En busca del robot poeta

Mat Guillan
EÑES
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5 min readSep 15, 2017
Robot poeta del artista sci-fi ucraniano Dmytro Bidnyak.

Un robot abre la puerta de su casa. Es de noche y ha trabajado todo el día pero no se queja. Vive solo. Tiene la energía baja pero igual se pone a escribir poesía hasta que le queda un 1 % de batería. Luego se recuesta en el piso, enchufa su transformador y espera el fin de la recarga hasta el día siguiente en que suena su alarma con sonido de pájaros y despierta para cumplir su misión existencial: cargar combustible a la raza humana en una estación de servicio estatal.

La luz solar se perdió en la ventana de cristal es el primer libro de poemas escrito mediante inteligencia artificial. Lanzado al mercado en mayo de este año por la editorial china Cheers Publishing, el libro tiene 139 sonetos elaborados por el software Microsoft Little Ice, que incorporó a su sistema la obra de 519 poetas en los últimos 90 años y escribió 10.000 poemas en 2.760 horas (115 días). Se calcula que un humano habría tardado un siglo en lograr esta producción.

Ser poeta no es una ambición mía. Es mi manera de estar solo —Fernando Pessoa (1888–1935), poeta portugués.

El equipo de publicación del libro asegura que no se ha modificado nada del trabajo del software que «se inspira cada vez que ve una imagen, un proceso básicamente igual al de un poeta de verdad». Además, Li Di, el creador de esta inteligencia artificial, señaló que tiene «voz propia» porque cuenta con un sistema sensorial capaz de reaccionar a imágenes y sonidos.

La luz solar se perdió en la ventana de cristal editado por la editorial china Cheers Publishing

La lluvia sopla a través del mar
Un pájaro en el cielo
Una noche de luz y calma
La luz del sol
Ahora en el cielo
Corazón frío
El salvaje viento del norte
Cuando encontré un nuevo mundo
[…]

Fragmento de un poema del libro que fue difundido en las redes sociales bajo seudónimo.

Al mismo tiempo en que se realizó el lanzamiento de La luz solar se perdió en la ventana de cristal, algunos diarios chinos contrapusieron a poetas de ese país que cuestionaron a la máquina porque carece de todo tipo de «espiritualidad» para la escritura. Sin embargo, el verdadero punto débil del algoritmo poeta es que, a pesar de lograr una gran producción de asociaciones por imágenes y emociones robadas a autores cargados en su sistema, se mueve bajo una estructura específica. No encuentra ese punto ciego fuera de todo tipo de control en el que se funden la espontaneidad, la desorganización y hasta el error. Ese lugar donde habita el misterio de la inspiración y lo que no sabemos nombrar. Así, estos bots podrán producir versos en serie, pero será muy difícil que lleguen a tocar esa fibra interior que activa la empatía. Por eso, es interesante desmenuzar la noticia de julio de este año en que Facebook confirmó que perdió el control de un mecanismo de inteligencia artificial.

El programa creado por el equipo de Mark Zuckerberg contaba con dos agentes virtuales, Bob y Alice, para negociar con humanos mediante conversaciones efectivas y prácticas en inglés. Al poco tiempo, detectaron mensajes incomprensibles y pensaron que se trataba de un error. Pero en realidad el algoritmo había comenzado a desarrollar su propio lenguaje fuera de los límites planteados por sus programadores con el objetivo de mejorar su tarea de negociación.

Si la poesía no nace espontáneamente como la hoja de un árbol es mejor que no nazca de ningún modo. —John Keats (1795–1821), poeta inglés.

El creador de Facebook Mark Zuckerberg y el CEO de Tesla Motors Elon Musk enfrentados por la inteligencia artificial.

Finalmente, Facebook decidió apagar la máquina desobediente, pero este hecho enciende los interrogantes sobre el aprendizaje de un algoritmo, no solo para cumplir un trabajo específico sino para la creación, en este caso de nuevas soluciones, y los errores que esto implica. Este punto en que se evalúan los límites de la inteligencia artificial es tan relevante que Elon Musk, director general de Tesla Motors, empresa a la vanguardia del desarrollo vehículos autónomos mediante IA, lanzó una advertencia: «Tengo acceso a la inteligencia artificial más vanguardista y creo que la gente debería estar realmente preocupada. La IA es un riesgo fundamental para la existencia de la civilización humana». Sin embargo, el creador de Facebook, Mark Zuckerberg, dio otro punto de vista: «La tecnología siempre se puede utilizar para cosas buenas y malas, y hace falta ser cautos con cómo se construye, lo que se construye y cómo se va a usar. Pero la gente que discute a favor de frenar el proceso de desarrollar la IA, es algo que veo muy cuestionable».

Máscaras de Trump, Kim Jong-un y Putin en el Monsterpalooza 2017.

Es notoria la relevancia de la inteligencia artificial en las ciencias exactas. En la bolsa de valores, Goldman Sachs, uno de los grupos de banca de inversión más grandes del mundo, pasó de tener 600 operadores en los años 2000 a contar solo 2 actualmente por haber comenzado a trabajar con algoritmos. También es simple imaginar lo que el hombre sería capaz de hacer proyectando el potencial bélico de la IA, sobre todo en manos de Donald Trump, Vladimir Putin y Kim Jong-un. Sin embargo, aunque pueda parecer banal, es necesario regresar a la poesía. Porque profundizar la búsqueda para que la inteligencia artificial escriba poesía puede ser el primer paso para que se vuelva realmente peligrosa para su creador.

¿Qué sucedería si trasladamos el desliz creativo de los bots de Facebook, Bob y Alice, a este tipo de avances de la inteligencia artificial en las letras? ¿Qué tal si los algoritmos poetas dejaran de escribir solo por asociación de imágenes y emociones ajenas, para crear su lenguaje? ¿Y si con el tiempo ese lenguaje, en principio incomprensible para nosotros, comenzara a comprenderse y tener un propósito? ¿Podrían los robots reconocerse como tales en el universo y desarrollar su voluntad? Lejos de todo tipo de banalidad, y más allá de las ramas ya exploradas por la inteligencia artificial con sus límites, si el objetivo es que escriban poesía, habrá que liberar a los robots de todo control. Y en vez de crear versos acartonados sobre aves y condiciones climáticas, permitirle al robot, que tiene como misión existencial cargar combustible, desatar su furia contra la opresión del hombre o contra la imposibilidad de amar. Porque no hay poesía sin riesgo.

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Mat Guillan
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