¿Cuántas veces te das vuelta? Crónica urbana de una chica y el miedo de caminar sola por Morón

Lau Goicoechea
Sin Fronteras
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4 min readApr 26, 2018
Foto tomada en la primera cuadra del trayecto.

Todos los días me separan ocho cuadras desde mi casa hasta el club. En ese trayecto logro sentir tantas cosas que no van a poder comprender hasta que se sumerjan en el texto.

Salgo de mi casa con el perfume que me quedo del abrazo de mi madre, llevo un bolso liviano con remeras para cambiarme, otro par de zapatillas, mi perfume, y el celular. Trato de mantener una caminata activa ya que mi entrenamiento comienza 20:30.

Mi recorrido comienza por Juan José Valle, es la cuadra donde vivo y pasé toda mi infancia, puedo reconocer y memorizar los distintos tipos de baldosas, y hasta incluso las distintas bocinas de los autos o colectivos que siempre pasan a la misma hora.

Todo mi trayecto es por esta calle y solo cruzo ocho cuadras hasta el club.

Atravieso la calle Mariano Moreno y empiezo a sentir como me alejo del calor de mi hogar, ya no estoy tan segura porque no conozco quien vive en estas cuadras, ya no está Daniel el taxista parado a mitad de la calle por si llego a necesitar algo.

Ahora decido darme vuelta porque sentí que una persona apresuraba su paso cerca de mí, pero no quiero perder tiempo en voltear por segunda vez.

Llego a Entre Ríos y detecté que era un hombre el que venía detrás porque escuche su voz cuando me igualo al cruzar la calle. El también notó que yo lo mire de reojo, lo cual fue motivo de unos instantes incómodos antes de cruzar, pero decido pensar que solo es mi cabeza que crea malas sensaciones por la cantidad de historias de desapariciones que conozco.

De todas formas, no puedo evitar que las manos me empiecen a transpirar un poco y no es por calor, sino por miedo.

Ahora me encuentro cruzando Santa Fe y empiezo sentir como aumenta mi ritmo cardíaco, pensé que tener el celular a mano es una buena opción en caso de necesitar ayuda y poder llamar a alguien, pero también lo agarré por si este hombre me quería robar, era lo primero que pensaba darle para lograr sacar ventaja de tiempo y salir corriendo.

Otra vez me di vuelta para saber qué tan cerca está, en esta cuadra lo hice tres veces las cuales sentí que no fueron suficientes para saber si era alguien del que debía sospechar o no. Pero sujeto nuevamente el bolso y sigo caminando.

Carlos Pellegrini, cuarta cuadra, trato de que el ruido del tránsito no me haga perder la atención del hombre que sigue detrás, aunque me sienta una paranoica decidí cruzar a la vereda de enfrente.

El hombre cruza y ya empiezo a pensar en que puedo tirar al piso por si me secuestra, pero me olvidé el DNI, a lo que opte por pensar que golpe puedo darle por si me agarra de atrás.

El hombre llegó a su casa, respiro hondo y vuelvo a cruzar la calle por la cuadra que iba. No entiendo como las emociones me dominan y la idea lógica de que podía vivir en la zona no se me cruzó por la cabeza.

Crucé García Silva y me di vuelta para confirmar que el hombre ya no esté, y pensé por un instante que quizás esa hubiera sido mi última vez que iba a entrenar, le había dado un último abrazo a mi madre, iba a aparecer mi cara con la palabra “Justicia” debajo, no había llegado a decirle a la gente que me rodea cuanto los quería, no sentía que me podía tocar a mí lo que veía en la televisión.

Interrumpí el pensamiento para darme vuelta porque un hombre acercó su auto para preguntarme una calle. Respondí “no sé” y vivo allí hace 21 años. Ahora camino con lágrimas en los ojos.

Ahora dejé atrás Bartolomé Mitre con la necesidad de querer sentirme segura cuando voy sola, pero me doy vuelta de nuevo porque escuché que el motor del auto desde el que me consultaron por la calle sigue ahí.

“Otra vez es tu cabeza Laura” pensé. Me di vuelta de nuevo y el auto arrancó, ya las manos no me transpiran y pienso que quizás escuchar música como lo hacía antes sería una buena opción para no detenerme en estas cosas, pero eso haría que pierda total atención al entorno y me volvería vulnerable ante cualquier hecho que se me presente. Cada vez hay menos luz en la cuadra.

Cruzo Buen Viaje y el nombre de esa calle me hace dar cuenta que es justamente lo que no tengo cada vez que tengo que ir a un lugar.

En esta cuadra me siento más segura porque hay cámaras de seguridad, las cuales serían testigo si me pasa algo. Luego recuerdo que si aparece un abogado con un alto poder adquisitivo esos videos se pueden ‘’borrar ocasionalmente’’ dejando la escena vacía al igual que la justicia de nuestro país.

Todos sabemos que leyes nos protegen en cierta medida, pero lamentablemente el pedido de “justicia” es lo único que conocemos desde que tenemos uso de razón.

Llego a la calle Almirante Brown donde a mitad de cuadra esta mi club. “Mamá llegué bien, te amo” le escribo por WhatsApp sabiendo que fue un día de suerte, el cual no tuvo Candela Sol Rodríguez o Ángeles Rawson, pero no puedo evitar ponerme en su lugar, como le tocó a ellas y a tantas otras, nos puede tocar a cualquiera.

“¿Todo bien en el camino?” me responde mi madre en el mensaje con su intuición que no falla nunca. Le respondí “Sí, igual que siempre, pero esta vez perdí la cuenta de cuantas veces me di vuelta en el camino de hoy”.

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