en los recreos y sueña con sus compañeros de clase desnudos en el vestuario.
Algún día voy a ser una estrella, algún día van a gritar mi nombre.
El gran hedonista está cansado, ya no quiere tomar champagne hasta el amanecer riéndose mientras mira al central park desde su penthouse de Nueva York.
Los gatos caminando solos por el jardín de Garden Lodge, el kimono colgando en el baño y la casa semivacía, hacía tiempo que un invierno no era tan frío en Londres.
Pero Freddie te veías tan fuerte, tan viril, no entiendo.
El estudio en las montañas de Suiza, casi no puede mantenerse en pie, pero le siguen llevando canciones, quiere que le sigan llevando canciones. Esa tarde está un poco cansado, pero en una toma lo logra, como si su voz fuera aún más potente, más monumental que antes.
Mary, te extraño, me prometes que cuando vuelva vamos a tomar el té y me vas a contar todo? Sí, estoy bien querida, un poquitin resfriado pero bien. No seas tonta, soy yo, es obvio que voy a estar bien.
Los paparazzi lo acosan, su casa está rodeada, tiene que ir al hospital en limusina. En la foto que consiguieron se lo veía muy flaco, casi transparente en la puerta de Garden Lodge. Todos saben, todos dicen que saben.
No quiere atender a nadie, ya no tiene ganas de ver gente. No quiero que me vean así, estoy tan flaco, tan flaco.
La prensa está loca, se rumorea que va a hablar, que va a emitir un comunicado. Esta terrible enfermedad, esta terrible enfermedad…
Es temprano a la mañana y la tos no lo dejó dormir, le duele el pecho pero quiere salir al jardín. La gata naranja le pasa la cola y maúlla, quiere acompañarlo, él sonríe y salen los dos juntos al frío, por última vez.
