Abracadabra

Deniss
EÑES
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4 min readMar 11, 2018

«Nada es más importante para la actividad humana que el hecho de que crezca la hierba» —Thor Hanson.

«All kindness begins with a sown seed» —Mary Oliver.

Leyendo un libro sobre semillas, me encontré con un capítulo que habla de aguacates y, al terminarlo, me sentí mal por todas las semillas que he tirado después de desayunar o hacer guacamole. Cuando era niña, pensaba que los «huesos» de frutas como el aguacate o los duraznos eran algo sin vida; el nombre que les damos me hacía pensar en esqueletos y eso en lo que nos convertimos cuando dejamos de respirar. Asumía que habían dado su vida para que la parte que nos comemos creciera y después solo podían ir al cementerio vegetal que es el bote de basura. Jamás pensé que una planta pequeña o, ni cómo imaginarlo, un árbol más alto que yo pudiera crecer de algo que desechamos con tanta facilidad.

Y es que alguien debería contarnos, desde chiquitos, lo importantes que son las semillas. No solamente porque, por nombrar solo un ejemplo, de eso está compuesta la mayor parte de nuestra dieta, sino porque destinos enteros se pueden ver marcados por ellas. Si no pregúntenle a Perséfone, que estaba muy tranquila recogiendo flores en un campo de Enna cuando Hades la raptó para llevarla al inframundo. Deméter, diosa de la agricultura y madre de Perséfone, buscó a su hija por todos lados, pero no fue hasta que Helios habló con ella que supo dónde se encontraba. Harto de que la desesperación de Deméter causara que la tierra dejara de ser fértil, Zeus decidió enviar a Hermes para rescatar a Perséfone de Hades. El problema fue que, para poder volver a casa, Perséfone no debía probar bocado en el inframundo, pero hambrienta o quizá porque Hades la engañó, terminó comiendo seis semillas de granada. Después de eso tendría que volver al inframundo seis meses al año, un mes por semilla, tiempo durante el que Deméter lo pasa tan mal que las hojas de los árboles se vuelven rojas hasta que caen y las ramas se secan por completo.

Pero vamos, no todo sale siempre mal. Para ejemplo basta un botón o, en este caso, una semilla. El padre de Jack había muerto y desde entonces él y su madre vivían solos en el bosque. La comida y el dinero escaseaban, así que no quedaba de otra y habría que vender lo único de valor que poseían: una vaca. Jack se dirigió al pueblo para poner el animal en venta, pero en el camino se encontró a un hombre que amablemente se ofreció a cambiarle la vaca por unas habichuelas. Hasta ahí el trato no suena muy atractivo, pero no eran cualquier tipo de habichuelas, se trataba de habichuelas mágicas. Sin pestañear, Jack cedió a tan conveniente trueque y regresó a casa contentísimo para contarle a su mamá. Al llegar, en lugar de que su madre se pusiera feliz, Jack terminó regañado, su mamá llorando y las habichuelas fueron arrojadas por la ventana para caer en el jardín. Después de eso, como muchos saben, la historia se pone fea pero acaba bien. Resulta que las habichuelas sí eran mágicas, que crecieron hasta llegar al cielo, y que sobre las nubes vivía un gigante millonario al que Jack se tuvo que enfrentar. No estoy muy segura de cuál es el mensaje en esta historia, pero yo me quedo con este: la magia de las semillas es que crecen.

No sé si algún día me vea en la necesidad de vender mi vaca y mucho menos si me encontraré a alguien que quiera cambiármela por habichuelas mágicas, pero hay algo que puedo hacer desde la comodidad de mi casa. Solo hacen falta agua, sol y tiempo para que, si tengo suerte, la semilla de un aguacate eche raíces y le empiecen a salir hojas verdísimas. Desde luego, sé que es difícil, que no muchos lugares tienen las condiciones adecuadas para que una semilla germine y que es muy poco probable que uno de esos árboles dé frutos, mucho menos que se vean como los aguacates que compramos en el súper, pero me emociona mucho pensar en toda la vida contenida en algo tan pequeño (aunque las semillas de aguacate son «grandes» comparadas con otras, al verla en mi mano me parece que sostengo un planeta miniatura), en cómo la posibilidad de una planta se esconde en un caparazón en el que dentro va un bebé con lunch incluido y que tiene todo para crecer si yo la ayudo.

Así que igual y no funciona, tampoco será la primera vez que se intente, y no es que vaya a estar salvando al planeta o algo así, pero voy a intentar crecer un árbol de aguacate. Las semillas son magas muy talentosas como para no intentar ser su asistente en al menos un acto. ¡Pop!

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Deniss
EÑES
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Me gustan los libros, lo que crece en la tierra y lo que vive en el mar.