Fecunda

Rosie
EÑES
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1 min readApr 24, 2018

En el espejo negro de ese té caliente mi cara se refleja con sus dramáticas ojeras, los labios rotos y la mirada vacía. «Tómalo entero», dijeron, pero con cada amargo sorbo algo se retorcía dentro de mí; mi herencia católica, una madre ausente, el juicio del pueblo y un amante embriagado.

Siento que me voy y dejo detrás una estela de sangre que de mi entrepierna baja, que por la tierra es absorta y en vergüenzas florece, la gente al pasar recoge sus frutos y los hace suyos, los convierte en propios. Me voy mientras tú, jardinero, sigues plantando tu semilla en otros vientres, creando madres adolescentes. Es el regalo fértil de la diosa la que me hace culpable.

En la plancha de este quirófano amateur me aferro a la vida de la misma forma que aquello se aferraba a mi útero, pero antes muerta que indigna, que insensata, que puta. Hoy el destino nos arranca del mundo a producto y madre; me castiga al no dejarme continuar, me premia al no dejarme sentenciar.

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