El ego: el mapa que no es el territorio

Santiago Sarceda
soltando ideas
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4 min readOct 17, 2018

El cauce de un río se forma por el agua avanzando por el mismo lugar durante días, meses, años. A medida que el cauce se hace más profundo, mayor cantidad de agua lo puede recorrer, reafirmado así su forma. Si vemos el cauce de cualquier río y sus ramificaciones desde arriba, podemos ver el aprendizaje del agua recorriendo el terreno.

Quizá una roca haya causado un desvío, quizá una pendiente haya acelerado su recorrido; el agua, a cada momento, se adapta a su entorno y continúa su fluir constante, sin recordar su recorrido previo, sin dudarlo, sin pensarlo. De esta manera “irracional”, intuitiva, sin planes ni estrategias, el agua encuentra siempre el camino óptimo para llegar de un punto a otro atravesando un terreno repleto de obstáculos y particularidades.

Nuestro ego es como el cauce de un río formado por nuestras acciones, percepciones e ideas que procesamos durante nuestra vida. La tierra es nuestro cerebro y el agua la consciencia que lo atraviesa.

Momento a momento, la consciencia se enfrenta a su entorno, como el agua del río se enfrenta a la roca, y toma un camino, activando así cierta cadena de neuronas que hacen sus conexiones un poco más fuertes, como el agua profundizando a su paso el surco en la tierra.

La diferencia es que el agua, al enfrentarse a una nueva roca, no recuerda si a la anterior la esquivó por la izquierda o por la derecha, simplemente avanza; sin miedos se enfrenta con el nuevo obstáculo como si fuese la primera vez.

La consciencia operando desde la mente humana, en cambio, al enfrentarse a una nueva roca, se encuentra en primer lugar con la cadena de neuronas que se activaron al enfrentarse a su primera roca, que a su vez se conecta con una segunda cadena de neuronas que se activaron luego de esquivarla por la izquierda. Así se encuentra dentro del cauce generado por la impresión cerebral formada por las acciones tomadas frente a la primera roca; la experiencia racional.

Si el agua tuviese acceso a un mapa de su recorrido hasta el momento, y pudiera revisarlo al momento de encontrarse con una segunda roca, vería que la acción aparentemente ideal sería esquivarla por la izquierda.

El mapa cerebral formado por estímulos y respuestas experimentados durante años es lo que forma nuestro ego; la mente es una herramienta que le da sentido al mundo, y está formada por nuestras creencias, nuestros hábitos, nuestras costumbres. Esta experiencia es lo que nos hace nosotros, formando nuestra “identidad”, como un ente separado del todo.

Tener un mapa que nos permita aprovechar los aciertos del pasado para intentar optimizar las decisiones del presente nos genera una sensación de aparente control: “¡Una piedra! No hay problema, como sé que la piedra anterior la esquivé rodeándola por la izquierda, voy a hacer lo mismo.”

Tener un mapa nos da seguridad. Ese mapa –como el cauce de un río– permite que la consciencia –como el agua– fluya cada vez más seguido por su recorrido, haciéndose cada vez más profundo. Pero el agua que recorre por primera vez territorio virgen no tiene un surco que seguir, no tiene acceso a la experiencia pasada en forma de un cauce profundo y seguro.

El momento presente es siempre para la consciencia un territorio virgen. En este sentido puede caer en el surco formado por sus experiencias pasadas, o crear un nuevo patrón fluyendo intuitivamente como el agua, confiando en que de esa manera, eventualmente, el camino que siga resultará ser óptimo.

Muchas veces no avanzamos sin antes consultar el mapa de referencia. Nos da una sensación ilusoria de control, y hace que todo sea en apariencia más seguro. Lo que debemos recordar es que usando el mapa, actuando inconscientemente, lo único que es seguro es que formaremos en el momento presente un surco con el mismo patrón que se formó en el pasado: viviremos las mismas experiencias, llegaremos a las mismas conclusiones, sentiremos las mismas emociones, obtendremos los mismos resultados.

Consultar el mapa racional de la experiencia es lo contrario a nuestro ser intuitivo que nos permite adaptarnos al momento y ser como el agua.

Seguir un mapa para explorar un terreno desconocido puede ofrecer seguridad, pero nunca resultará en nuevos aprendizajes ni crecimiento. Por eso es tan importante enfrentarse a cada momento con plena consciencia y ser como el agua fluyendo sobre territorio virgen, sin la seguridad del cauce profundo pero con la certeza absoluta e inevitable de que su recorrido será siempre óptimo.

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Santiago Sarceda
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