El día que mi gato me rompió el corazón

Yaret R.
Shango Lector BLOG
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6 min readSep 12, 2020

¿Cómo podría describir este tipo de desilusión? El sentimiento de la falsedad, la perpetua dolencia por lo que no llega ni llegará, pero sientes que lo ves en el camino.

Mi primer gato lo adopté cuando una de mis amigas me mostró fotos de el, estaba muy chiquito y orejón. Cuando lo llevé a mi casa, mi perro se sorprendió de ver semejante rareza, el gato poco a poco se acostumbró a nosotros y nosotros a el. Un día, cuando comenzaba a adaptarse a nosotros, abrí la puerta de la azotea y el gato salió corriendo, eso no fue lo peor, en ese momento no me rompió el corazón, vi que se detuvo más adelante, luego lo perdí de vista, era de noche y lo único que alumbraba era el foco de la vecina, le ofrecí comida y vino a mi de nuevo, cuando lo cargué comenzó a ronrronear y entonces algo muy adentro de mí, me hizo reconocer el primer acercamiento a el.

Lo quería cuidar como una parte nueva e importante en mi pequeña familia: Pancho, yo y, en ese momento, Emiliano el Gato.

Un domingo no encontrábamos a Emiliano, mi antigua casa era de dos pisos, lo busqué por todos lados menos en el piso de abajo, cuando vi que Pancho bajó las escaleras de caracol y se acostó sobre un colchón, vi que algo se movía cerca de su patita, era Emiliano durmiendo en el colchón, acurrucadito — esa parte de la casa no la usaba, mi casa solo conectaba al piso de abajo pero jamás bajaba, esa fue la primera vez que lo hice — Cuando vi que Emiliano siempre estuvo ahí, solo reconocí que mi preocupación por el ya era muy evidente, como las de las Madres cuando los hijos no llegan a la casa de noche o no contestan el teléfono.

Para ese entonces, Emiliano ya estaba muy cotidiano en la vida de Pancho y mía.

Nos mudamos de casa, para que Pancho pudiera salir a correr, mi gato estaba acostumbrado a la antigua, sin embargo comenzó a observar que Pancho salía y volvía, entonces Emiliano comenzó a hacer lo mismo. Pancho no usaba cadenas ni nada que lo mantuviera atado a mi mano, caminaba a mi lado o a veces corría mucho y volvía conmigo cuando yo me cansaba, Emiliano comenzaba a hacer lo mismo cada que salíamos, los dos corrían hasta el área verde del fraccionamiento y se quedaban dando vueltas, jugábamos con unas pelotas de goma que cambiaba cada cierto tiempo por lo rotas que ya estaban. Supongo que éramos una familia feliz, teníamos momentos muy buenos, a veces Pancho y Emiliano peleaban pero nada que se arreglara con una siesta en conjunto, despertando los dos encima de mi estómago o en la cama y Emiliano acurrucado con Pancho.

En este punto considero decir que soy una persona totalmente sentimental, aunque escribirlo me vuelva vulnerable pero así soy, uno de mis amigos dice que mis sentimientos son muy grandes tanto que a veces ni yo los percibo. Que por eso me gana el sentimiento. En fin. Mi gato siempre fue libre de salir a dar una vuelta, regresaba y jugábamos, tomábamos la siesta, comíamos con Pancho, me acompañaban a leer, a estudiar y a escribir. Formamos un cotidiano demasiado bueno, volver a casa siempre se se volvía automáticamente mi momento favorito de verlos esperándome, o de esperarlos mientras iban a correr. Pero entonces Emiliano comenzó a faltar a algunas actividades, cuando llovía rascaba la puerta para entrar, pero un día de lluvia fuerte no venía, estaba en la ventana con Pancho a un lado esperando verlo para que entrar a casa. Regresó hasta la noche.

Emiliano continuó faltando a nuestro cotidiano, una mañana lo vi corriendo a todo lo que daba por alcanzarnos y lo metí a casa, cuando entramos vi que tenía en su cuellito una especie de pulsera color rojo, se la quite, sentí tan raro verlo con eso y la tire a la basura. Luego los bañé a ambos y tomamos una nap reparadora como en los viejos tiempos. Me dijeron de una campaña de esterilización y los llevé a ambos, esa noche los cuidé después de su operación, se quedaron dormidos toda la noche y yo con ellos, sin querer era la última siesta que tomamos juntos. Yo no lo sabía.

Emiliano comenzaba a faltar, poco a poco dejamos de verlo durante el mediodía, luego faltó en las siestas, cuando estaba trabajando o escribiendo volteaba y solo veía a Pancho durmiendo sin Emiliano, cuando salía con Pancho lo veía caminando hacia nosotros y regresábamos a casa, Emiliano llegaba muy cansado; volvía para comer un poco pero la mayor parte del tiempo para dormir toda la tarde, después se salía otra vez, cada que quería salir lo dejaba y volvía en la noche para dormir.

Hasta que en las noches también comenzó a faltar. Yo pensaba que Emiliano disfrutaba de salir a dar la vuelta, de estar solo un rato y de jugar, pero siempre volvía, me preocupaba por el cuando tardaba.

Entonces llegó el día, no había dormido de noche con nosotros, salí con Pancho y vi a Emiliano al otro lado del fraccionamiento, cuando estaba a punto de gritarle para que viniera, escuche la voz de otra persona — ¡Valente, ven! — Emiliano tenía otra familia, tenía otro nombre, y tenía otro cotidiano.

Emiliano se quedó mirando a Pancho corriendo, luego el vecino se acercó a el y lo cargó, lo metió a su casa.

Lo que pasó después fue que fui a casa del vecino y le dije era mi gato, que se llamaba Emiliano, no pasó mucho, en si Emiliano ya había decidido mantenerse en dos familias, que al final nos enteramos que eran 3, la tercera familia si lo retuvo. Emiliano no volvió en días, lo veíamos cada tanto, pero siempre fue bienvenido en casa, a veces tomábamos la siesta los tres juntos. Quizá se pregunten por qué no lo retuve y no lo deje salir más. Pero siempre pensé que Emiliano confiaba en nosotros como familia y que venía porque le dimos un hogar, el decidió ir a otra gente que de igual manera lo trataba bien, que lo alimentaban y que posiblemente jugaban con él, le dieron un nombre e incluso lo mantuvieron cerca, sin embargo yo sabía que Emiliano tenía un vínculo en especial con Pancho y fuera de mi, ellos siempre fueron amigos.

Incluso una noche antes de que Pancho falleciera, Emiliano lo fue a visitar y a pasar el día con nosotros. No volví a ver a Emiliano y tampoco a Pancho al otro día. Mi familia de tres se extinguió.

A partir de entonces he considerado conservar su lugar en los trocitos de mi corazón metafórico, sé que Pancho sigue aquí y seguirá, al igual que Emiliano, alguna vez volví a ese lugar donde viví con ambos y me lo encontré más adulto y mas quieto. Me miró, pero como si nos saludáramos pronto para no tocar la herida del recuerdo de Pancho, ambos no nos acercamos.

Sé que buscó una vida más sedentaria, y formó parte de las nuestras en pequeños momentos, gracias a Emiliano recuerdo los últimos días de Pancho felices y también los míos. Me gusta ese recuerdo de mirarlos juntos, jugando… y no a un Emiliano triste por la ausencia de Pancho.

Nos recuerdo en el pasto, acostados luego de jugar, dormidos, comiendo y eso es más reconfortante, que lo que pudo haber terminado como un mal sabor de boca. . . Siempre fuimos los mejores amigos.

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Yaret R.
Shango Lector BLOG

Sensible empedernida, Malabarista de palabras, colecciono historias y tés. Las fotos e ilustraciones son mías a menos que diga lo contrario.