Desde el balcón

Mauro Estevez
EÑES
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2 min readJan 20, 2018

Es un sábado veraniego, pero agradable para estar afuera. Uno de esos días que corre una brisa que besa un lado de la cara para continuar en el contorno del mentón y perderse por la mejilla opuesta, perdiéndose en la eternidad ese mimo oportuno y natural.

Desde el hermoso y balcón, apoyado sobre la baranda, descansaba después de un largo día de trabajo en la mudanza al nuevo departamento. Desde aquí solo se puede ver verde, verde por todos lados. La vista es hermosa, es lo que siempre soñé, ver verde por doquier. Pero no solo es verde, sino que también está manchado de ese amarillo proveniente del tímido sol de la tarde.

Siento un pecho apoyado sobre mi espalda y unos brazos que me rodean, pasando por la altura de mis hombros, para cerrarse y apoyarse sobre mi pecho. Una mejilla que se apoya en mi espalda, entre cada uno de mis omoplatos. Casi espontáneamente nuestras respiraciones se sincronizan, como si la respiración de uno dependiese de la del otro. Entre sus manos hay una lata fría, la cual posa sobre las mías y me dice en un leve susurro: «Te lo ganaste, ahora mira a Ferro tranquilo».

Y así pasamos nuestro primer sábado. Desde nuestro nuevo balcón, abrazados y viendo a mi Ferro amado, con la persona que amo. Este breve y simple momento es mi definición de felicidad.

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Mauro Estevez
EÑES
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Si es imposible cumplir tus sueños, hazlos realidad a través del papel y lápiz