Man with tin foil hat by De Rory112233 — Trabajo propio, CC BY-SA 4.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=65416648

Cómo lidiar con los conspiranoicos

Jesús Belenguer
Autoprotección familiar
5 min readDec 14, 2021

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La pandemia ha actuado como un multiplicador de un fenómeno que en silencio ha ido creciendo a nuestro alrededor y que pese a su apariencia inocente, entraña un grave peligro. Se trata de los conspiranoicos, individuos que ante cualquier fenómeno ajeno a su conocimiento vislumbran una mano negra que busca hacerse con el control de la sociedad.

En el pasado hemos ido aceptando como normal que algunos individuos rechacen la vacuna del sarampión. Ellos alegan que el sarampión no existe: «o es que usted ha visto algún caso». Intentar razonar, decirles que no existe gracias a la vacuna, es perder el tiempo. Según ellos las vacunas son un gran engaño que drenan nuestro sistema sanitario engordando los bolsillos de las farmacéuticas y siguen con la misma argumentación hasta que provocan un brote de sarampión momento en que hacen mutis por el foro. Esto mismo lo pueden aplicar a cualquier otra vacuna del calendario actual.

Uno de los argumentos principales de los conspiranoicos es que la vida era más sana hace doscientos años, antes del desarrollo científico. Que la esperanza de vida en aquella época fuera la mitad de la actual no hace mella en ellos. Los tomates de antes eran tomates de verdad, la leche sin pasterizar es mucho más sana y las redes 5G causaban cáncer hasta que provocaron la pandemia de SARS-2, momento en que se descubrió su propósito real, o eso dicen los conspiranoicos que en el Reino Unido antorcha en mano han llegado a destruir torres de comunicación.

No intenten razonar con ellos, ni encontrar ninguna lógica a su argumentación, durante la pandemia hemos visto cómo primero la negaban alegando de que se trataba de un engaño para encerrarnos en casa y limitar nuestra libertad, según ellos las PCR daban positivo incluso con agua. Sin ninguna interrupción en el razonamiento el movimiento ha evolucionado a responsabilizar de la pandemia a las redes de 5G (lo que supone reconocer su existencia), o a ser una conspiración para vacunarnos y colocarnos un chip con antena y todo (recuerden las monedas pegadas a la piel), para acabar concluyendo que se trataba de cambiar nuestro ADN, o de esterilizar a toda la población y así hemos ido dando tumbos, entre chupitos y enemas de lejía, por todo tipo de dislates: si el gobierno recomendaba usar mascarillas estas eran la causa de todo tipo de males: grafeno, dióxido de carbono, etc. Y de este modo se han opuesto a todas las medidas que ya de por sí tenían sus propias dificultades.

Las pandemias están presentes en toda nuestra literatura, en nuestra historia, y si prestamos atención las podemos ver en nuestro entorno, sin embargo, la de SARS-2 ha cogido desprevenida a la mayor parte de los occidentales y aquellos con la mente más débil han sido víctimas de la conspiranoia una pandemia mucho más peligrosa y contagiosa. Esta última característica es la peor, el contagio, cuando una persona acepta una conspiración acaba interpretando del mismo modo toda su realidad, así hemos visto como, mechero en mano, se justificaba que la nieve caída durante el temporal Filomena no era tal.

Pero qué hacer, ya no se trata de cuatro chalados en una comuna, el daño que están provocando durante la pandemia es relevante y va a más. Antes de las redes sociales se decía que para desintoxicar a un conspiromano solo había que hacerle preguntas, nunca enfrentando sus argumentos, simplemente provocando que él mismo encontrara sus contradicciones un proceso labororioso pero de probada eficacia. Con las redes sociales todo ha cambiado. Pueden saltar de flor en flor y siempre encontrar alguien que les apoye y lo que es peor, alguien que argumente en su contra frente a su auditorio, que es el momento de su climax diario cuando alguien los toma en serio.

Un reciente estudio basado en una pequeña encuesta, apunta a que los conspiranoicos podrían responder a una personalidad: maquiavélica, psicopática y narcisista. Suena razonable, maquiavélicos porque tratan de convencer a otros de su realidad; piscopáticos porque no se sienten responsables del daño que puedan causar haciendo recomendaciones que tienen un impacto relevante en la salud de los interlocutores y narcisistas porque tanto el conspiranoico como su grupo se sienten superiores, poseedores de una verdad secreta, que ellos manejan y es ajena a la mayoría.

De ser así, el tendón de Aquiles de los conspiranoicos sería el narcisismo. Parece lógico que si cada vez que un conspiranoico se dirige al gallinero, recibe de retorno una carcajada, no obtendrá la remuneración del narcisista, ya no destacará, no encontrará nada bueno en ese conocimiento misterioso que en realidad le hace parecer un payaso. De ser así, se debería dejar de argumentar con ellos, de alimentar su ego, de una forma respetuosa pero inflexible la respuesta debería ser una carcajada.

El día anterior a la publicación del presente artículo se ha hecho una prueba: en lugar de recibir con educación al conspiranoico de turno e intentar llevar la conversación al terreno de la argumentación lógica. Se ha puesto en práctica una respuesta en tono jocoso, el autor no es hábil con el humor pero al menos no ha argumentado. Ha establecido desde el primer momento el vínculo entre la conspiración y el terraplanismo y ha tratado de reducir al absurdo la condición de conspiranoico. Abajo se recoge la conversación:

Según la experiencia del autor la conversación anterior es la primera en la que el conspiranoico ha desistido sin lanzar su panfleto, lo que quizá puede confirmar la estrategia. No se trata de una experiencia agradable, es mucho más cómodo no responder, no intervenir, o mostrarse afable y tratar de argumentar, de ofrecer otro punto de vista. Pero si miramos para otro lado o seguimos alimentando sus egos, ellos seguirán medrando, y no podemos esperar a que un brote o una cama de hospital los devuelva a la realidad.

En la sociedad de las redes sociales hay que pasar a la acción, entre otras cosas, porque la red la formamos nosotros, somos nosotros y es nuestra actitud y lo que en ellas hacemos lo que las define.

Jesús Belenguer dirige el equipo que diseñó e implanta el Protocolo Mercurio que es el sistema de gestión de la seguridad personal de trabajadores desplazados a países lejanos más implementado en las empresas españolas. Comparte sus ideas en Medium desde abril de 2015.

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Jesús Belenguer
Autoprotección familiar

Director de Seguridad Privada y TS en Gestión de Riesgos y Protección Civil. EU en Análisis de la Conducta Violenta y en Ingeniería Protección Contra Incendios