Té en agua

Ácrata y Banquero
El silencio
2 min readMay 21, 2013

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Yo camino por esas calles viejas, recreando los buenos tiempos que se fueron. O quizá los imagino. Porque cuando me esfuerzo mucho en imaginar, termino por inventarme las historias.

El callejón está sólo y siento que atravieso un portal. Del otro lado la calle está soleada. Está fresca y ya me siento otro. Doy vueltas sin saber porqué ni para qué.

Me detengo. Laura me llama. — Si, sigo aquí, veámonos — la verdad es que no he tenido muchos otros sitios a dónde ir. Soy huérfano de destino y cualquier puerto es bienvenido.

El cielo tan azul hace que me pregunte cosas que no me van a dejar en paz. — En agua está bien señor, muchas gracias — . Me pierdo en una lectura que me apetece importante y ahí aparece Laura,tan alejada y distante. Tan lejos; tan ella.

Estoy sentado en este sitio que por alguna rareza me parece muy cómodo. Muy ajustado a mí. Aunque desde entonces no tengo a qué ajustar.

Laura va Laura viene. Se va. Yo ya me había ido hace mucho. Es difícil para mí estar aquí. Porque de momento tengo un espíritu de helio que si no se amarra se eleva, hasta que abro los ojos y caigo en un santiamén. Por eso los ojos los abro de noche. Por que de día la ciudad es más bonita desde arriba. Igual así quisiera, se me cierran solos. ¡Ay! es que ahora hay tanto de mí que ya tiene voluntad propia…

Camino por las callecitas y viene Dante, mi papá. Tan señor importante y fuerte, tan sonriente y feliz. Yo apenas me le abalanzo a abrazarlo y él se ríe. Siempre que lo veo lo veo sonriendo. Es un ángel negro, de los buenos. Sigo deambulando más solo que antes. Más solo que nunca y quiero volver.

Pero ahora recuerdo bien que la puerta se cerró conmigo afuera. Y entonces llamo al otro lado del mar y casi llorando pregunto y ¿cómo carajos voy a volver? Y esa voz que tantas noches me ha trasnochado me dice entre sollozos; si volvieras, no te habría enterrado.

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