¿Por qué para la COVID sí y para cortar pavimento no?

Ayer pasé por delante de una obra en una ciudad cuyo nombre no recuerdo. La situación era chusca: el operario estaba sin protección respiratoria envuelto en una nube de polvo cortando pavimento con una radial mientras todos los transeuntes a su alrededor la llevábamos. Tomé la foto de arriba que no hace justicia a la situación.

Recordé una experiencia profesional. En el año 92 me hice cargo de la gestión de la producción en una empresa en Galicia, la primera, con una plantilla de 25 trabajadores fabricábamos herrajes. Yo venía del Grupo SANYO, era un experto en modelos de producción tensos y ellos peleaban contra un almacén que a pesar de que crecía día a día nunca tenía lo que necesitaban, el impacto fue brutal, pero esa no es la historia.

La historia es que acumulaban una media de 400 días de baja al año por accidente laboral y que al 40% de la plantilla, incluido el gerente, les faltaba alguna falange de los dedos. Yo me quedé horrorizado. Para no hacer muy larga la historia les diré que dos años después el inspector de trabajo que llevaba la zona se jubiló y me envío un estadillo de los días de baja de los últimos diez años, con los dos míos impolutos y una nota de reconocimiento.

Fue sencillo, apliqué una vieja técnica de autoprotección. Como no eran capaces de percibir el riesgo de sufrir un accidente o no valoraban sus dedos, añadí una amenaza que percibían como real e inmediata: Yo mismo.

Primero cogí al de mantenimiento, a los tres maestros de taller y a un electricista externo y fuimos autorizando la entrada en producción de cada máquina y cada puesto de trabajo. Solo encontramos un sistema de seguridad averiado que reparamos y dos máquinas que condenamos porque no había por donde cogerlas y con ellas desapareció una referencia del catálogo. En cada puesto dejé un procedimiento de seguridad provisional que hice a mano, alli mismo, de pie con los tres maestros.

Al día siguiente reuní al personal y les dije que todo trabajador que sufriera un accidente sería despedido por vía disciplinaria y que si veía un operario trabajando con un sistema de seguridad bloqueado lo sancionaría al primero con 1 semana de empleo y sueldo, al segundo operario con 1 mes y al tercero a la calle. Todos los trabajadores se sintieron muy ofendidos con el chaval de acento extraño que les iba a despedir si perdían un dedo ayudando «lit.» a la empresa.

Los accidentes se producían porque bloqueaban con palos, cuerdas y otros artefactos los dispositivos de seguridad, normalmente botoneras dobles, para usar solo una mano, de este modo iban más rápido y además podían fumar. Yo jugaba con ventaja. El gerente, socio minoritario de la empresa, era obvio que tenía, por así decirlo, poca adherencia a las normas de seguridad, pero el accionista mayoritario me había dado una instrucción perfectamente clara: Ni un dedo más. Había venido a mi presentación y acababa de enterarse de que hacía unos meses una trabajadora de 19 años había perdido de la mano derecha las dos primeras falanges de los dedos índice, medio y corazón y la primera del meñique, estaba muy impresionado y yo también.

Funcionó, a los dos días un operario que era muy respetado y era el único que sabía hacer ciertas cosas, o eso decían, estaba trabajando en una brochadora con el sistema de seguridad bloqueado con un palo, lo que le permitía fumar. Precisamente en esa máquina no había mucho riesgo, pero lo mandé una semana a casa y quedó perfectamente claro que yo era un cabrón «lit.» y que ellos conservarían todos los dedos.

La situación es parecida a la del operario que corta pavimento en la foto. Unos metros más adelante, el que parecía el encargado de la obra estaba apoyado en la barandilla, al pasar a su lado le pregunté en tono de extrañeza por qué el cortador no llevaba mascarilla. El hombre me miró asombrado y con un principio de cabreo me respondió que ya no era obligatoria, que de dónde salía yo. Ni siquiera pensó en el polvo, solo en la pandemia y en que cuando era obligatoria si te pillaba la policía la multa no bajaba de 300€.

Para terminar la historia del 92: Seis meses después de mi llegada, hacía tres que se entregaban los pedidos puntualmente y el inventario se había reducido a un 10% del original, se empleó el exceso de tesorería en sistemas rápidos de cambio de herramienta, manipuladores y alimentación automática y entramos en un círculo virtuoso. La tensión inicial fue sustituida por la costumbre del buen hacer y por la sensación de eficacia, no fue necesario aplicar más medidas disciplinarias que la primera, pero ninguno de los dedos que se habían perdido volvió a crecer.

En 30 años he tenido bajo mi cargo plantillas mucho más grandes de múltiples nacionalidades y nunca ha sido necesario ser tan expresivo como en aquella ocasión, pero eso sí, los míos siempre han vuelto sanos a casa después de trabajar, porque todos sabían que tenía que ser así, incluidos los propietarios de las empresas, porque la seguridad de los trabajadores nace en la Junta General de Accionistas y luego solo hay que dejar que la gravedad haga su trabajo.

¿Usted qué opina?

Jesús Belenguer dirige el equipo que diseñó e implanta el Protocolo Mercurio que es el sistema de gestión de la seguridad personal durante el desplazamiento internacional de trabajadores con mayor implantación en las empresas españolas. Comparte sus ideas en Medium desde abril de 2015 y si desea contactar con él, escriba a team@personalsecurity.es

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Jesús Belenguer
Autoprotección corporativa: Seguridad para viajeros y expatriados

Director de Seguridad Privada y TS en Gestión de Riesgos y Protección Civil. EU en Análisis de la Conducta Violenta y en Ingeniería Protección Contra Incendios