En obra (4)
Son 3 libretas, o cuadernos, con propósitos distintos, pero un horizonte: la escritura. Como un obseso, los pensamientos diarios y nocturnos están destinados a pensar en palabras y conceptos. En una, la roja, la línea de arranque describe un mundo nuevo, inalienable, al que acudir cada vez que la opacidad toma las riendas de ese otro mundo frívolo y distante. Otra, la de motivos psicodélicos, es una promesa de mejores momentos, de alegrías y encuentros. Está la de cuero, grande y con peso, habitante de chaquetas y tal vez cenicero ocasional en otras épocas, poblada de listas escritas con marcador, rayas hacia ninguna parte, trazos gruesos y redondos. Tres mundos, un albur marcado por el impulso de la persistencia. Una pasión correspondida cuya trama es elaborada en el silencio interrumpido de trazos nerviosos, ágiles o lentos, sobre cada una de las hojas de papel de estos dispositivos perennes que son las libretas.
Alrededor, los lápices y marcadores. Encima, o debajo, los libros. Pocos. Hay memoria de biblioteca con ficheros. De esplendor financiero con anaqueles poblados de libros. Hay presencia de tiempos difíciles, con libros dispersos en otras bibliotecas particulares. Hay sueños de libros cuando detiene los pasos ante los escaparates rutilantes de las librerías. Hay fotos de celular con títulos de libros, cuyos costos ahora son inaccesibles. Hay anhelos. En la roja hay escritas algunas referencias. En la de cuero, también. Hay reflexiones sobre los títulos. Piensa en títulos como ejercicio para una memoria que, la mayor parte del tiempo, es irredenta y se escabulle en el olvido, al que teme.
Ha dado, de nuevo, otro salto. Comienza a escribir en el formato markdown. Le apasiona la tecnología. A veces, quiere percibirse como un hacker narrativo. Pese a la burla laboral, ha usado apps de escritura en trabajos que necesitan de la escritura para ser contados. Es un app que sustituye a las hojas y reemplaza al peso de las libretas y los cuadernos. Percibe bruma en los recuerdos del siglo. Cuando antes llevaba hojas, ahora un celular de gama media (los dispositivos también están segmentados en clases)ocupa los bolsillos de su chaqueta o su pantalón. En constante huída, el aparato entra en sincronía con los mundos. A solas, registra en la grande lo que escribió sobre el cristal ahumado del artefacto. Es la búsqueda del satori, cuando está en modo poeta, es tomar un café y desconectar del mundo al dispositivo para decir palabras. Es el enésimo archivo perdido. Es la tristeza de no tener cafés. Es vivir en una ciudad uniforme en la que poco tiempo queda para el mundo.
Y acontece.
Así quedan sus recuerdos. Esculca en cajas de cartón, más libretas, otros mundos. Hojas de papel. Ha cifrado su riqueza en letras garabateada y en iconos sincronizados a una nube pública. Son esos mundos los que transmiten una gran imagen compuesta de múltiples rostros. A donde vaya, y cuando concluya, atestiguarán su paso.
Toda escritura ha sido constituida por pérdidas o desapariciones. Muy temprano fue registrada una sobre el acto soberano de caminar:
Descubra ‘En obra’ como una secuencia, tanto en los textos publicados por EÑES como en sus márgenes: