Apuntes kafkianos

Liber Ludens
EÑES
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4 min readApr 19, 2018

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A

Había perdido la costumbre de garabatear mientras no tenía mucho que hacer en la oficina. Había llegado nuevo personal y estaba entusiasmado, pero realmente no sabía por qué. Tal vez se debía a que ya formalmente dejaba de ser nuevo.

Mi rutina no era para nada envidiable. De vez en cuando iba llenando los espacios con algo apacible como las ideas de un asalariado aburrido. Todo se trataba de una trama kafkiana. Y digo esto quizá porque estoy sugestionado por las lecturas que llevo conmigo.

B

Leer a Kafka en el metro no es algo que recomiende a la gente, sin embargo viene a ser esclarecedor en ciertos aspectos, pero también algo deprimente, confuso… creo que esa puede ser la palabra más adecuada. Mi profesora de sociología jurídica, al ver el libro que llevaba sobre mi pupitre en una clase, dijo que no le había gustado la Metamorfosis; le daba asco la idea de alguien que al despertar se hallara convertido en un insecto gigante. Pero esa es la intención, le respondí a la profesora. Kafka buscaba retratar esa condición miserable en la que se encontraba. El yugo siniestro y tiránico de su padre, su vida monótona y asfixiante. Claro, me decía la profesora, pero al mismo tiempo, yo no entiendo porqué no mandaba todo al carajo y se iba de allí, lejos de aquel régimen déspota de su padre. Eso es algo que no lograremos saber. Las dependencias se justifican de cualquier manera. Hay quienes viven atados a rutinas incomprendidas.

Kafka, decía la profesora, era una persona depresiva, con una autoestima muy baja; eso es evidente dentro de sus escritos oscuros y llenos de contemplación. Pero eso sí, tenía una manera particular y hermosa de decir las cosas.

Es un hecho curioso que una persona de rasgos lamentables y enfermizos sea considerada una de las personalidades literarias más importantes del siglo XX. Incluso, uno de los escritores imprescindibles de todos los tiempos. Tiene sentido. Algo de tragedia y tristeza hay en cada uno de nosotros. La virtud y la perpetuidad de Kafka está en que este logró retratar ese malestar confuso del hombre moderno: la patología urbana que nos expone a todos por igual. Algo pertinente para este contexto país.

Es claro que la enfermedad y aquel estado de tristeza eran la materia prima de todas las obras de Franz Kafka. La soledad que producen las ciudades modernas, junto a una hemoptisis que poco a poco acabaría con la vida del autor, forman parte de una cualidad trágica que define la obra de alguien que de forma desesperada marca su camino hacia la eternidad que profesan las letras. En sus Cuadernos en octavo, Kafka escribe:

La eternidad no es, sin embargo, la cesación de la temporalidad.

Lo que resulta desalentador en la idea de lo eterno es la justificación, incomprensible para nosotros, que experimentará el tiempo en la eternidad y, por consiguiente, la justificación de nosotros mismos, tal como somos.

No puedo decir que haya sido un lector fervoroso de este autor, pero con lo poco que ha llegado a mis manos ha sido suficiente para entender, o para serles más sincero, confundirme un poco más acerca del oficio de la escritura: sus dificultades, tropiezos y perennes discusiones.

C

Había anotado esta otra cita de Cuadernos en octavo:

Es la vieja y divertida situación: nosotros sostenemos el mundo y nos quejamos de que el mundo nos sostiene.

En cierto modo tú niegas la existencia de este mundo. Explicas la existencia como un descanso, un descanso en el movimiento.

G

No hay orden en estas hojas. Tampoco hay intención por lograr un sentido lógico ante tanta dispersión. Las cosas son como son. No sé, tampoco quiero ver el valor de estos apuntes. Eso queda en veremos, y me obligo a conservar estas ideas. No obstante, para más adelante voy a tener una referencia más clara de lo que tengo que hacer. Aquello que no exija rigurosidad no amerita ser revisado. Los textos, vistos como un concentrado espeso, deben dejarse colar; claro, sólo si dicho texto presenta rasgos movibles que presenten un desastre sensato para cualquier lector.

K

En la soltura se experimenta un ejercicio cardíaco de corredera. Una reflexión fugaz que sirve para desarrollar casos puntuales de un conjunto de hojas sueltas, dispersas para ser libres, compiladas para decir algo.

R

Otro día termina. En Plaza Venezuela espero un vagón ya sin la preocupación de que otra vez llegaré tarde al trabajo. El nuevo día que acontece parece formar parte de un molesto déjà vu. No me gusta la soltura de este bolígrafo. Pero no me quejo. Tomar apuntes en el aire forma parte de una actividad lúdica y deportiva. Los días más esperados terminan llegando y pasando. Todo eso tan temido llega y parece ser que muere de repente. Necesito tener a la mano un cuaderno de notas sólido, de breves pensamientos. Un lugar de recreo que no contamine el orden de lo que trato de hacer con cierta linealidad.

¿Linealidad?

¿Cómo mantener cierto orden cuando lo que trato de hacer es retratar la multitud de rostros impacientes que esperan conmigo en el andén llegar a su destino?

Z

He estado leyendo otro libro de Kafka: La condena. Una edición de relatos reunidos que pone al titulado de primero. En el tramo de Plaza Venezuela y Altamira, en un eterno retraso, leí un cuento llamado Un médico rural. Hubo una cita que me gustó mucho y me dejó algo intrigado:

Es fácil escribir recetas, pero fuera de eso, entenderse con la gente es difícil.

Debo buscar la manera de ordenar estas ideas desde el principio.

Alexander JM Urrieta Solano

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