El cambio, la lucha contra el equilibrio

Lo conocido, lo cómodo, lo sencillo, lo regular, la estabilidad, la zona de confort, el equilibrio. La homeostasis.

Santiago Sarceda
soltando ideas
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3 min readFeb 9, 2018

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La homeostasis es una propiedad de los organismos (seres vivos) que consiste en mantener un equilibrio entre su condición interna y el entorno.

Nuestra naturaleza nos impulsa a buscar constantemente el equilibrio.

El universo nos empuja constantemente al cambio.

Estamos vivos para luchar contra la entropía inevitable e irreversible del universo. Y eso es lo que nos genera el sufrimiento al que se refirió Siddhārtha Gautama: el deseo por mantener el equilibrio conocido, y la aversión al caos desconocido.

De esta dialéctica entre el equilibrio y el cambio emerge la vida: el amor, la guerra, el arte, el lenguaje, las ideas, la tecnología. Todo es un escape hacia adelante del universo en otro nivel de complejidad, fruto de este equilibrio dinámico de yin y yang.

El yin lo pasivo, lo conocido, el equilibrio.

El yang lo activo, lo desconocido, el cambio.

Esto es lo que nos cierra la garganta, nos acelera el pulso y nos hace sentir mariposas en el estómago: el miedo a lo desconocido.

Cuando cambiamos de trabajo, cuando nos mudamos, cuando hablamos con alguien a quien no conocemos, cuando nos exponemos a que nos juzguen. Todas estas son distintas expresiones de cambio, de lo desconocido.

Las sensaciones físicas de nuestro cuerpo son las primeras señales de nuestro organismo frente al cambio del entorno, que desencadenan una serie de respuestas neuroquímicas que se traducen en sentimientos; nuestro cuerpo y cerebro activados por ciertos neuropéptidos y neurotransmisores resulta en determinada modalidad de pensamiento: si estamos “tristes”, pensamos de una manera, si estamos “entusiasmados”, pensamos de otra.

El modo en que pensamos es una rutina de procesamiento de información con la que el cerebro busca el equilibrio entre el entorno y el estado interno del organismo, es decir, la homeostasis.

Si pensamos con miedo, tomaremos decisiones distintas a las que tomaríamos si pensamos con entusiasmo.

Lo ideal entonces es poder tener control sobre cómo pensamos.

Pero al momento de estar parados frente al cambio, difícilmente podamos sacar una libreta, anotar pros y contras, y armar una estrategia de acción.

El cambio es siempre ahora, siempre instantáneo, siempre urgente, no da lugar a la acción deliberada. Y nuestros modos de pensamiento se desencadenan como una acción inconsciente habitual más.

Lo único que podemos hacer entonces es comenzar a cambiar nuestros hábitos de pensamiento con el objetivo de que nuestra futura respuesta frente al cambio deje de paralizarnos y nos ayude a tomar acción.

Para todo cambio de hábito inconsciente es indispensable la fuerza de voluntad, es decir, nuestra atención consciente; poner nuestro córtex prefrontal al mando, esa parte del cerebro encargada de planificar.

Sobre eso ya escribí bastante.

Al momento de estar frente al cambio, es indispensable dejar ir los pensamientos que surgen de nuestra mente para alertarnos sobre las potenciales “consecuencias catastróficas” de las cuales deberíamos huir, y concentrarnos en las sensaciones físicas que surgen de nuestro cuerpo.

Sentir el pecho aprisionado, el corazón latiendo aceleradamente, el estómago nervioso. Respirar y determinar conscientemente que eso que sentimos no es miedo sino una sensación natural frente a una oportunidad de crecimiento.

Sólo así podemos, paso a paso, dejar de sufrir y tener miedo para comenzar a sentir curiosidad y entusiasmo por el cambio.

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Santiago Sarceda
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