A money problem
Miami — New Orleans — Miami
Ya estábamos tardando pero allá vamos.
“La inflación se crea en Washington, porque sólo Washington pueden fabricar dinero. Cualquier otro intento de desviar la culpa a otros grupos, es incorrecto.
Los consumidores no la provocan, los productores no la provocan, los sindicatos no la provocan, jeques extranjeros no la provocan, los importadores de petróleo no lo provocan.
Entonces ¿qué es lo que provoca inflación?
Pues demasiado gasto público y demasiada creación de dinero por parte de los gobiernos. Eso y nada más que eso es lo que produce inflación.”
Esto no lo digo yo, ya me gustaría. Lo dijo Milton Friedman, premio novel de economía en 1976. Un tipo muy peculiar. Adorado y criticado a la vez, que llegó a tener una serie de televisión sobre economía que hoy se puede ver en YouTube.
Cada vez que existe un problema de inflación, aparecen vídeos del señor Friedman con seguidores y detractores. Quizás su versión del asunto pueda parecer demasiado sencilla para un problema tan complejo, pero desde luego, es precisamente en su sencillez donde reside su belleza.
«La inflación es un fenómeno monetario», es lo que el señor Friedman ha pregonado sin parar. Hay inflación porque alguien imprime papelitos verdes. No es Putin ni su guerra en Ucrania, ni tampoco la avaricia del empresario, ni la subida de los costes de la energía. Toda la culpa es del banquero central que, presionado por el político, imprime más dinero de la cuenta.
Joan Tubau, un tipo original al que sigo con curiosidad cada semana comentó en las redes que “la mayor mentira que le contaron en la universidad es que el banquero central es independiente. El BCE tiene un objetivo: la estabilidad de precios. Pero desde hace años controla también las primas de riesgo, ayudando a que los PIGS se financien barato. Aquí es donde la jodieron.”
Pero esta no es mi guerra. Es un jardín en el que seguramente acabaré perdido. Acabo aquí sugiriendo que miren la inflación de otros países que decidieron no imprimir. Países con la misma crisis energética la misma guerra. Cuanto menos, curioso.
Por otro lado hay un tema muy interesante, y es la capacidad que la tecnología tiene para anticipar el comportamiento inflacionario y tomar decisiones al respecto. Paradójicamente intentar adivinar la evolución de precios y sus repercusión en la economía no es precisamente de las tareas más complicadas que se pueden asignar a un sistema de aprendizaje e inteligencia artificial. ¿Qué ocurriría si un algoritmo tomara las decisiones a partir de datos objetivos? Pues, a pesar de venir del mundo de la tecnología y vivir y defender la fría verdad del dato, creo que quizás no sea una buena idea. Somos humanos y vivimos rodeados de emociones.
No hace falta ver Matrix o estar bajo las órdenes de Skynet para entender que muchas de las decisiones que se toman desde los gobiernos obedecen al resultado de encuestas, sentimientos y factores humanos que nos hacen diferentes. Y esto es quizás lo correcto, pero a esto hay que sumar el tremendo cortoplacismo que significan las elecciones. Un auténtico drama que sufrimos periódicamente y en el que ya desaparecen del todo las decisiones basadas en datos, las racionales y las que están basadas en sentimientos y emociones. Sólo importan las que convienen para estirar el chicle. Seguramente porque se engañan pensando que una vez superada la reválida, podrán tomar las correctas (como muchas veces ocurre, las famosas mentiras electorales). Esto lo vemos en todos los colores y en todos los países. Algunos con más consecuencias que otros.
Acabo diciendo lo que el señor Friedman repetía algunas veces. El libre mercado no es para beneficiar a los empresarios, a los gobiernos o a los sindicatos. El libre mercado protege y beneficia al consumidor medio.