El fantasma de la crisis

Diego Venegas
EÑES
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2 min readMar 23, 2018

Camino por un oscuro callejón, el silencio es mi enemigo, crispa mis sentidos. Hiperventilado sigo caminando, no quiero sucumbir, decido sacar lo mejor de mí, finalmente me sobrepongo al amargo trance. Tal idea es recurrente, me persigue, la tengo engavetada, pero como en película de terror, sacude fuerte el clóset para salirse, aterradora, implacable, paralizante.

A menudo me aferro más fuerte de lo que quisiera a lo que identifico como algo seguro en el entretejido de mis vivencias, añoro —quizá demasiado— estabilidad, seguridad, comodidad, confort; todas nociones que evocan buenos sentimientos. Me he dado cuenta de que estos «buenos sentimientos» alimentan al fantasma de la crisis, sentirme demasiado seguro, al mismo tiempo enciende las alarmas de perder dicho estatus. Sentirme muy feliz me confunde y me cuestiono el placer como algo que no es siempre deseable.

De pronto me encuentro con temor de perder eso que considero me define y me asegura: mi estatus, mi trabajo, mi familia, mis amigos; cosas, gente, espacios. El miedo me persigue, a una enfermedad inesperada, a un bache económico, a una mala noticia, de esas que hay que sentarse para escuchar. Permanece latente, impasible, recurrente.

Me he planteado diseccionar eso que tanto temo y lo cierto es que me doy cuenta que la crisis me plantea una dicotomía entre lo seguro y lo trascendente, entre lo conocido y las proezas, entre lo que soy y lo que quisiera ser. La libertad de movimiento que tiene el que ya no tiene nada que perder. Los grandes retos han sacado lo mejor de los seres humanos, las transformaciones que valen la pena son muchas veces dolorosas, y la historia me respalda, las biografías de grandes mujeres y hombres están llenas de vicisitudes.

Autor: changehali Flickr.com Snake skeleton

La forma en la que he atacado el temor a la crisis es mediante el trabajo consciente de abrazar el conflicto, lo complejo, lo incómodo. Aún no llega, no es que lo busque, pero si llegase, espero sentado, tomándome un café con galletas, decidido a empezar una trascendental relación que me haga salir bien librado de la proeza, conversando, dialogando, callando, gritando o esperando.

Propongo entonces que remocemos el dolor, que mastiquemos el sabor amargo de un fracaso, de una pérdida, de un desconcierto, permitamos que nos transforme, que nos eleve, que saque la esencia de lo que somos.

El fantasma me persigue, lo veo de reojo, tiene muchos nombres y etiquetas, entonces lo descubro, lo enfrento; lo veo cara a cara y le invito a pasar. De pronto se transforma en serpiente «la mato y aparece una mayor», empezamos de nuevo, viene otro fantasma, seguimos, cambiamos, crecemos.

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Diego Venegas
EÑES
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Escritor aleatorio. Encontrando un destino seguro...