En la tierra de mi madre
Todos a determinada edad, algunos antes, otros después, sentimos cierta atracción por la Luna. Mi mamá me contaba que cuando era joven, una joven que en realidad poco conocía del mundo, solía mirarla sin descanso, creía que ésta la seguía y que poseía magia.
Mamá cerraba los ojos con fuerza y le pedía que le devolviera a su padre. El abuelo murió cuando ella era realmente frágil.
Tuvo en adelante dos quiebres: el primero cuando se dio cuenta de que la Luna no era mágica y que por ende no le traería de vuelta al abuelo, a Pedro. El segundo fue cuando tuvo que aceptar que la Luna no la seguía, que el mundo no era tan pequeño y especial.
Tiempo después del vientre de mamá volvió a nacer Pedro, años más tarde, lo volvió a perder.
AV