Dos fuerzas motoras

Ines Marrache Echaiz
EÑES
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3 min readOct 3, 2017

Siempre hablamos del amor. Vivimos de él y por él. Cuando pensamos en amor, sus confines parecen poco claros, pero lo que sí tenemos claro es que representa una fuerza increíblemente poderosa que trasciende edad, raza, sexo, tiempo o lugar. El amor es intensidad, es energía, un cúmulo de adjetivos del más alto y loable calibre. Bien decía Van Gogh que: «en el amor reside la fuerza y cualquiera que ama mucho, hace mucho y puede lograr mucho, porque eso hace el amor».

Y aunque bien pensemos que el amor es la fuerza más poderosa de la que podemos echar mano, la sabiduría oriental amplía esos confines. Según reseña Pilar Sordo, hay dos fuerzas con las que se puede actuar en la vida: el amor y el miedo, toda emoción del ser humano subyace en estas dos.

Al parecer, la sabiduría occidental ha sabido encontrar eco en pensadores a lo largo de la historia. El primero con el que me topé fue Maquiavelo, quien en El príncipe anota que «los hombres tienen menos consideración en ofender a uno que se haga amar que a uno que se haga temer, pues el amor se retiene por el vínculo de la gratitud, el cual, es roto en toda ocasión de propia utilidad. Pero el temor se mantiene con un miedo al castigo que no abandona a los hombres nunca».

Curioso e interesante resulta el antagonismo planteado. Curioso sobre todo porque tendemos a pensar que ante el amor se encuentra el odio y ante el temor está el valor; pero bien parece que lo opuesto al amor es el miedo, no el odio.

Aldous Huxley se suma a la ideología de Maquiavelo con una frase que reza: «el amor ahuyenta al miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no solo al amor el miedo expulsa; también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y solo queda la desesperación muda; y al final el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad misma».

Ante los ojos de Huxley, miedo y amor son dos fuerzas que se repelen y anulan. Con claridad, para Huxley y Maquiavelo, el temor lleva consigo la marca de la fuerza, intensidad y devastación.

Esta dualidad antagónica entre el amor y el miedo parece no encontrar un causa común, pero queda claro que actuar en función de uno u otro marca una diferencia. Sin embargo, hay algo que comparten: ambos germinan desde dentro y crecen tanto como lo permitamos; ambos crean ese impulso que nos lleva a sacar lo mejor o peor de nosotros, esa fuerza motora por la actuamos y vivimos.

Amor o miedo, dos fuerzas, dos polos, dos formas de ver la vida o de vivirla. Vive con temor o vive para amar, tú decides.

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Ines Marrache Echaiz
EÑES
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