Cinco consejos para perseverar en la oración…

Si ya has agotado todos tus recursos.

Tutu Candy
Socios de Dios
7 min readJun 25, 2019

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Ilustración inspirada en el retrato de Jesús, del artista Peter Vieri Bianchi.

Quiero comenzar compartiendo contigo una frase de santa Teresa de Ávila que define, de una manera hermosa, lo que es la oración:

Oración es tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas, con quien sabemos nos ama.

La oración, es entonces, esa línea de conexión con Dios amigo. Así como Dios me amó primero (Vid. 1 Juan 4, 19), es Él mismo quien toma la iniciativa de buscarme, incluso mucho antes de yo necesitarle. Dios me llama incansablemente, y de manera muy personal, al encuentro misterioso de la oración; pero… ¿qué pasa, cuando por más que lo intento, me cuesta mucho responder a esa iniciativa divina de ir a su encuentro?

Desde mi experiencia, en mis momentos de oración se me hace muy difícil concentrarme; porque es justamente en esos momentos cuando mi cerebro se dispone a trabajar al 1000%, ¡literalmente! Cuando voy a orar comienzo a pensar en todo aquello que tenía pendiente y no hice, lo que debo hacer, lo que me gustaría hacer, viajo al pasado y también al futuro, se me viene a la mente esa canción que está de moda, recuerdo ese extraño sueño de hace dos semanas, aparecen las musas y me susurran ideas magníficas de cómo podemos conquistar el mundo; ideas que probablemente olvide luego de terminado mi momento de oración — algo bastante irónico— para luego entrar en un estado de letargo absoluto; en el que mi mente queda completamente en blanco, mis ojos ya no son dueños de sí mismos y mi boca, que no para de bostezar, tampoco… Imagino que esto se debe a toda la sobrecarga de trabajo generada, pero lo más interesante de esta situación; radica en la manera en que el cerebro logra recomponerse, prácticamente en cuestión de milisegundos, cuando termino de orar. ¿Misterios de la ciencia? No diría que de la ciencia — risas — porque si bien Dios obra de maneras misteriosas, pienso que el enemigo también.

Esta es una batalla interna que lucho a diario… Hay días en los que salgo victoriosa y otros tantos en los que el enemigo me derrota, y son esas derrotas las que en cierto modo me hacen cuestionarme… ¿Qué pasa conmigo? ¿Por qué si amo tanto a Dios me cuesta sobremanera hablar con Él? ¿Por qué cuando me dispongo a orar, las cosas del mundo me absorben? ¿Por qué se me traban las palabras y no sé qué decir y mucho menos cómo decirlo? ¿Por qué si siento a Dios tan cerca de mí, parece tan forzado el hecho de acercarme yo a Él?… Es algo difícil de explicar que me hace sentir bastante culpable; porque al parecer no le estoy amando lo suficiente.

Ahora bien, el Señor, que conoce nuestro corazón y nuestras verdaderas intenciones (Vid. Proverbios 21, 2); quiso dar respuesta a mi inquietud a través de un sacerdote, y esas palabras me ayudaron muchísimo a comprender mi situación:

Todos amamos y demostramos nuestro amor de maneras distintas y únicas, y Dios las valora, las abraza y las comprende todas; y así mismo pasa con la oración.

Fue en ese momento que entendí lo que sucedía conmigo… Puede que la manera en que yo me relaciono con Dios sea algo tosca y menos romántica de lo que desearía, pero es mi manera y será bien recibida por Dios siempre que lo haga de corazón. Aunque a veces no fluyan las palabras, aunque en ocasiones no se sienta bien, en algunas se sienta forzado o en otras no sienta nada; simplemente se trata de estar allí como Jim — si leíste Cinco panes y dos peces, del cardenal Van Thuan, sabrás a qué me refiero — porque el solo hecho de querer orar y de disponernos a orar ya es oración.

Si te identificas con mi historia, si no logras avanzar porque sientes que ya agotaste todas tus ideas; quiero compartir contigo cinco consejos que he llevado a la práctica y me han funcionado, y puede que a ti también te sean de utilidad.

1.- Ten presente a Dios en todo momento.

No solo oras cuando dispones de un tiempo y espacio y te dedicas a hacerlo… Levantarte y que tu primer pensamiento sea dar gracias a Dios por un nuevo día y porque estás vivo; eso es oración. También oras cuando ves la creación a tu alrededor; la disfrutas y das gracias por ella, cuando consagras todas tus obras al Señor, cuando al tomar cualquier decisión pides luces al Espíritu Santo, cuando eres consciente de tus fallas; las lamentas y pides perdón por ellas, cuando ofreces en sacrificio aquellas cosas que tanto te cuesta hacer, cuando piensas en Dios en tus alegrías y en tus penas, cuando te pasa algo y reconoces que fue Él quien lo hizo posible, cuando te compadeces por el que sufre y le tiendes tu mano, cuando prefieres servir antes que ser servido, cuando piensas menos en ti y más en los demás y podría seguir… así que aprovecha cualquier momento del día para agradar a Dios y, sin darte cuenta, ya estarás orando.

2.- Dispón de un espacio

Tener dispuesto un espacio para mis momentos de oración, me ayuda a recordar que debo hacerlo; por eso te recomiendo que asignes uno en algún lugar de tu casa o de tu habitación y, si es posible, ten en ese sitio algún devocionario con tus oraciones favoritas, un crucifijo, una imagen de mamita María, un rosario, algún póster y/o cualquier otro objeto con el que puedas darle un toque personal; y así te sientas más en ambiente. Esto ayudará a disponer tu corazón para facilitar el encuentro.

3.- Cultiva tu amistad con Dios

Recuerdo que en mi habitación colgaba de la pared un cuadro con el rostro de Jesús; acompañado de un mensaje que decía: Jesús, el amigo fiel que nunca falla… Debo confesar que en aquellos tiempos, mi relación con el Señor era muy pero muy pobre y por tanto, dicho cuadro no era de mis favoritos y mucho menos me sentía identificada con la frase; porque yo no veía a Jesús como un amigo, o mejor dicho, no le veía como un amigo íntimo o cercano — triste, ¿verdad?

Con esta historia quiero mostrarte que mientras más tiempo le dediques a Dios, tu relación con Él irá mejorando y se hará cada vez más íntima y más necesaria. No puedes sentirte cercano a alguien si no le dedicas tiempo.

4.- Crea hábitos

El Catecismo de la Iglesia Católica nos dice: «Se ora como se vive porque se vive como se ora»; esto quiere decir que si no vivo en Cristo, tampoco podré orar en su nombre. La oración supone siempre un esfuerzo, pero estoy en el deber de educar mi voluntad para que desee hacer cosas que me permitan crecer, espiritualmente, y acrecentar mi amor a Cristo.

Mientras más se va conociendo al amado, más se le va amando.

Se trata de hacer el esfuerzo, de dedicarnos un tiempo de calidad con Dios para conocerle mejor, para contarle de nosotros y sobre todo para escucharle.

Un libro que me ha ayudado muchísimo a crear hábito, es la tercera entrega de la serie YouCat; titulado Tu libro de oración, que ofrece un pequeño programa de oración de dos semanas y un compendio de oraciones agrupadas por temas; para hacer uso de ellas según nuestras necesidades. Un must have súper recomendado.

5.- Reinvéntate

Pienso que es bastante provechoso valernos de nuestros dones y talentos para hacer oración. Por ejemplo, yo tengo un poco más desarrollado mi lado artístico y eso me ha ayudado a descubrir nuevas maneras de comunicarme con Dios. ¿Cuáles son tus talentos? El dibujo, la pintura, la escritura, la danza o acaso… ¿La música? Cualesquiera que sean, aprovéchalos para alabar a Dios a través de ellos y alabando estarás orando.

Si al igual que yo, te cuesta mucho expresarte con palabras y lo tuyo va más con escribir eso que sientes y piensas; te recomiendo la práctica del journaling católico. La finalidad de esta técnica radica en que escribas, en un diario, todo aquello que te gustaría conversar con el Señor; como por ejemplo: lo que aconteció en tu día, las situaciones o momentos en los que sentiste su presencia, tus dudas, tus temores, tus tristezas, tus alegrías, frases que te hayan tocado del Evangelio, de alguna homilía o de alguna santa lectura y quieres recordar o repetir como jaculatorias (anota cada frase en un post it y pégalas en los sitios que más frecuentes), etc.

Si te gusta la poesía puede escribir versos como san Juan de la Cruz, si te gusta la música puedes componer canciones, si te gusta dibujar; puedes acompañar tus escritos con ilustraciones. En mi caso, ahora que estoy de viaje, me ayudó mucho el hecho de dibujar el rostro de Jesús porque es ese, por los momentos, mi pequeño espacio de oración y un punto de encuentro, muy personal, con Él.

Como consejo adicional, fíjate en mamita María que guardaba todas las cosas y las meditaba en su corazón, o en los santos; que eran personas de oración muy creativas. Lee sus historias y aprenderás mucho de ellos.

Me despido con ese cuadro que tantas veces vi y que hoy despierta tantas emociones en mí…

Gracias Señor Jesús, por ser el amigo fiel que nunca falla.

Jesús de Nazaret por Peter Vieri Bianchi

¿Crees que estos consejos pueden ayudarte? ¿Tienes tú algún consejo que pueda ayudarme a mí? Déjamelo saber en los comentarios. Ora por mí que yo oraré por ti para que podamos ser perseverantes en este camino de la oración. Un abrazo y que Dios y María te bendigan ;)

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