Contenedor que guarda las armas individuales de los excombatientes. La Elvira, Cauca. Crédito Héctor Delgado.

Dejar las armas

Sobre el momento histórico del Acuerdo de paz colombiano

cerohd
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5 min readJun 27, 2017

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Esta opinión es personal y no compromete o significa la visión institucional de la entidad para la que trabajo.

Esta mañana, un presidente y un excombatiente, acompañados por un representante de las Naciones Unidas, funcionarios del gobierno y algunas personas más, subirán a una tarima para anunciar que una fase del Acuerdo de paz colombiano ha concluido.

La dejación de armas es lo más cercano al final de una guerra que hemos vivido los colombianos que nacimos entre el siglo XX y el siglo XXI. Será un hecho que nos hermanará y dividirá. Todos arropados por la bandera amarilla, azul y roja.

Entrada a la Zona veredal La Elvira. Crédito Héctor Delgado.

Hace tan solo dos semanas estuve en La Elvira, un corregimiento del municipio de Buenos Aires en el Departamento del Cauca. La Elvira está ubicada sobre una cuchilla de unas montañas que cuenta con todos los pisos térmicos descritos por Álvaro Mutis en sus poemas de Maqroll.

Fue una oportunidad única para asistir al nervio del conflicto colombiano. Nuestro conflicto. Había hermetismo y expectación. La guerrillerada, así como los pobladores, esperaban la presencia del Presidente, los invitados internacionales (Pepe Mujica tiene la condición de una estrella de rock, así lo percibí en los carteles que daban bienvenida a su presencia), pero la niebla que tapó la cuchilla impidió que los helicópteros de fabricación rusa, los mismos en que llegamos minutos antes, descendieran.

Cartel de bienvenida. Crédito Héctor Delgado.

En la Zona veredal, nombre dado a los espacios de concentración de los excombatientes, no disminuyó el fervor. Estaban Tanja, la guerrillera holandesa, los representantes de las Naciones Unidas, y Pablo Catatumbo, uno de los líderes de la guerrilla.

A la concha acústica (en los pueblos del país, esta obra es la más popular dado que es punto de encuentro para las ferias y fiestas, así como espacio para práctica deportiva y también espacio para los amoríos furtivos) no le cabía un tinto. Guerrillerada y pobladores eran una sola masa, tan solo diferenciada por las camisetas blancas que llevaban los primeros con el lema «Farc-Ep 53 años».

La concha acústica (de verde) en la zona veredal. Crédito Héctor Delgado.

Nosotros, los de Bogotá, éramos fácilmente distinguibles por nuestra dicción, nuestro tono de piel, nuestros aparatos. Eran dos o tres masas, si incluimos el delirante verde que nos rodeaba y nos devolvía la mirada, que intentaba conectar para establecer un diálogo.

El evento inició a la una de la tarde. Lidiamos contra el partido de la Selección, pero no lo vimos. Todos estábamos congregados en la concha. Esperábamos la transmisión desde el contenedor, que distinguí desde el platón de una camioneta mientras bajábamos a la zona veredal, con las armas.

Las excombatientes preparándose para el evento. Crédito Héctor Delgado.

El delegado de las Naciones Unidas fue desactivando un fusil, una pistola, un lanzacohetes y un lanzagranadas. Una toma al interior del contenedor donde estaban otras armas depositadas. Hubo un momento de risa cuando el delegado, que afirmaba algunas palabras cuando desactivaba el arma, esta vez no supo qué decir cuando lo hizo con el armamento pesado.

Fue liberador. Del lanzacohetes no salió munición. Ya estaba desactivado.

Luego habló Arnaut y Catatumbo. No fueron discursos largos: uno constataba la cifra oficial que divulgan los medios, no exenta de polémica y, personalmente, a la que me he amarrado como náufrago a tronco, 7.000 armas (ligeras y pesadas) fueron entregadas por 6.984 excombatientes; otro era un llamado de atención al país para proteger y resguardar lo que los bandos acordaron pero, paradoja, una parte de la población negó en urnas.

Mi compañero subió a tarima apenas concluyeron los discursos para registrar al guerrillero. A Catatumbo. Su testimonio seguía firme en demandar atención de la ciudadanía por lo que estaba ocurriendo. Tenía firmeza para señalar la indiferencia colectiva ante este suceso histórico.

Mi compañero entre las dos figuras, sacándoles una entrevista. Crédito Héctor Delgado.

Luego, la fiesta. Guerrillerada y pobladores a ver el partido. Los de Bogotá a bajar las montañas para llegar a Cali, mi ciudad de nacimiento, a tiempo de tomar el último Hércules autorizado para volar esa noche, una muy limpia y sin nubes, a diferencia de la mañana.

Eso lo viví. Con estos ojos que se comerá la tierra, como dicen los abuelos. En algún momento, en la concha acústica, al fin pude conectar con unos pobladores. Toda la mañana, excepto un momento en que logré entrevistar a un excombatiente, estuvimos aislados los unos de los otros por las precauciones de seguridad del evento.

No fui ingenuo.

— ¿Qué tal la van con los guerrilleros?

— Bien, todo tranquilo.

A partir de ese momento hablamos del partido, de lo que esperaban con la paz, de la cuchilla. De todo. Francos, a lado y lado. Querían ver al Presidente. Luego callamos para asistir al evento.

En la bajada íbamos saludando a la gente que se agolpaba en la carretera para ver a esas camionetas llenas con los capitalinos. Se les percibía sorprendidos y contentos. De una forma u otra, al irrumpir en sus vidas, nos habíamos vuelto noticia, como lo que ahora nos pasa a todos.

La zona veredal después del evento. Crédito Héctor delgado.

Hoy los que eran alzados en armas las entregarán. Me ha dado vuelta una de las frases de Pepe Mujica, que escribo como una paráfrasis: «no se puede construir con desconfianza».

De esta hay demasiada. Lo que vendrá no será fácil. Hay aire de retaliación. Este país aparenta modernidad pero está dispuesto a dejarse llevar por sus rencores.

Cuando fui niño viví muchos exterminios. Ahora de adulto, pese a que no tengo hijos, pienso que los más jóvenes no tienen por qué vivir tanta frustración e inequidad.

Lo pienso una y otra vez mientras veo, esta vez por televisión, la última dejación de armas de la guerrilla más antigua del continente.

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★ Creado en 2013, este es el blog del Imaginauta, conocido bajo un anterior avatar como Hijo de la máquina★