Perdido
José María Avila Carranza
Te hallé en el mediodía del camino,
en aquella franja de apariciones,
sin más querer que el querer mismo en sí.
Tus tendones distendidos al sol
fulguraban con la pasión del vivo
y con la lenta alegría del muerto.
Sonreías melancólico y pleno
como el águila que ubica a su presa
y termina entre las garras del áspid.
Si latías o lates yo no sé,
nada nunca podré saber de ti…
¿Tú reconocerás algo de mí,
mis formas serán las constelaciones
que iluminan tu espíritu nocturno?
¿Verás, en tu resplandor de ahogado,
en tu regodeo de bebé extinto,
algo más que grumos de cielo rojo?
Me excita imaginarme siendo tú:
un colorido híbrido mal parido,
ni dios, ni humano, mucho menos bestia;
desmembrado y descuartizado Pélope
que chilla desde sus fracciones pálidas.
Fuiste aporía horrorífica y tenue
que no conocerá contradicciones
y sin embargo te enfrentaste a ti
(Todo vertido, sobajado, echado)
Para enunciar tu vida o muerte misma.
Te hallaste en el conticinio del alba
Y pude ver qué fácil te despides
de un ente que te vio así de perdido.
Nací al final del estío, en el año de 1998. Comencé a escribir poesía hace unos años, a la par que dejé la escuela. He vivido en diversas delegaciones de la Ciudad de México y en un pueblito perdido en la cordillera del estado de Puebla, cerca de las costas de Acapulco. Amo los lugares fríos y no soporto el calor; pero curiosamente he sido más feliz en lugares cálidos. Supongo que así es la poesía: una irónica contradicción.