…de viaje

elflacomagro
EÑES
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3 min readApr 9, 2018

Lo transversal de los sucesos afecta de forma directa tu escribir; y hoy estás tan reflexivo que te siento abstracto y yo, en cambio, estoy liquidando mi practicidad; y te vas al fin de viaje y no me puedo sentir bien sin recibir el último beso de tu voz.

Agarré los pesos necesarios de mi billetera con los cuales pagué el boleto del micro y los repuse con un hondo suspirar. Junto con la espera compartimos un cigarro y el sol de abril me daba la esperanza que había perdido en marzo. El ómnibus salía casi vacío y aunque me designaron un asiento tuve la chance de elegir dónde sentarme. Al ubicarme preferí la parte más poblada del colectivo y a nadie pareció llamarle la atención mi bolso de cuero donde llevaba solo mi anotador. Me senté y tuve la impaciencia propia de los comienzos. Los motivos que llevaban a la gente de la ciudad a Buenos Aires eran variados, desde visitas a familiares hasta trámites en bancos y organismos del Estado. Nadie podía sospechar que me hubiera inventado un pretexto para viajar. A juzgar por mi ropa, la gente pensaría que voy a una de esas reuniones del centro, en los edificios que de 9 a 18 horas se disfrazan de oficinas.

Aunque algunos viajes no fueron ni serán trascendentes, el viaje siempre termina donde empieza, antes o después, más tarde o más temprano, pero con las ropas usadas y el cuerpo desgastado, la cabeza parece ser la que mejor sabe aprovechar el trayecto. El proceso se convierte en una alternancia entre lo transitorio y lo permanente y, a pesar de eso, sé que volveré, inevitablemente y sin asombro, a la ropa de entrecasa, a la cara en el espejo del baño al levantarme, a dormir de espaldas a la puerta, a vos.

Caminar, insistir, darle vueltas al asunto y volver al inicio gastaría mis zapatos. Nadie se acuerda de las vueltas, esos días de puro viajar, para volver, por llegar, pronto anhelaría un orden que más tarde me perturbará.

Era lunes, mi cabeza organizaba con ímpetu las ideas, cada vez un poco más dispersas, se hacían notar en las miradas de los que me cruzaban. La música en los oídos daba la atmósfera de concentración que necesitaba. Buenos Aires era cada vez más pequeña para mí.

Ya de noche intercambiar silencios por palabras resultaba un ejercicio físico, aunque se correspondía con mi razón más ingobernable . El ruido y la concentración se confundían juntos.

Cierro los ojos y mi mirada en la oscuridad se mueve como el agua de un lago que no se aquieta, y es lógico, mis ideas me dirigen, tal como el viento cursa al agua.

Regresaste siendo el mismo de siempre y renovado como nunca, tal vez Buenos Aires te dio lo que necesitabas, y aunque me mentiste te voy a perdonar, sabiendo que en algún tiempo vas a encontrar otro pretexto para dejar fluir tus mundos, lejos nuestro. Mejor dicho, lejos tuyo.

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