508: Te extraño mucho

Maria Bascompte Sacrest
2 min readOct 30, 2018

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Des de que tuvimos que dejar al 508 he sentido como si me faltara una parte muy importante. Y no una parte física, del cuerpo, sino de más allá, del alma.

Pues el edificio Frontmar num. 508 será siempre el mejor lugar del mundo. Punto medio entre, un remanso de paz y el lugar donde ocurrieron esas locuras de mi juventud: Allí besé por primera vez a un chico, y se me fueron despertando todos los sentidos, uno tras otro, como las estaciones, que llegan una tras otra.

No puedo evitar mientras te escribo, sentir una bola de fuego que presiona mi pecho y que brota, sin dudarlo, por mis ojos, en forma de llanto descontrolado: Es que te extraño mucho 508, lloro porqué me gustaría volver, pero ya no puedo.

Cuando llegó el temido momento, y cerré la puerta por última vez, me juré que nunca te olvidaría: Empezando por el olor a cerrado y humedad tan particular que desprendías cuando abríamos la puerta después de algunos meses sin venir. L. siempre decía, con esa sonrisa que la caracteriza: “Huele a casa de la María”.

Siguiendo por los coloridos y majestuosos albornoces de papi y mami que ocupaban gran parte de ese minúsculo recibidor.

Sin obviar el gotéele de las paredes, y mi habitación: mi cama era de madera, y en una esquina había una astilla, se había desgastado con el tiempo y sobresalía: Cuando no podía dormir me dedicaba a moverla como si de la cuerda de una guitarra se tratase.

Recuerdo el pasa platos de la cocina, de esa madera rojiza, que tantas noches se había convertido en el teatro improvisado de los títeres Srta. Eulàlia y Sr. Ramón, que manejaba con tanto garbo mi padre. Y la ventana pequeñita del comedor que daba a la entrada de los apartamentos, donde nació el grito de Paco: “Vuelo HK…”

No puedo olvidarme de la tramontana, ese silbido tan peculiar colándose por la ventana del baño y agitando con brío todas las persianas.

Todavía veo a Gloria leyendo, hasta altas horas de la madrugada en ese sofá floreado, con la única luz que desprendía una pequeña y dorada lámpara de pie. Y a Paco, que regresaba después de una semana de trabajo, haciendo sonar el claxon del viejo Ford familiar: “pi-pi-ri-pi-pi-pipi!!!”

Para finalizar, lo mejor que tenías, 508: Las vistas al mar, el mar en estado puro y salvaje. Continuamente te sorprendía y te hechizaba: Era un espectáculo sin fin.

Ese apartamento sigue todavía en mi recuerdo cargado, a más no poder, de los mejores tiempos de nuestras vidas: Fueron tiempos felices para todos, muy felices.

Fue muy jodido perderte 508,

Te extraño mucho.

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