No code, low code, high business.

Las aplicaciones orientadas a no-code o low-code están viviendo un enorme auge en popularidad, ¡y por muy buenos motivos!

Daniel Serrano
Secuoyas Experience
4 min readOct 14, 2021

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El enorme progreso tecnológico en que estamos sumidos se sustenta en la democratización de los ordenadores y dispositivos móviles personales. La conectividad y la miniaturización de la electrónica han permitido que estos dispositivos, adoptando múltiples formatos físicos, nos acompañen a todas partes y que los usemos continuamente para todo. Son la herramienta de trabajo y la ventana a nuestro entretenimiento. La consecuencia es que los interfaces con los que interactuamos están sufriendo una continua revolución que mejora nuestra experiencia de uso y, por ende, nuestra productividad.

Este proceso de adopción tecnológica crea otro círculo virtuoso, pues cuanto más interactuamos con él, más aprendemos, mejor capacitados estamos y resulta más sencillo aprender modelos de interacción más complejos. Sin embargo, este proceso de adopción es lento y poco eficiente y, como consecuencia, la incursión de la mejora de la experiencia de uso y de los interfaces de las aplicaciones empresariales es muy lenta, a pesar de imponerse como crítica en el proceso de digitalización en las empresas. La necesidad de habilitar a los nuevos usuarios es por la que emergen los conceptos de no-code y low-code.

El concepto tras las herramientas low-code y no-code se basa en disponer de una interfaz gráfica (GUI) que habilite a cualquier usuario a adoptar y a implementar procesos de negocio de una elevada complejidad técnica. No hay código que escribir, o el código necesario es sencillo de entender y aprender. En realidad, esta tendencia no es nueva, y hemos estado usando aplicaciones low-code durante décadas, simplemente no se definían así. Por ejemplo, un usuario de Microsoft Excel está sumido en un entorno low-code que se usa para producir todo tipo de soluciones de negocio.

La principal razón que complica enormemente la introducción de herramientas no-code o low-code en los interfaces de las herramientas empresariales tiene su origen en una sencilla máxima empresarial: la relación coste/beneficio. Para que una compañía pueda proporcionar beneficio los ingresos de sus ventas han de superar los costes de producirlas. Por tanto, para que el beneficio supere al coste, son necesarios muchos consumidores de la solución versus pocos productores, lo que provoca la mejora de los interfaces hacia los consumidores, retrasando el gasto en los interfaces de los productores. Es una visión miope, pues no tiene en cuenta la eficiencia, ni la capacidad de personalizar la oferta o adaptarse al mercado, y son esas, paradójicamente, las ventajas fundamentales que aporta el software.

La diferencia fundamental entre el software y el hardware es difícil de entender en un mundo industrial orientado a productos de consumo físicos, enfocado a hacer más eficientes las economías de escala. Las empresas que entendieron esa diferencia crítica entre hardware y software han sido las que han experimentado el mayor crecimiento y reconocimiento. Por eso, la transformación digital es el sonido del despertador de los que se quedaron dormidos o no entendieron la profundidad del cambio.

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Las compañías asentadas, en general, inician su esfuerzo de transformación actualizando el front stage de sus soluciones, en su interacción con sus clientes mediante los interfaces de venta o de retención, estos últimos particularmente en negocios basados en servicios. Esas iniciativas tienen como consecuencia la transformación de muchos procesos de negocio que afectan a las aplicaciones empresariales. El cambio del backoffice en estas aplicaciones es más lento, dado que la mentalidad predominante, que evita de ampliar la estructura de costes, es una barrera al cambio, provocando que se trate de resolver el problema adaptando la infraestructura o los aplicativos ya existentes.

Son múltiples los problemas derivados de una estrategia de adaptación y modificación de las soluciones existentes. Primero, los aplicativos en las compañías han ido sufriendo múltiples transformaciones y mutaciones durante su ciclo de vida, convirtiéndolos en estructuras rígidas e ineficientes. Segundo, muchas de estas aplicaciones son soluciones de terceros, en las que resulta imposible hacer los cambios necesarios. Tercero, las tecnologías empleadas son incapaces de resolver el problema con la eficiencia de las nuevas tecnologías. Cuarto, los órganos de decisión en la organización no están alineados con las nuevas necesidades. Finalmente, y como consecuencia, los costes resultantes son difícilmente justificables, pero la trampa es que ese efecto sólo se ve en el largo plazo.

Son muchas las ventajas que surgen de adoptar una aproximación no-code o low-code en la transformación digital de las empresas y departamentos. Personalizar la oferta, diferenciarte de la competencia, optimizar procesos y ejecuciones, empoderar a tus equipos para que se puedan centrar en generar valor para los clientes… Son tantas las ventajas de apostar por el desarrollo de aplicaciones low code o no code ad-hoc que se hace necesaria una redefinición de los criterios de inversión en este tipo de herramientas.

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