¿Por qué la vergüenza compromete su seguridad?

Hay dos clases de vergüenza: el sentimiento de indignidad posterior a un acto ya realizado o el sentimiento de incomodidad producido por el temor a hacer el ridículo ante alguien. A la seguridad le afecta más la segunda clase, esa que nos impide atender a una señal de alarma, la que nos paraliza.

Este artículo podría quedarse aquí. Sería fácil recomendar que ante una señal de peligro se debe evitar pensar en la imagen que daremos ante los demás si se trata de una falsa alarma y actuar con celeridad.

Pero no siempre es fácil detectar el sentimiento de la vergüenza, acostumbramos a disfrazarlo bajo sesudos argumentos que justifican nuestra inacción y que normalmente están relacionados con causar transtornos o gastos injustificados o bien, con enfrentarse a situaciones irremediables, se puede decir que nos da vergüenza sentir vergüenza.

Comencemos con dos ejemplos sencillos:

  • El del joven que no se pone el cinturón de seguridad porque sus compañeros de vehículo no lo hacen.
  • El de la chica que no llama a la policía cuando unos pesados la siguen de bar en bar.

Pueden parecer demasiado obvios pero son una forma de comenzar a pensar en cómo gestionamos la vergüenza y sobre todo en cómo la disfrazamos de otras cosas. En los dos casos anteriores la vergüenza surge ante el riesgo de que nuestro grupo nos considere una persona miedosa pero hay otras circunstancias más complejas.

El siguiente ejemplo es completamente diferente. Se trata de la vergüenza en entorno profesional: Tres días antes del atentado contra la embajada española en Kabul uno de los policías asignado a la misma, Isidro Gabino San Martín, informó al secretario de la embajada de la extraña conducta de los trabajadores que estaban haciendo unas obras en la terraza. Al día siguiente, el secretario, fue informado por otro de los policías de que el vehículo del embajador acababa de ser “tanteado” a la llegada a la embajada, una situación inédita hasta la fecha. Finalmente unas horas antes del atentado los servicios secretos franceses alertaron de un posible atentado sobre una embajada en la ciudad, mensaje que al parecer no recibió dicho secretario.

Decir que el secretario no actuó por vergüenza es mucho aventurar, pero hay una fina línea que separa el coraje necesario para desempeñar ciertos puestos de trabajo de la actitud temeraria. Para estos casos ––y casi todos los demás––no hay nada mejor que protocolos preestablecidos que automáticamente desencadenan la alarma al conectar más de un punto de alerta.

Un ejemplo muy reciente, que reúne la actitud profesional, la temeraria y la inacción, que definimos como vergüenza, es el accidente aéreo de Emiliano Sala, un vuelo que nunca debió despegar y que una vez en el aire podría haber sido abortado con seguridad.

La actitud profesional es la del piloto que rechaza el vuelo, la temeraria la del piloto que lo acepta y finalmente el pasajero que ante la evidencia del peligro continua resignado con el vuelo y manifiesta su miedo en un mensaje de WhatsApp. En este caso la regla es muy sencilla: Si nos vemos en la necesidad de compartir el miedo que nos produce una situación, debemos interrumpir inmediatamente la situación que lo produce y, lo que no es menos importante, si un ser querido nos confía su miedo o vemos una publicación en esa línea, debemos intervenir y pasar a la acción, la persona que hace la publicación no lo hará.

Hagamos un resumen

Debemos actuar ante cualquier situación:

  • Que nos obligue a prescindir de una norma de seguridad porque el resto del grupo así lo haga. No hay consejo más pernicioso que el que dice que: “Allá donde fueres haz lo que vieres”.
  • Que nos haga sentir miedo, nuestro instinto es el mejor consejero y debemos escucharlo.
  • Que nos produce tanta inquietud que la compartimos con allegados y especialmente nos pondremos en alerta si hacemos un chiste sobre ella.

Y en general nos conduciremos de la siguiente forma:

  • Si dudamos entre llamar a la policía o no hacerlo ––lo que se puede extender a cualquier otra petición de ayuda como: gritar, correr o abandonar rápidamente un lugar o situación–– debemos hacerlo inmediatamente sin pensar en las consecuencias.
  • Si vamos a estar expuestos a una situación de especial riesgo estableceremos previamente un protocolo de respuesta que desencadene la alarma de forma automática, sin que tengamos que razonar o pensar. Si no estamos familiarizados con dichos protocolos pediremos consejo a un profesional y si nos encontramos ambientes no normalizados o informales pactaremos previamente el riesgo aceptable o las señales de alerta que deben conducir a una reacción, que insisto siempre debe ser automática.

Por último un consejo general

La mejor forma de combatir la vergüenza es hablar de la seguridad personal, pactar con las personas de nuestro entorno las normas de autoprotección y los signos de alarma que deben desencadenar una reacción defensiva automática.

Jesús Belenguer dirige el equipo que diseñó e implanta el Protocolo Mercurio que es el sistema de gestión de la seguridad personal durante el desplazamiento internacional de trabajadores con mayor implantación en las empresas españolas. Comparte sus ideas en Medium desde abril de 2015.

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Jesús Belenguer
Autoprotección corporativa: Seguridad para viajeros y expatriados

Director de Seguridad Privada y TS en Gestión de Riesgos y Protección Civil. EU en Análisis de la Conducta Violenta y en Ingeniería Protección Contra Incendios