Pequeñas dosis de amor dispersas

Beba
Beba
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6 min readFeb 11, 2019

No todos los febreros son rojos y cursis. No todes pensamos el amor con frutas. No siempre podemos pasar de largo las stories de sorteos de cenas para dos sin sentir que algo nos hace ruido. No hay un emoji, un gesto o un tipo de palabra que pueda definir lo que el amor representa para cada uno. El amor tiene tantos sentidos como gente en el mundo, tantos colores y olores que no podríamos elegir uno solo que signifique amor.

Como no podemos hacer una nota para contarles a todes qué es el amor, preferimos juntar algunas sensaciones e historias:

Bar Bust

“Cuando tenía quince años perdí la virginidad. A los dos días mi mejor amigo se murió. No lloré tanto como pensaba. Dejé de dormir. Escribí cartas. Le dije a mi novio que ya no sabía lo que era el amor. Al mediodía en la puerta del colegio me separé y caminé cuarenta cuadras hasta casa. Las que caminaba con mi mejor amigo. Después me enteré que mi novio me había seguido. Él tenía miedo de mi tristeza. Yo tenía miedo del amor. Le dije a mi mamá que no creía en el amor y que nunca iba a creer en el amor. Ella me dijo que ya iba a cambiar de opinión pero tardó un montón en pasar.

Tuve otros novios, tuve sexo y tuve drama, pero cuando veía ese gestito que sugería amor yo me iba. A un ex le dejé de hablar una semana antes de decirle que me quería separar. Todavía me da bronca que nadie me pusiera un freno. A otro ex lo destraté durante meses hasta que decidimos cortar antes de ir a almorzar con su viejo. A mi chico lo lastimé ni bien me dijo que me quería. ¿Qué es el amor? Algo que me cuesta tanto tanto que pierdo el control de mi cuerpo y de mi cabeza. Algo que aprendí a querer. Algunas veces me dejé cuidar más que otras. Algunas veces cuide más que otras. Hoy el amor es que respondas mi mensaje a tiempo. Sonreír después de un beso. Que nunca le pongas leche a mi café.”

Ana Montes

“A los cinco años el chico que me gustaba me propuso casamiento abajo de una mesa del jardín de infantes con un anillo de los dálmatas. Nos dimos un pico y salimos de la mano. A partir de ese acto fundacional, los novios se sucedieron en mi vida como una colección inagotable de nombres. Terminaba con uno, lloraba, sufría, odiaba estar así, pero enseguida aparecía otro que me hacía sentir especial de nuevo, querida, mirada. Me gustaba más eso que cualquier otra cosa en el mundo. Amar para mí fue siempre ser amada. Ser lo más preciado para un otro.

Un día un amor largo se terminó y no hubo un reemplazo. Hubo una casa para mí, hubo noches sola y mucho miedo. Concluí que el amor no existía, que era un cuento de hadas mentiroso. Pero odiar el amor se sentía como un resentimiento. Un día sin darme cuenta empecé a notar el amor en actos dispersos. Sentí amor al bailar con amigos hasta las siete de la mañana, sentí amor al hacerle trenzas a una chica hermosa, sentí amor al enamorarme de un chico que vivía lejos solo por un fin de semana, sentí amor al dormir abrazada a un chico de rulos, sentí amor al besarme con mis amigas en el baño de un bar, sentí amor al compartir el desayuno con una pareja que quiero. Lo que siempre me gustó del amor fue sentirme única. Hoy el amor no se traduce para mí en una sola persona, pero lo encuentro todo el tiempo en dosis chiquitas por todos lados y cuando lo encuentro, me siento única.”

Cinthia Giselle Dalama

“Siempre sentí que el amor es un lujo que no me puedo permitir. El de pareja, digamos, ese que vivís en una nube y decís “te amo, te necesito, no puedo vivir sin vos”. Tengo otros planes donde no caben distracciones ni tengo tiempo para eso. Me da paja el amor romántico. Me da paja el drama sin parar.

Durante casi todos mis veintis, no me enamoré, ni me gustó alguien en serio. Fue ver como todes a mi alrededor formaban parejas, compartían con otres y yo no. Eso me generó muchas dudas e inseguridades. Sospeché durante mucho tiempo que era incapaz de sentir amor, y me dio mucha culpa. Terminé pasando bastante tiempo sola, porque las últimas veces que me obligué a salir para “conocer a alguien” la pasé mal, porque no quería estar ahí. Disfruto mucho estar en mi casa en bombacha viendo series y tomando un vino.

Fue difícil al principio: horas en silencio escuchándome pensar, sintiendo todo tanto.

El amor como la paz y la tranquilidad que siento de poder compartir conmigo, mirarme y verme suficiente y auténtica. Ya veré como hago para incluir a otres en esta fórmula, por ahora así como está todo, me alcanza.”

Ayelén Cisneros

“Dicen que el amor es todo. En mí tiene muchas formas y a veces están relacionadas con la culpa, la ansiedad y la tranquilidad. Parece contradictorio.

Haber visto el deterioro de mi padre a lo largo de diez años hasta su muerte fue algo que me marcó de algún modo. Hace unos días pude hacer algo que pocas veces había podido hacer: un recuerdo no relacionado con la enfermedad. Mi pareja me dijo que yo tenía las piernas largas. Le conté entre risas que a mi papá le decíamos playmobil porque sus piernas cubrían exactamente la mitad del cuerpo y el torso la otra mitad. Que por alguna regla estética siempre las piernas deberían ser más largas. Admito que mientras que lo decía, lo recordaba a los cuarenta años con un bastón. Se me estrujó algo ahí y traté de olvidarlo.

Tengo vivos a mi abuela, a mi mamá y a mi hermano. Quisiera estar más presente. No sé cómo articular los momentos de trabajo que son casi constantes, la vida familiar, la pareja, la tesis y los amigos. Pienso mucho en la falta.

Mi novio pone un lavarropas y me lava mi ropa cuando llego agotada. Emilia me dice que es un gesto de amor. Yo lo sé, y a veces me pregunto si estoy a la altura.

Leo que somos la generación que el amor tiene que dejarle de doler. Me resulta raro.”

Emilia Ruiz de Olano

“Y entonces, ¿qué es el amor? Pienso y recuerdo todos los varones, todas las relaciones. Siento que alguien borró el historial de mi vida amorosa antes de*. Termino llorando en los brazos de mi vieja, que me sugiere que escriba sobre todo lo que no es. Pero pensarlo de esa manera es seguir haciéndolo desde la falta. De todos los que pasaron por mi vida siempre supe decir qué era lo que faltaba, por qué el amor no era perfecto, por qué esa relación no funcionaba, por qué ninguno era suficiente. Hasta recuerdo el primer día que el amor no me alcanzó: tenía cinco años y Manuel había vuelto de su viaje a Disney con un paquete enorme para mí. Su papá dijo que estaba lleno de todos los dibujitos que me había hecho por día. Cuando lo abrí, sólo había un paraguas de Mickey. Estuve una hora llorando en el piso.

*A los 24 años una mano sujetó mi cuello y la otra me zamarreó contra una pared “para que entienda”. Ese día entendí que el amor era de todo menos eso. Ese día, todo el amor que tenía adentro mío, se transformó en la fuerza que me salvó y me hizo gritar ayuda.

Entonces vuelvo a recordar: a los 17 que me sostuvieran el pelo mientras vomitaba fernet, a los 19 que cruzaran la General Paz ida y vuelta para acompañarme a casa, a los 21 el café con dos chorritos de soda antes de ir a laburar, a los 23 un mejor amigo que fue algo más.

A los 25 me abraza una libertad que convive con miles de respuestas sobre lo que no es el amor. Respuestas que constantemente abren nuevas preguntas. No sé decir si me siento cómoda con esto. Las preguntas que surgen a medida que me voy relacionando con una nueva persona no siempre llegan en el mejor momento. Son fuertes y ahora ellas me exigen a mí. “No te hagas la boluda” me dicen. No sé decir qué es el amor. Lo único que sé es que el amor como lo conocía cambió y que hoy no hay nada que ame más que mi intuición.”

(El título de esta nota es una frase que se encuentra en Espuma, Notas de María Luque)

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