El otoño de Benjamín.

andrés galán
2 min readMay 17, 2018

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Andrés Felipe Galán Astudillo

95646286

periodísmo segundo año.

Plaza Villa Pueyrredón

Es una tarde porteña de otoño, los niños corren a mí alrededor y yo simplemente los observo recordando cuando eso me hacía feliz. En la plaza de Villa Pueyrredón todos vienen a pasar el rato. Al frente mío se encuentra una señora vestida de negro, crocs rosas, gorda y despelucada, mira con la vista algo distraída como juega su hijo en uno de los columpios de la plaza, ella sonríe, en su mirada refleja el amor que siente hacia el pequeño.

En las mesas y sillas de cemento, solo hay dos parejas tomando mate y hablando entre ellas. La pareja que está a la derecha, de aproximadamente unos 30 años los dos. La mujer de cabello corto y rubio, sostiene un cigarrillo en su mano derecha, mientras que con la izquierda maneja su celular. El hombre que la acompaña de gorra negra imitación de Nike, cabellera larga y musculosa gris solo se ve haciendo presencia, como si su cuerpo estuviera ahí pero no sus cinco sentidos para llegar a una conversación con la mujer, su mente parece lejana.

Se puede ver el contraste de gris a color entre las dos parejas, ya que la segunda por el contrario, si se ve feliz, la mujer de rizos negros y vestimenta negra está sonriendo mientras pone la mano en su cara, da la impresión de que se encuentra algo apenada por lo que aquel hombre le dice, el hombre calvo con el mate en la mano es algo pícaro. Su mirada comunica que oculta algo y su sonrisa lo confirma.

La plaza queda al lado de la estación de tren Pueyrredon, de fondo suena la sirena avisando que el tren que va hacia retiro está por llegar, se escuchan los rieles y de lejos alcanzo a ver lo lleno que viene el tren, las personas parecían hormigas, unas entrando y otras saliendo. Seguí viendo a mí al rededor y encontré una niña de moñitos, con lagrimas en los ojos y se quejaba del dolor, la señora que por lo visto era su madre, la consentía y le susurro algo al oído logrando que la niña soltara una carcajada en medio del llanto, el señor que las acompañaba revisaba la cadena de la bicicleta barbie intentando acomodarla.

Estoy sentado con las piernas cruzadas y observando a mi alrededor mientras escribo esto, de repente se me acerca Benjamín, un chico de aparentemente cinco años y una cara que irradia alegría, me pregunta: “señor, ¿tenés algo de comida para las palomitas?” yo encantado con el pibito, le niego con la cabeza y él se va corriendo, atrás venía una mujer, agitada y con muchas cosas en sus manos gritando: “vení acá Benja” así fue como descubrí su nombre.

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andrés galán
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Estudiante de periodismo, universidad abierta interamericana.