Diario de Silvana Sarmiento (El libreto)

Expediente 015: Cuarto libro, página 88 a la 90

Camilo A. Romero
EÑES
4 min readJan 29, 2018

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Caso: La sociedad
Evento: El libreto
Fecha: 22 de octubre 1997

Las luces se encendieron al final de la obra al tiempo que las cortinas caían apacibles y a buen ritmo frente a mí. Los aplausos del público se mezclaban entre aromas de frescura y alivio que mi alma iba sintiendo lentamente y en pequeños sorbos medidos y suntuosos. Abrí los ojos y miré hacia las luces en lo alto del escenario, y respiré profundamente mientras se apoderaba de mí una sonrisa placentera y excitante que poco a poco me devolvía a la realidad. Todo esto pasaba justo en el segundo después de que las cortinas cayeran, cuando sentía que la actuación había salido tal como la había pensado. Y en solo ese segundo siento a todas esas hormigas de momentos y sentimientos recorrer mi ser. Por un segundo me siento el segundo de todos, de todas, inclusive de los que no son. Por un segundo no hay nada más por encima de mí ni por debajo. A la nada me aferro para gozar de mi existencia como si mi vida entera se limitase tan solo a ese segundo. Mis compañeros de escena salen de nuevo al escenario y las cortinas se suben a media asta y los aplausos resuenan más fuertes acompañados de gritos de euforia y ánimos desaforados.

No sé si el público lo sabe, pero los aplausos es lo único que los actores tenemos para saber que están ahí. En el escenario los reflectores no nos dejan ver sus rostros, y tal vez sea lo mejor. No me interesa ver un rostro decepcionante o aburrido mientras actúo. Esos reflectores son la barrera que no nos deja recordar que estamos actuando. Sin esa barrera seriamos víctimas del prejuicio y la pena. O tal vez no, tal vez solo sea un estúpido romanticismo que me invade y me excusa de lo que tal vez no soy capaz de hacer. Pero aún así estoy segura que si los lentes de las cámaras parpadearan no sería ni la mitad de actriz de lo que soy.

Felicitarse, desmaquillarse, colgar los vestidos falsos de vidas falsas en armarios de madera delgada y vieja y abandonar el teatro, es el ritual que sucede después de la magia. Vuelvo a ser yo. Abandono la vida momentánea en la que reí y sufrí y se apropia de mi la que con el tiempo siempre fui.

Llego a mi apartamento y el guardia me saluda enrollado en dos capas de bufanda alrededor de su cuello. Su peor enemigo, el frío, acecha esta noche. Me detiene en mi camino y me entrega un sobre de manila sellado con cera roja. Tal como lo recordaba de alguna película medieval. En la cera esta marcada a presión un sello que se compone de una «S» adornada de encajes y matachitos difíciles de entender. Pregunto su procedencia, pero el hombre abrigado no sabe decirme mas razón que la de un mensajero de correo que lo visitó aquella tarde, se tomó un café con él y hablaron de viejos amores, dejó algunos recibos, facturas, promociones de restaurantes cercanos y ese sobre. La consistencia del sobre es endeble, nada firme como para pensar que algún mecanismo peligroso se encuentra en él. Busco el remitente:

Rte //: Manuel Berllant

Mi aliento me abandona en un instante.

«¡Manuel Berllant!», grito en el pasillo interrumpiendo la transmisión del pequeño televisor mal sintonizado del guardia abrigado.

El hombre me mira de mal humor por interrumpir la calma en la que se regocijaba, mientras yo salgo corriendo hacia mi apartamento. El éxtasis de la situación no me deja recordar ni siquiera el eterno momento en el ascensor mientras subía los siete pisos correspondientes. Abro la puerta de mi apartamento, tiro mi bolso en algún lugar y mis zapatos se quedan en el camino de la puerta principal al sofá de la casa. Caigo en los sofá y es cuando siento el cansancio de mis pies. Pero poco me importaban mientras mis manos rompían con esmero una de las esquinas del sobre de manila rasgando la coronilla. Del interior del sobre saco un cuadernillo de contenido delgado y ligero. Abro la primera pagina.

Libreto: Casting Silvana Sarmiento… Escrito por: Manuel Berllant

Se trataba del libreto que tanto estuve esperando. El casting que prometía ser la gran oportunidad en mi carrera ahora estaba en mis manos. No me acordaba ni del hambre que tenía ni del cansancio que me invadía. Solo quería leer.

La segunda página revelaba una descripción del personaje que interpretaría. Leo la descripción y me llaman la atención varias cosas. Lo primero es que me siento cómoda con el personaje. Su forma de ser, actitud y estilo no se aleja de mi naturalidad como actriz. Será fácil adaptarme al personaje. Lo segundo es que el personaje lleva mi mismo nombre, Silvana. Será que Manuel lo escribió pensando en mí en todo momento, o será un truco del casting para hacerme sentir cómoda y relajada. No importa, empecemos a leer la historia.

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