Como todos los días, esperaba el transporte público. Pasaron varios minutos en los que estuve esperando de pie. Así que, en el momento que llegó el autobús me apresuré a subir. Me mantuve muy ocupado subiendo que solo sentí los pasos de alguien atrás de mí, seguí en lo mío y me preocupé por buscar algún asiento disponible, el cual, por desgracia, no encontré. Estuve de pie algunas calles hasta que un asiento quedó libre y pude ocuparlo; lo tomé rápidamente, pues el cansancio en mí no me permitía continuar parado. Cuando por fin llegué a mi asiento, presté atención a la persona que había subido detrás mío, una persona vestida de negro, alta y extremadamente delgada, de piel tan blanca que podía ver a través de ella, me causó algo de lástima, tal vez su demacrado cuerpo movió algún tipo de compasión en mí. Entonces decidí cederle mi asiento, traté de buscar su mirada para hacer contacto e indicarle que podía tomarlo, estuve algunos segundos buscando sus ojos, infortunio mío... pues cuando cruzamos miradas me percaté de lo profundo de sus ojos. Estoy seguro que quedé atrapado en lo negro de ellos, pues no volví a ver la luz nunca más.
Escrito en algún momento del 2017.
