¿Dejarías que un asesino entrase a la universidad?

León Tórtora
EÑES
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5 min readApr 19, 2018

Un hombre encarcelado por matar a su novia va a ser libre tras 20 años en la cárcel y uno de sus actos al salir va a ser volver a la universidad donde se conocieron.

Este hombre mostró un perfil agresivo y psicótico en las evaluaciones iniciales que se realizan al inicio de la carrera. No se hizo nada. Durante la carrera estableció una relación con una chica y terminó matándola. Tras esto, se abrió un profundo debate sobre qué hacer con este tipo de casos y la pertinencia de que puedan acceder a la universidad. La carrera, por cierto, es Psicología.

¿Hasta dónde debe llegar nuestro miedo?

Si nos ponemos en la situación del director de la facultad, que debe decidir si esta persona accede o no, se presentarán varias preguntas a nuestra cabeza.

¿Se habrá rehabilitado? ¿Pondrá en peligro al resto de alumnos? ¿Es justo no darle la oportunidad si la justicia ha considerado que ya ha pagado su pena?

Si me preguntasen a mí, contestaría impulsivamente que no, que esa persona no debería volver a ingresar a la universidad. Que ni siquiera debería de haber salido de la cárcel por lo que hizo. Sin embargo, luego me doy cuenta, a través de mis propias palabras al argumentar en las charlas de bar con mis amigos, que creo en la reinserción social y en los centros penitenciarios que trabajan por reintegrar a los reclusos en la sociedad.

Claro, no es lo mismo robar que matar, ¿pero eso quiere decir que solo existe la reinserción para aquellos que no cometen cierto tipo de delitos? Cuando llegué aquí, primero me dije que no debería de darle tantas vueltas a las cosas y segundo (como siempre no pude parar) comencé a plantearme que quizás el asunto no es tan sencillo como seguir esa primera reacción impulsiva.

Seamos honestos, las cárceles (centros penitenciarios, perdón) hoy en día son de todo menos un lugar donde se favorezca la reeducación de la persona y se le faciliten nuevas oportunidades. En sí, se suele pagar una pena y al salir la persona se ve en la tesitura de decidir si volver a su vida anterior o cambiar. Pero no deja de ser una elección personal más que una oportunidad brindada.

Aunque es cierto que cada vez se apunta más hacia el otro sentido y mucha gente trabaja (y muy bien) en esta dirección, si hablas con estas personas te dirán que la falta de recursos es brutal, que son más las ideas que los hechos y que se van a casa con una sensación de que todo su trabajo es en vano.

En este contexto es difícil que uno pueda confiar en que las personas que han cometido delitos graves puedan reincorporarse a la sociedad.

El panorama parece desolador, pero cabe hacerse siempre una pregunta:

¿Hacia dónde queremos avanzar?

Si reaccionamos instintivamente, siempre tendremos las mismas respuestas ante los problemas. Dejar de creer en la posibilidad de un lugar mejor, aunque es lícito y posible, es darnos por vencidos ante las adversidades.

Una cárcel no es la solución a la delincuencia, eso lo sabe cualquiera. La falsa sensación de seguridad que tenemos cuando encarcelan a un asesino por violencia machista no quiere decir que se vaya a terminar el problema y mucho menos que la víctima esté segura. El problema tiene una causa social, y este tipo de problemas suelen radicar en la educación y en el modelo que tenemos como sociedad.

«Toda reforma impuesta por la violencia no corregirá nada el mal: el buen juicio no necesita de la violencia» —Leon Tolstoi.

En este momento vuelvo a preguntar: ¿Hacia dónde queremos avanzar?

Puede que sea arriesgado y que vuelva a ocurrir un problema similar. Pero dejarnos llevar por la reacción emocional, ya sea miedo en unos casos o venganza en otros, se aleja de atajar el problema. Se trata de una solución a corto plazo. Pensar que una solución a largo plazo no es posible no hace otra cosa que ratificar que nos hemos rendido con una parte de la sociedad que por la razón que sea no está adaptada a ella.

Cuando se habla de soluciones, se habla de mayor vigilancia, de un cambio en el modelo educativo y social que ayude a fomentar unos nuevos valores, de una autoridad justa que proteja a la persona atacada. No de solucionar con prohibiciones y violencia.

Vayamos con un ejemplo, la violencia machista. Ni qué decir tengo que ni soy la persona más indicada para dar lecciones en este tema. Solo diré que siempre que he escuchado a mujeres feministas, y mucho más inteligentes que yo, sobre cómo atacar estos problemas, hablan de organizarse, de educar, de intentar tumbar un modelo heteronormativo con la razón y no con la imposición, y mucho menos con el miedo.

«La educación es el pasaporte hacia el futuro, el mañana pertenece a aquellos que se preparan para él en el día de hoy» —Malcom X.

Deciden ser valientes y creen que si se enseña un camino correcto a la sociedad, llegará el momento en el que esta decidirá tomarlo. Hasta entonces, y para proteger a las víctimas, hablan de vigilancia, de protección de las víctimas y leyes consecuentes que protejan al colectivo.

Parece que lo tienen bastante claro, ¿no? Y no creo que ellas acepten que haya más muertes para conseguir que se destruya el heteropatriarcado, pero sí deciden actuar para cambiar su presente y su futuro con las ideas muy claras, sabiendo que el camino es de todo menos fácil.

Llegados a este punto, para resolver el caso planteado al principio. Si no se es capaz de prevenir una situación similar y de vigilar ante algún posible peligro no debería de permitirse otra oportunidad a esta persona. Además, llevar a cabo las investigaciones y evaluaciones oportunas para ver en qué punto se encuentra esta persona y valorar si realmente ha cambiado también sería adecuado, pues legalmente ha recuperado sus derechos y quizás merezca la oportunidad.

Quedarnos en el prejuicio y el miedo puede ser una opción segura para este momento. Pero lanza un mensaje muy claro a la sociedad de lo que se piensa de los presos y sobre la reinserción.

Y soy consciente de que, permitiendo la entrada a esta persona, se asumen riesgos. Pero creo que hay que seguir teniendo esperanza.

Si asumes que no existe esperanza, entonces garantizas que no habrá esperanza. Si asumes que existe un instinto hacia la libertad, entonces existen oportunidades de cambiar las cosas —Noam Chomsky.

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León Tórtora
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