El plagio universitario, los docentes y los estudiantes

Contracorriente
EÑES
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4 min readDec 14, 2017

También la historia del diluvio la copiaron de la tradición caldea, en la que el Noé asirio se llama Hasisadra, y tras la inundación su barca se posa sobre el monte Nasir (Ararat en la Biblia) —Juan Eslava Galán.

Yo pienso naturalmente que el plagio es una cultura hecha a partir de los primeros años de la escuela, pasando por la educación media y llegando a la universidad en cualquiera de sus niveles, sean licenciaturas, maestrías o doctorados.

El plagio consiste en copiar, robar los textos y las ideas de otros, para plantearlas como propias sin siquiera mencionar de dónde vino la luz que iluminó el desarrollo del texto, o en el caso de las citas completas, sin referenciar a los autores originales.

Tengo innumerables ejemplos de plagios en el marco de los estudiantes universitarios, algo que también lo atribuyo no solo al estudiante sino también al docente.

Preguntado por mí sobre su plagio, un estudiante (más bien un grupo de estudiantes) me respondió que ellos estaban claros que «el profesor normalmente no leía los trabajos, que daba lo mismo plagiar o esforzarse, la nota sería siempre la misma». Tengo que admitir que su respuesta no me tomó de sorpresa pues esto ya lo había imaginado, el hecho que algún docente no revisara los trabajos.

Los estudiantes serán haraganes pero no bobos, se dan cuenta también de las debilidades o fallas del docente y la aprovechan. ¿Somos los profesores conscientes del efecto que causamos en el estudiante al no supervisar sus tareas? El efecto es el plagio como algo usual, siendo que no tiene sentido hacer un trabajo que no tendrá una evaluación formativa.

Sin perdernos, no es el docente la causa original de la existencia del plagiador, sino el sistema educativo que va favoreciendo cada vez más un esquema positivista de las calificaciones y una enfermedad grave de la sociedad académicamente formada: la Merititis, todos quieren tener un mérito, no importa si es robado o plagiado.

Hace unos tres años, un muchacho estudiante de la Universidad José Matías Delgado participó en los Juegos Florales de San Salvador, y en su libro puso cuentos de varios autores latinoamericanos, y el asunto se descubrió después de haber sido premiado.

Chema Tojeira, al respecto escribió en el boletin de la UCA del 26 de febrero de 2014: «La semana pasada leíamos que el primer premio… había sido retirado por haberse comprobado que el libro de cuentos presentado al concurso había plagiado un buen número de textos de diversos autores. El tramposo, que no puede llamarse de otra manera, resultó respondón. No dudó al decir que su plagio es en realidad una protesta social y un modo de señalar la incompetencia de la Secretaría de Cultura. Y aunque es cierto que no es tan difícil, y menos hoy, descubrir un plagio, no es menos cierto que el hecho de que no se descubra no significa necesariamente ineficiencia o inutilidad de la persona o la institución dañada, sino espíritu de trampa y desvergüenza de quien comete el acto. Si el premio incluye, además, un reconocimiento económico, no hay duda de que hubo una estafa y deseo explícito y claro de estafar».

Un plagiador es todo eso: un huevón, un tramposo, un sinvergüenza, un ladrón, un estafador, un vivián. La cultura del salvadoreño está preñada de vivianes, colmada de estafadores y repleta de incapaces.

No son solo los salvadoreños, también en otros cercanos sucede los mismo, por ejemplo, Aristegui habla de su presidente en agosto del año pasado: «El actual presidente de México plagió al menos a diez autores en su tesis para obtener el título de Licenciado en Derecho por la Universidad Panamericana. Uno de ellos fue el exmandatario Miguel de la Madrid Hurtado».

Es tan fácil plagiar, basta con buscar en el hermano Google (ni siquiera el académico) para encontrar textos que se pueden usar y no faltan los ladrones que roben para después decir: «Miren mi esfuerzo, soy muy listo». Tampoco tenemos sanciones fuertes contra los plagiadores, ni a nivel de propiedad intelectual ni en las universidades.

Nosotros los docentes somos en parte responsables de que este «virus» no se siga reproduciendo, es uno de los grandes valores que debemos formar en los estudiantes (y en los docente), no se debe tolerar. Una de las ideas es que al descubrir a un plagiador, se le debe someter a un curso: «El plagio como excusa para la incapacidad» y ese bien podría ser el sustituto de la nota perdida por plagiar. Antes de ello los docentes deben revisar los trabajos.

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“Tus ojos en el camino, tus manos sobre el timón”