Del dolor al amor.

¿Cómo enfrentar el dolor y que no se convierta en sufrimiento?

Ricardo Ortiz Solis
Socios de Dios
9 min readDec 2, 2019

--

Photo by Penguinuhh on Unsplash

Hola, mi nombre es Ricardo. Quizás no me conozcas y como este es el primer artículo que comparto contigo; voy a contarte un poco sobre mí porque de corazón quiero que me conozcas, y si Dios lo permite, pueda surgir de aquí una buena y duradera amistad.

Nací en Enero de 1994, tengo 25 años y desde muy pequeño he sido muy hiperactivo — no puedo estar quieto por mucho tiempo. Me gusta mucho la música, las artes plásticas, la tecnología, reflexionar sobre la vida y las situaciones que conllevan; pero sobre todo me llena mucho el hecho de poder servir y ayudar a los demás de cualquier manera que me sea posible — siempre me ha obsesionado buscarle solución a las situaciones y no me detengo hasta lograrlo. Estudié la licenciatura en Derecho y desarrollo mi profesión como abogado — cuando mezclo mi vocación de servicio con el amor a Dios en verdad logro sentirme pleno. Según mi profesión podrías pensar que soy súper sociable y extrovertido pero realmente soy una persona a la que le han costado mucho trabajo las relaciones intrapersonales porque de cierto modo me gusta la soledad. Tal vez pienses en la soledad como algo malo; yo solía hacerlo hasta que la vida me mostró que en ella, y sobre todo en el silencio, es donde más logro escuchar la voz de Dios en mi interior; y estando conectado con Dios, podré hacer siempre su voluntad y no la mía.

Mi misión, a través de esta lectura, es poder llegar a todo aquél que necesite unas palabras de aliento. Busco compartir contenido positivo para inspirar y demostrar que todos podemos ser buenos y felices sin importar nuestro pasado porque…

Nunca es tarde para comenzar de nuevo.

El contenido que vamos a trabajar está basado en la Palabra de Dios y sobre todo en mi experiencia personal; en lo que he vivido a lo largo de mi corta edad y en lo que he aprendido a través de lecturas varias y encuentros espirituales con Dios. Te invito a ponerte cómodo así que empecemos con este sencillo diálogo; te prometo que no te arrepentirás…

Todos en esta vida tenemos o hemos pasado por batallas que han provocado dolor, miedo y angustia en nuestro interior; y nos hemos hecho muchas preguntas a las que no hallamos respuestas porque… ¿cuál es esa meta que tenemos en común tú y yo? ¡La felicidad! Déjame decirte que no es muy complicado este tema de ser felices; lo único que debemos hacer es conocernos a nosotros mismos, observar que en lo más pequeño está lo más grande, y confiar en que eso que necesitamos para alcanzar la felicidad; está más cerca de lo que creemos. Una vez que hayamos logrado esto, habremos encontrado el sentido de la vida. Permíteme explicártelo de otra forma…

¿Dios permite el sufrimiento?

Si bien es cierto que todos en esta vida tenemos problemas, no menos cierto es que cada uno de nosotros decide que tanto nos afectan los problemas. Tenemos la capacidad de elegir ser felices en medio del dolor, y el único que nos da esa fortaleza para enfrentar cada tribulación, es nuestro Padre Celestial; porque Él nos creó a su imagen y semejanza (vid. Gn 1, 26).

Es importante tener claro que así NO lo ha querido Dios cuando por amor nos creó. Podemos apreciar que al final de cada uno de los seis días de la creación, siempre leemos “y vio Dios que era bueno…” (vid. Gn 1, 31); por lo tanto, vivir en un estado de dolor constante no era parte del plan amoroso de la Creación.

No podemos aceptar la teoría que dice que el bien y el mal son principios que existieron desde el comienzo juntos. El dolor es consecuencia del pecado original y se manifiesta de muchas maneras; cada persona lo sufre y lo asimila de forma diferente. Vivir una situación dolorosa y ser conscientes de ella nos hace sufrir. El sufrimiento es entonces esa experiencia, fruto de un dolor, que nos involucra por completo en él. Por ejemplo; cuando me lastimo el pie no solo sufro físicamente, puedo sufrir también sentimental o hasta psicológicamente: el dolor me impide realizar alguna actividad para la que me había preparado física y mentalmente; y el hecho de que ya no podré realizarla porque no puedo caminar bien, me hace sentir frustrado.

El dolor como consecuencia del pecado.

El dolor llega a vincularse de manera muy íntima y estrecha con el pecado. Cada vez que pecamos — tratando de graficar la realidad — ; es como si un pedacito de nuestro corazón muriera y eso causa dolor. Al demonio le encanta hacernos creer primero; que si pecamos no pasa nada, total la misericordia de Dios logra redimir cualquier mancha, pero… Luego de habernos empujado al pecado, nos hace creer que no somos dignos del perdón de Dios; alejándonos total o parcialmente del Señor, hundiéndonos en un escenario de dolor y de sufrimiento.

Así mismo puedo darte otros ejemplos en los que si no sabemos enfrentar una situación dolorosa vivida; el sufrimiento generado puede llevarnos a la depresión: tal es el caso de la traición de un amigo, una ruptura amorosa o un vacío interior de esos que van acabando con nuestro propósito y ganas de vivir.

Photo by Cathopic

Como ves, nos vamos haciendo impotentes frente al dolor; pero existen distintas actitudes que podemos aplicar para enfrentarlo. De cómo cada uno de nosotros actúe, dependerá qué tan felices seremos. ¿Quién quiere sufrir? ¡Yo no y me imagino que tú tampoco!

Hemos sido creados para amar y ser amados; sobretodo para ser felices.

Actitudes frente al dolor:

La actitud más común para no sufrir es huir del dolor, no aceptarlo o negar su existencia. Sumergirnos en el libertinaje sexual, las borracheras o hasta las drogas, en algunos casos, con tal de evitar aquella situación que tanto nos aqueja. Otra actitud es la resignación negativa: “Bueno, pues… ¿Qué le vamos a hacer? Me tocaba, hay que seguir…”

En ocasiones cometemos el error de pausar nuestra vida y detenernos a pensar en cuánto nos afecta y cuándo acabará ese dolor en nuestro corazón; pensar en que: «nunca me dejará de doler; ¡mi vida está arruinada!, ¿qué caso tiene seguir viviendo?, ¡la vida ya no tiene sentido! ». Más allá de todo esto, el sufrimiento es una verdad que debemos aprender a sobrellevar. Aunque no lo pensemos en un principio y nos cueste trabajo aceptarlo, el dolor nos entrena y nos brinda muchas herramientas; así que aquí te comparto algunos consejos que me ayudaron a enfrentarlo y a lidiar mejor con él:

  • No permitir que las situaciones dolorosas que he vivido, estoy viviendo o viviré, afecten mis actividades diarias y mis objetivos de vida.
  • Aceptar el dolor con amor, hacer las paces con él y aprender a ser feliz en el camino.
  • Trabajar más en mi vida de oración.
  • Dedicar tiempo para ejercitar mi cuerpo y mi mente.
  • Practicar más la gratitud y la nobleza.
  • Intentar tener siempre una sonrisa (aunque me cueste).
  • Reconocer mi impotencia.
  • Y sobre todo NO martirizarme pensando en ¿cuánto tiempo me va a doler? sino más bien VIVIR UN DÍA A LA VEZ; teniendo plena fe y confianza en que Dios me levantará.

Bien, tal vez estés pensando: — ¡Muy buenos esos consejos Ricardo!… Pero es que es muy dura la situación por la que estoy pasando. ¡Nadie me entiende! Es imposible aceptarlo y dudo mucho que algún día me deje de doler. Si Dios me ama… ¿Por qué permite esto en mi vida? — Y yo te respondo que he ahí la clave de todo esto: Es en los momentos de dolor cuando más debemos tener fe; porque cuando nos levantemos sabremos con certeza que para Dios no hay imposibles (vid Mc 10, 27).

Oración a la Serenidad por san Francisco de Asís.

Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo y la sabiduría para conocer la diferencia; viviendo un día a la vez, disfrutando un momento a la vez; aceptando las adversidades como un camino hacia la paz; pidiendo, como lo hizo Dios, en este mundo pecador tal y como es, y no como me gustaría que fuera; creyendo que Tú harás que todas las cosas estén bien si yo me entrego a Tu voluntad; de modo que pueda ser razonablemente feliz en esta vida e increíblemente feliz Contigo en la siguiente. Amén.

Recordemos que Jesucristo convierte el sufrimiento en un camino para vivir el amor. Él cargó sobre Sí nuestros pecados y sufrimientos, y les dio muerte con su propio sacrificio, pero, después de tres días nos dio la victoria.

El pecado, la muerte, el mal y el sufrimiento no tienen la última palabra.

La misericordia de Dios ha vencido, Jesús nos ofrece un nuevo camino; el camino del amor, que implica necesariamente aceptar el dolor cargando nuestra propia cruz. En Cristo no solamente aprendemos a vivir con el dolor; sino que le damos un sentido nuevo y eso nos brinda la oportunidad de crecer en el amor.

Photo by Luis Ángel Espinosa on Cathopic

Ahora subimos a Jerusalén y el Hijo del Hombre será entregado a los jefes de los sacerdotes y a los maestros de la Ley; lo condenarán a muerte y lo entregarán a los extranjeros, se burlarán de Él y le escupirán, lo azotarán y lo matarán, y tres días después resucitará. (Mc 10, 33–34)

Quiero invitarte a que paremos un segundo e intentemos pensar en el dolor que vivió Jesús clavado en la cruz. Ahora… ¿Crees ser capaz de tener la fe que Él tuvo y creer en que Dios nos salvará?

Cuando Dios permite una situación difícil en tu vida es para acercarte a Él, no te aferres al problema.

Phot by Il ragazzo on Cathopic

Así que pongan sus preocupaciones en las manos de Dios, pues Él tiene cuidado de ustedes. Sean sobrios y estén vigilantes, porque su enemigo, el diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar. Resístanle firmes en la fe, sabiendo que nuestros hermanos en este mundo se enfrentan con persecuciones semejantes. Dios, de quien procede toda gracia, los ha llamado en Cristo para que compartan su gloria eterna, y ahora deja que sufran por un tiempo con el fin de amoldarlos, afirmarlos, hacerlos fuertes y ponerlos en su lugar definitivo. Gloria a Él por los siglos de los siglos. Amén. (1Pe 5, 7–11).

Creer en el Señor implica confiar en Él; y para hacerlo necesitas conocerlo más, porque como decía san Agustín: «no se puede amar lo que no se conoce ». Leer y vivir su Palabra es el medio que el mismo Dios te ofrece para lograrlo.

En medio de la prueba clama, suplica, lee, búscalo, porque Él te responderá.

Photo by Cathopic

El alma sabe mucho más que nuestra mente física oscurecida por los sentidos limitados. Somos mucho más que el cuerpo, somos almas eternas; el dolor nos enseña, nos humaniza, nos vuelve más empáticos con los demás, derriba las barreras del ego en un instante y nos hace valorar lo que dábamos por hecho.

Cuando las preocupaciones asedian y se multiplican dentro de mí, tus consuelos me alegran el alma. (Sal 94, 19).

Piensa en todos aquellos momentos de sufrimiento que has vivido hasta hoy, y dale gracias a Dios por cada uno de ellos. ¿Eres más fuerte y más valiente luego de superar todas esas pruebas? Te invito a ofrecer ese dolor que estás viviendo en este momento a Dios; y quiero que juntos oremos por todos los que sufren y combaten esa gran batalla.

Si te gustó este contenido, te invito a que lo compartas con tus seres queridos y que si es tu querer, puedes seguirme en mi red social @rcrdortizs; en donde espero me hagas saber sobre qué otros temas te gustaría que conversáramos. Con amor; tu servidor y amigo

--

--