Economía de plataforma: la delgada línea entre la precariedad y la salvación

Joaquin Gallego
Sin Fronteras
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8 min readNov 28, 2018
Un Rappitendero trabajando

El avance de la tecnología y las creación de las nuevas empresas de deliverys, como Rappi,con malas condiciones de trabajo, nos enseña un nuevo mercado de trabajo que, a pesar de eso, no es tan perjudicial para algunos.

“¿No notaron que hay muchos repartidores de Rappi, Glovo y Pedidos Ya por la calle?”.

Esa fue la pregunta que hizo mi profesor de redacción periodística un día. Desde ese momento me dio curiosidad de saber por qué este “boom” de repartidores.

Volviendo para mi casa me encontraba con estos deliverys con caja-mochila y sus indumentaria naranja, amarillo o rojo. Hay tanta cantidad que en apenas 10 minutos en la calle me crucé con 4 de ellos.

Ya en casa, los seguía viendo en las publicidades en el televisor o mismo en el celular. A cada canal que pasaba o cada página o aplicación que abría, allí estaban estas empresas de deliverys con sus grandes anunciados de “pedí lo que quieras que lo tenes en poco tiempo” cómo si fuese una especie de asistente personal.

Fue de esos momentos donde se alinean todos los planetas para que mi alrededor sea referido a eso, al punto que uno de mis amigos, Franco Parisi, que había terminado el secundario hace poco, quiso empezar a laburar en Pedidos Ya. Luego consiguió trabajo en un departamento de abogados como secretario, con horario y sueldo estipulado.

Pero ¿qué diferencia tendrá trabajar para estas empresas de deliverys a ser secretario? ¿Cuál es más conveniente?

Lo cierto es que estas empresas tienen como arma el “trabajas sin horarios, sin jefe y de ganancias inmediatas”. Se ve que les sirve, o por lo menos a la compañía colombiana Rappi, que ya tiene más de 12 mil rappitenderos (así se hacen llamar los deliverys de Rappi).

Estos repartidores no tienen obra social, tampoco ART, ni vacaciones, ni seguro, ni beneficios de ningún tipo a diferencia de otra de estas empresas como la catalana Glovo, principal competidor de Rappi, que parece más benévola con pagos por minutos de espera o incremento de las ganancias por kilómetros.

La uruguaya Pedidos Ya, con sus trabajadores en blanco, pago extra de mil pesos por tener bici propia y otros beneficios, es la más deseada entre los repartidores.

Al ver estas pobres condiciones laborales pensé ¿el Estado no puede intervenir frente a esto?

Decidí ir en busca de la respuesta a mi pregunta y hablé con Jimena González,que es estudiante de abogacía en la UBA.

Ella consideraba que este tipo de trabajo con tan pocos beneficios debería ser de alguna manera controlado por el Estado ya que nuestra constitución y distintos tratados internacionales amparan el derecho al trabajo el cual debería constar de condiciones dignas y ajustadas a la normativa vigente.

También me comentaba que dicha tarea no solo le corresponde a la Secretaría de Trabajo, sino también, y muy particularmente, a los jueces laborales que recibirán casos donde reinan conflictos a partir de paupérrimas condiciones de trabajo. Ellos deberán ser fieles custodios de los principios, derechos y garantías consagrados de la Ley fundamental.

Más aún me pudo explicar lo fundamental que es la actividad sindical en lo que a injusticias laborales se refiere ya que es determinante para la defensa y conquista de derechos.

Claramente la individualidad prima en este tipo de plataformas, lo cual favorece solo a las empresas al dificultar el proceso de formación de organizaciones sindicales. Como cada repartidor “no tiene jefes” se busca transmitir que tampoco tiene compañeros de trabajo, cada repartidor es el sólo con su celular y no necesita nada ni a nadie para ganar dinero.

Esto último me dejó pensando mucho más sobre cómo la idea de trabajo original ha sido desvirtuada. Ya no más ir a una fábrica a reunirme con compañeros con los cuales formo vínculos y comparto ideas, sino que se ven aislados de todo tipo de contacto con el otro similar, que comparte los mismos problemas.

Por esto, y en conjunto con la situación en la que vivimos de avance tecnológico permanente donde el desempleo y la reducción de salarios están como bandera (lo llamado neoliberalismo), las plataformas, aplicaciones de celulares y sistemas informáticos coronan el promovido emprendedurismo, que es la forma de explotación de las personas que emplean las empresas beneficiarias de sus prestaciones para trabajar.

La precariedad de esas formas de empleo es algo para destacar y se acentúa por las condiciones de trabajo que les son impuestas. Con la disponibilidad permanente diaria y semanalmente para que sigan recibiendo encargos,sumado a una alta probabilidad de que sean reemplazados frente a la constante incorporación de nuevos trabajadores, ya que le dan los peores viajes y pagos a los mas experimentados, y los mejores a los nuevos para promover el trabajo. También tienen un ritmo laboral extenuante con recorridos de decenas de kilómetros.

A pesar de esto, el pasado 19 de Agosto, se movilizaron frente a sus oficinas en Villa Crespo, los repartidores de Rappi, en contra de la empresa porque reclaman un salario fijo y también denuncian cambios unilaterales en las condiciones laborales como el ser controlados, o al momento de ser capacitado te muestran un mapita que dice que el viaje no puede ser más de 1,5 kilómetros cuando en realidad pueden ser de 3 o más kilómetros.

Dentro de este marco, la Asociación Sindical de Motociclistas Mensajeros y Servicios (ASIMM) dijeron que el reclamo de los trabajadores surge de “una sumatoria de falta de criterio de la empresa”.

Leyendo una crónica de Emiliano Gullo, en la página de Anfibia, sobre cómo trabajó él en Rappi durante 10 días, destaco la forma de trabajar de repartidor, de pasar de ansiedad para que le llegue algún encargo, a odio o cansancio por el mismo trabajo, de tanto pedaleo para conseguir algunos pesitos, y la evidencia de la explotación con buena cara, llamado capitalismo.

Sin embargo hay quienes piensan que no es tan mal trabajo. En especial si sos un extranjero y venís a Argentina a probar suerte.

Para sacarme esta duda, decidí ir en busca de alguien quien tiene la experiencia de trabajar en Rappi (o cualquiera de estas empresas), que al fin y al cabo, son ellos los que tienen la voz.

Fui entonces al McDonalds más cercano que tenia, en Puerto Madero, a las 15 horas, dentro de la hora pico de los repartidores. Estas horas picos están comprendidas de 12 a 16 y de 19 a 1. Era un día soleado, caluroso y perfecto para estar sentado en algún banquito, tranquilo y donde de la sombra, pero yo estaba justo en la puerta de la sucursal, sin ninguna sombra para escabullirme cerca.

Allí observaba el movimiento de los deliverys. La mayoría era de Rappi. Siempre con el celular en mano. Entraban a buscar el pedido. Siguen mirando el celular. Vuelven con el pedido hacia la caja-mochila, y luego guardan el pedido ahí, hacen un llamado y salen tranquilos con la bicicleta.

Me extrañaba el ritmo lento que tenían al hacer todo esto. Con paciencia llegaban, dejaban la bicicleta en un bicicletero fuera del McDonalds, y lentamente entraban a buscar los pedidos. Después de varios minutos, salían para poder llevarle al cliente el pedido.

Como ya estaba terminando las primeras horas pico del día, había pocos repartidores por ese McDonalds. Aprovechando que las chicas de la caja del Mc estaban desocupadas les pregunté cuantos rappitenderos van por día.

Haciendo cuentas me dijeron que unas 50 veces retiran comida pero algunos van más de una vez. Además agregaron que 5 son fijos y van todos los días a esa sucursal. También dijeron que a veces es difícil identificarlos porque no llevan la ropa de la empresa.

Extrañado por esto último, hablé afuera con Daniel García, de 24 años, que está trabajando para Rappi hace unos meses. Él tampoco tenía uniforme naranja (característico de los deliverys de Rappi), pero si tenía la caja-mochila, que la compró en su primer día por 300 pesos, y su gorra con el dibujo de un bigotito, que se la dan en su primer día también.

Noté que tenía un acento extranjero y de hecho era un venezolano como el 90 % de los rappitenderos que dedican todo el día a trabajar, y los argentinos, una clara minoría que suele usar la aplicación porque no llega a fin de mes con su trabajo formal.

Le pregunté el motivo de por qué trabajar en Argentina y con un poco de incomodidad y tristeza me dijo que era por la situación económica de Venezuela. Encajaba con el “target” que buscan estas empresas en esta economía de plataforma.

También me contó que tras 5 años de estudio se recibió de contador en Venezuela pero no consiguió trabajo y decidió irse a Perú, donde tampoco le fue bien y terminó desembarcando en Argentina. Actualmente Daniel está buscando trabajo de contador, pero mientras está trabajando en Rappi.

Ahí se venía mi pregunta que me empece a hacer desde un principio de por qué eligió este trabajo. Como si fuera un trabajo malo pero su respuesta fue todo lo contrario. Alegremente me dijo que lo eligió por la disposición rápida de efectivo . También porque le gusta hacer deporte entonces aprovecha a hacer los envíos en bicicleta,que se la compró él por unos 3 mil pesos.

Además se ajusta sus necesidades como el alquiler de su hogar y la comida. Si necesita más plata, trabaja más. Se lo veía conforme con el trabajo, mas siendo que viene de trabajar de tele operador en Perú por 12 horas ganando 200 dolares y, previo a estar en Rappi, trabajó en un local de ropa acá y le pagaban 8 mil pesos por trabajar 8 horas, teniendo que madrugar y explotándolo. Luego pasó semanas para formarse como rappitendero.

Entre ser explotado y esperar un trabajo, mejor decidió Rappi.

Vestido sin el uniforme de Rappi porque no la retiró, pero con una musculosa negra “Under Armour”, un short deportivo, la gorra naranja de Rappi, la caja-mochila (claramente porque sin caja, no hay laburo) y unas zapatillas negras deportivas, Daniel trabaja todos los días por 8 horas, recorriendo unos 30 kilómetros por barrios como Puerto Madero, San Telmo, Barracas, Palermo y Recoleta (que son los barrios recomendados por temas de seguridad), y ganando 18 mil pesos por mes.

Por último le pregunté como hace con la batería del celular, ya que lo tiene todo el tiempo encima. Me dijo que lo carga en la casa y cuando sale a trabajar intenta no usar otra aplicación que no sea la de Rappi.

Esta funciona de forma tal que los pedidos acceden por cercanía al cliente, otras veces por cercanía al restaurante, a veces por puntaje, y muchas por voluntad de Rappi. Tiene 30 segundos para decidir si se acepta o no el viaje. Cuanto menos pedidos se acepten, más baja será la tasa de aceptabilidad, y así menos pedidos ingresaran. Al agotarse la batería, termina su día laboral.

Así fue como Daniel , de 24 años, venezolano, monotributista, no le veía NINGUNA crítica negativa a su nuevo trabajo de repartidor.

Ya de vuelta en mi casa, sentado frente a la computadora, me pregunto mientras escribo esta nota

¿Será Daniel el target perfecto para este tipo de compañías? Personas que al encontrarse fuera del sistema terminan normalizando este tipo de trabajos que no reúnen con las condiciones básicas de un trabajo digno pero a la vista parecen una “salvación”.

Claramente los creadores de estas plataformas encontraron la forma de alimentarse con los marginados del sistema como Daniel a sabiendas que no lucharán, por lo menos por ahora, por mejores condiciones laborales.

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