El feminismo y yo

Desde el momento en que nos conocimos hasta hoy

S
EÑES
5 min readFeb 20, 2018

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Después de mucho tiempo sin escribir, mis sentimientos me traen de nuevo a este lugar para hacerlo sobre un tema que hace bastante ronda por mi cabeza: el feminismo. Si miro hacia atrás en el tiempo, me puedo encontrar con una Sofía totalmente diferente a la de hoy. Cualquiera que me conociera podría decir la típica frase «te diste vuelta», de forma negativa, pero para mí no es así.

El acercamiento entre el feminismo y yo fue un proceso que podría caratularse como lento si se quisiera. Para poder analizarlo tengo que retroceder en el tiempo y observar mis actitudes.

Me acuerdo que antes no sabía ni qué era. No vivía con la conciencia plena de que existen grandes desigualdades, no tenía idea de qué significaba este movimiento de lucha ni sabía que día a día las mujeres sufrían las consecuencias de un sistema que ahora puedo denominar patriarcal. Más bien se puede decir que estaba muy «cegada». Vivía las consecuencias en carne propia y lo naturalizaba. Salía a la calle y estaba ahí, en lo que me decían por la calle, pero yo no lo sabía, porque la sociedad me supo enseñar que todo eso era normal. Es más, todavía tengo en mi recuerdo un hecho que me marcó y que pude por unos años borrar de alguna manera de mi vida, pues me había causado mucho asco y miedo. Una día yo estaba caminando por la calle de pollera, con mi uniforme de todos los días en ese entonces, y un hombre desconocido tomó la mala decisión de creer que tenía derecho sobre mi cuerpo y me levantó la pollera con la palma de la mano. Si me pongo descriptiva, la palma gigante de su mano tocó toda la parte de mi muslo derecho (sí, fue tan traumatizante que me acuerdo hasta de eso) y subió toda la tela mientras yo seguía caminando. ¿Por qué no le dije nada? Ponete en mi lugar. No pensé en nada en ese segundo que para mí duró bastante, es como si tu mente se bloqueara del susto del momento y no te dejara ni conectar dos neuronas. Seguí caminando rápido y después me olvidé. Esta es solo una experiencia de miles. Con el tiempo fui entendiendo que eso estaba muy mal y que tuve que haberme alarmado más de lo que lo hice en ese entonces. Ahí no conocía el feminismo.

También me acuerdo de momentos de mi vida en los que me reía del feminismo, y no me siento avergonzada de decirlo. Me reía sin estar informada, pensaba que eran personas que reclamaban derechos que ya tenían, pensaba que feminismo era lo mismo que machismo y, como muchos hoy en día, pensaba que todo era una exageración. Me cuesta escribirlo porque me duele, duele saber que rechacé (andá a saber por qué) algo tan importante, que ingoré una problemática social. Me duele mucho saber que estaba muy ciega y ni lo sabía. Los roles de género los tenía bien pero bien interiorizados, las cosas que implicaban la fuerza física eran «de hombre» y los que implicaban cuidado del hogar, limpieza o trabajos no forzosos eran los «de mujer».

De a poco, no sé muy bien cómo, me fui interiorizando y pude entender de verdad las cosas. Una vez que lo comprendí, me empezó a dar rabia e impotencia cualquier situación en la que se pusiera a la mujer por debajo del hombre. En la televisión, con programas donde exponen a la mujer como si fuera un objeto para comercializar, en la calle con cada grito, en los lugares de trabajo donde el salario deja verlo, o en las mismas casas, donde los roles de los que hablaba están bien instaurados o simplemente donde los comentarios machistas salen a la luz.

Aunque algunas cosas se hayan logrado, queda mucho por hacer y eso se ve en la gente. Gente que todavía sigue creyendo que tiene derecho sobre la mujer, hombres que creen que su pareja es para manipularla, que es un muñeco que hace lo que le pidan bajo el terror de la violencia (y no solo física, también psicológica). Todavía quedan muchas personas que creen que esto es un chiste y que es el capricho de unas pocas personas por conquistar derechos que ya gozan. Quedan personas que creen que cuando un hombre nos grita por la calle es algo seductor. Quedan personas que todavía argumentan que si te violan es porque tenías pollerita corta, «total, se lo estaba buscando». Y lo siguen sosteniendo aún teniendo frente a sus caras la noticia de una niña violada. ¿La habrán violado por su ropa a ella también?

Yo no me visto para provocar, me visto para mí. Yo no limpio porque es mi deber como mujer, lo hago de la misma manera que un hombre tiene que hacerlo. Yo no busco luchar por derechos que ya tengo, sino ¿por qué se me ocurriría salir a la calle a manifestarme el 8 de marzo? Yo no busco que mi manera de «realizarme» en la vida sea siendo madre, puedo ser feliz si no lo consigo, totalmente feliz. Puedo salir a donde quiera, vestirme como quiera y hacer lo que yo quiera con mi vida sin que mi novio me controle. Puedo porque es mi derecho, puedo porque soy una persona independiente, libre. No necesito de la aprobación de nadie. Este sentimiento lo debería de sentir cada mujer del mundo por el simple hecho de ser una persona con los mismos derechos de vivir plenamente como lo hace el género masculino. Duele decir que con hablar solo de esto me quedo corta y que si hablo de femicidios tengo otro tema aparte que desarrollar. Duele saber que aún al haber nombrado todas estas cosas no haya podido abarcar todo por lo que lucha el feminismo.

Aprendí a canalizar mi rabia y mis ganas de llorar por las injusticias a través de este movimiento. No estoy sola, sé que tengo al menos un mecanismo para poder luchar por la eliminación de esas injusticias, y sé que por lo menos ahora mi voz se hace un poco más alta y puedo manifestarme. Le doy las gracias a la vida por hacerme conocer al feminismo de verdad y permitirme aprender un poco más sobre esto tan grande cada día.

El 8 de marzo no quiero que nadie me felicite, porque no festejo nada. Solo quiero salir a la calle a marchar y que se respete nuestra lucha.

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S
EÑES
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Quiero aventuras, quiero seguir conociendo, quiero más de la vida. Amante de las letras.