El pobre sistema de saneamiento
Camino entre latas, los perros ladran, el sonido es ensordecedor, mi latido se acelera. Acelero el paso mientras siento muchos ojos que me observan desconfiados. En mi posición de inspector sanitario, pretendo hacerles creer que estoy allí por su bien.
Mi presencia es en realidad una amenaza, una intrusión, es más bien incómoda, incisiva, inesperada. Sigo mi camino, los senderos urbanos son multicolor, diversos en basura, en desechos humanos. Restos de lo que algún día sirvió, en manos de gente más afortunada. Quizá del condominio lujoso de cuatro cuadras al sur.
La cloaca residual, mal llamada quebrada, discurre por entre el caserío. El agua fecal rodea y abraza los ranchos, implacable sigue su curso, aumenta con la física, la carga coliforme es mayor conforme baja. Los niños juegan, huelen, sienten, se exponen, al final ignoran y son ignorados.
Cierro mi mente, bloqueo mis emociones, pienso: «es otro barrio pobre». Quiero salir corriendo, mientras me aturde el Dembow de moda, en el estéreo de la casita azul, la de los niños de cara sucia y sonriente. Como les explico que por más que quisiera, no puedo ayudarles, me embarga la impotencia.
El sistema es demoledor, nuestro sistema, ese en el que estamos inmersos, el que nos hace levantarnos, correr, consumir, acumular, desechar, continuar, repetir hasta una vez más, ignorar.
Una vez fuera asomo la vista, los olores, sonidos e imágenes se desvanecen. Cierro el capítulo, sigue otro caso. O eso pretendo; en la noche en mi posición de privilegio, cómoda y caliente cierro los ojos y revivo todo, los niños, la cloaca, la basura, las latas, el ruido, los perros, el fuerte invierno. Se me incrusta el sentido del intento, del yo puedo, me desconecto del letargo autoinducido por tanto «entretenimiento».
La pobreza es abstracta, inverosímil, un concepto de libro de economía, para los que están arriba. Yo la he percibido, discurre por entre los pies pequeños y descalzos, se retuerce en un estómago enfermo y vacío, grita, clama, desespera. Es y será lo que está mal con el sistema. Despierto y creo en un mañana menos severo, más llevadero para los pequeños, esos que desean y no alcanzan, que sobreviven y crecen entre latas y los residuales de nuestra convivencia.