El problema no son lo políticos (ni su color). No son los mexicanos. No son los empresarios. Ni los desempleados. La clave real es el enorme tamaño que tiene el Estado.

El espacio de libertad individual que tenemos es ya muy limitado. Doy un ejemplo simplón: el gobierno es el que decide si podemos o no tener un salero en la mesa. “¡Pero es que está cuidando de nuestra salud!”, “¡Pero es que si no el mexicano se va a morir de hipertensión”. Ok. Pero entonces, somos nosotros los que le hemos dado ese enorme poder al Estado.

Entonces el problema ahí es que al sobre-regular con el pretexto de que estamos “cuidando” de la población (que obvio, necesita de la regulación estatal para poder convivir… porque si no… ¡imagínense! ellos solitos poniéndose de acuerdo y cuidándose!… ¡Horror!), corres el riesgo de que llegue un Gobierno como los actuales Trump, Erdogan, AMLO, Duda, Putin, Li, etc. que usarán todo ese poder otorgado al Estado -y que originalmente tenía “buenas intenciones”- para consolidarse o consolidar su idea de “bien moral”.

Ante las distintas opiniones (y realidades), no nos vamos a poner de acuerdo sobre una sola idea de Bien Moral. Y el espacio para que sea la sociedad, en su diversidad, quien decida el rumbo del país, ha quedado enterrado en una idea frustrada de descontento y división. Pero es la consecuencia natural de la hiperactividad legislativa la que nos ha limitado, al creer que el Estado siempre tendrá un buen Gobierno.

--

--