Los suburbios de Samarqand

Impresiones sobre el corazón de La Ruta dedicando (sólo) un párrafo al Registon.

David Fuentes
Siguiendo a Marco Polo
6 min readApr 11, 2014

--

En idioma uzbeko, Samarqand se escribe con Q, y para intentar ser fiel a mi teoría de que los nombres propios, y por tanto, de las ciudades, nunca deberían traducirse (aunque la traicione con frecuencia), así lo plasmo. Así que ni Samarkand, ni Samarkanda, ni Samarcanda, ni Самарканд.

Diría que no hay un lugar en el mundo que plasme mejor el espíritu viajero que Samarqand. Marcada a fuego en el mapa de cualquier trotamundos, el corazón de la ruta de la seda tiene como clásica imagen, grabada en la retina de cualquier aventurero de pacotilla (como yo), la mítica e increíble plaza del Registon (Registan para los traducidores de nombres). Dejaré para otro día cómo un policía nos ofreció amablemente que le sobornásemos para entrar en zonas prohibidas de alguna madrasa o para poder ver la plaza desde uno de los minaretes a los que está prohibido subir. Y también dejaré para otro día mi impresión más minuciosa sobre esta plaza, a la que incluyo en mi lista de “las 5 mejores construcciones humanas”, porque he prometido que sólo escribiría un párrafo; y aquí acaba.

Porque este post trata sobre todo lo de Samarqand que no es esta plaza, y no es poco. Lo dividiré en tres pequeñas secciones por ubicación geográfica.

Al sur de La Plaza (con mayúsculas) encontramos el parque de Amir Temur, muchacho que da nombre a casi todos los sitios importantes del país, y en él, encontramos el Amir Temur Maqbarasi (o Gur-e Amir, “la tumba del Rey” en persa, que es como aparece en las guías), y en él encontramos el mausoleo de este conquistador y orgullo patrio uzbeko. Pero antes de llegar nos encontramos un pequeño aperitivo en forma de otro mausoleo, el de Rukhobod.

Samarcande, Gur-e-amir, by Cercamon

Un pequeño santuario, bastante austero, aunque se dice que en su interior se guarda un cabello del profeta Muhammed. Además, lo tuvimos, como casi todo en este país, para nosotros solos. Nada de parafernalia alrededor y una mínima seguridad en forma de señora mayor y un poco pasada de peso, sentada en una silla de plástico en la puerta que a la salida nos reclamó el precio de la entrada (que no pagamos).

Detrás del mausoleo principal (que dejo para el final, por aquello de mantener el suspense), en una mínima calle, está el Mausoleo de Ak-saray, un lugar sin restaurar, dato del siglo XV y al que, esta vez sí, pagamos por entrar, pero seguro que fue una cantidad ridícula… como casi todo.

Мавзолей Ак-Сарай, by Наумов Андрей

La verdad es que este pequeño enclave no aporta mucho en una visita, pero es de los pocos que está sin restaurar, y aunque haya perdido los colores originales, sigue teniendo su encanto y olor a viejo.

Pero la estrella de esta zona es, sin ninguna duda, el propio mausoleo que da nombre al complejo (foto de Sergio y Gabriella Trentanni):

De todo lo que vi en el viaje a Oʻzbekiston (hoy estamos de no traducir), estoy seguro de que este mausoleo no está entre los cinco edificios más espectaculares, ni de cerca, y eso que está bastante bien, pero es en el que las labores de restauración han sido probablemente más productivas, solamente ver las muqarnas del portón de entrada hace ver que los trabajos no han sido meramente para mantener el edificio en pie. Los mosaicos que cubren los minaretes y la nave principal son magníficos y los nervios de la cúpula, increíbles.

Algo más al norte del Registon, aunque aún bastante céntrico, pared con pared con el Siab Bazaar, encontramos la Bibi-Xonim Masjidi (esta última palabra significa mezquita). Un templo al cobijo de una enorme e impresionante puerta que hace sentirse pequeño a cualquiera. De hecho, tras cruzar el umbral y la vista desde fuera, se corre el peligro de quedar un pelín defraudado por los edificios del patio a medio reconstruir (fue derruido casi completamente por un terremoto en 1897, hasta entonces, llevaba 500 años en pie).

Bibi-Khanym, Samarkand, by Sergio Tittarini

Esta mezquita es un lugar ideal para comprar unas Sarbast bien frías cuando acaba el día, sentarse y esperar a que caiga el Sol para ver la iluminación en azul vivo de las cúpulas y en un verde inquietante del umbral.

Finalmente, la tercera y última (pero no por ello menos importante, de hecho, más importante si cabe) está el increíble complejo/cementerio de Shah-i-Zinda. Solamente un poco más al norte que la mezquita anterior nos recibe la pequeña mezquita de Hazrat-Hizr.

Hazrat-Hizr Mosque, by Jason Pemberton

Esta mezquita, pese a no ofrecer mucho en sí misma (por no decir nada), nos ofrece una vista increíble de la ciudad desde su mínimo minarete, especialmente del templo anterior. Además, un simpático fiel que acudía allí a rezar nos explicó, a su manera, cómo penetrar los muros del cementerio y complejo mausoleario esquivando las taquillas ☺.

Primero entramos por la puerta trasera del cementerio, la que no tiene toda la parafernalia montada para los visitantes, en la que sólo hay tumbas. Tumbas que te miran. Demasiadas tumbas que te miran. Te miran porque las lápidas están todas decoradas con las caras de los allí yacentes, esculpidas en el propio mármol; no sé si es una costumbre adquirida en la época soviética o es habitual en la cultura musulmana, o persa o de donde sea, el caso es que es un poco perturbador. Pero poco a poco ves que las cúpulas se van acercando, cruzas un pasillo muy muy, pero que muy estrecho y de repente te encuentras en el medio de todo el asunto.

Shah-i-Zinda, by Fang-Yu Lin

Sin duda, aparte de la plaza de la que NO trata este artículo, este es el punto más representativo de la ciudad y uno de mis lugares favoritos de todo el país; volvería sólo para perderme más del tiempo que dediqué a este lugar. Simplemente impresionante.

Shah-i-Zinda, by eatswords

Cualquiera que haya estado coincidirá conmigo en que el color que mejor define a este país es el azul turquesa. La decoración es casi una exclusiva para este color pero es, especialmente este cementerio (foto por Mr. Hicks46) donde queda absolutamente patente; en varios de los edificios ni siquiera llega a verse el marrón de la piedra. Y la acumulación de mausoleos de famosos comerciantes de mucho tiempo atrás y de personalidades de la burguesía de la época en este tiempo hace que algunas esquinas sean absolutamente fascinantes.

Oʻzbekiston es uno de los países que más me ha sorprendido en mi corta historia viajera. No puedo sino recomendar a todo el mundo que vaya, que no tenga miedo porque suene raro, que es una absoluta maravilla. La gente es muy acogedora y en muchos lugares cualquiera tendrá la sensación de estar descubriendo los lugares que visita, por la autenticidad y el vacío de turistas alrededor de ellos.

Y ya sabéis, si os gustó el artículo: corred la voz.

--

--

David Fuentes
Siguiendo a Marco Polo

Pachorro, viajero, despistado, Molone, pensador, ingeniero, coherente, baterista, madrileño, cervecero, rayista, seriéfilo, comidista, chanante y submarinista.