Fantasmas legítimos
La noche es un roedor lento. Tiene la certeza del animal que sabe que no va a ser cazado. Los fantasmas distribuyen las estrellas, organizan las nubes, reordenan los vientos. Los fantasmas de uno y los de otros. Un anciano de vejez joven mezcla un mazo de cartas. Juega una mano de vida sin apuestas concretas. Un familiar lejano acomoda hojas secas en el suelo. Las pone en línea como quien escribe versos de otoño. Una maestra muda dibuja en el pizarrón una puerta y la cierra con llave. Son fantasmas legítimos. Reales fantasmas que de risa se alimentan.