Hazme el humor
Quería reír. Quería ir por la vida a carcajada limpia y no preocuparse ni de las facturas, ni de los virus, ni del cambio climático, simplemente quería reírse, y Paco no era la mejor opción para eso. Paco era serio, gris, con traje, con corbata, pelo cortado a navaja, sonrisa con solo dos posiciones: lo he entendido y la de me lo apunto para buscarlo en Google. Básicamente, Paco era la antítesis del humor, de la improvisación, y Laura necesitaba algo más que la seguridad de que la pasta de dientes estuviera bien cerrada y la tapa del water bajada.
Paco no se tomó demasiado bien cuando la puerta cortó la frase de despedida por la última letra y una ese se deslizaba por todo el pasillo, como si fuera el ultrasonido de un murciélago revelando todo el vacío que la marcha de Laura. Pero era un pragmático, siempre había cogido el toro por los cuernos, siempre se había vestido por los pies, se peinaba hacia la derecha y era del Athletic de Bilbao de pura sangre. Se dio a sí mismo cinco días de luto y tres para reordenar el piso, pero una vez acabado el luto se pondría manos a la obra para demostrar a Laura que él si es divertido, él si es un animal en la cama, y él si es capaz de improvisar. Una vez repasó estos puntos en la cabeza, lo anotó en su iPad en la categoría de importante/no urgente.
Lo primero fue apuntarse a un curso de improvisación. Era una compañía de teatro que ofrecía talleres para que la gente se liberara y el quería liberarse. Pidió cita previa, se presento media hora antes y cuando acudió al curso se hacía cruces que no existiera temario, ni curso y que todo fuera tan informal y que tutearan al profesor.
En la primera clase se presentaron todos, básicamente querían sacarse la timidez de encima y cuando le llegó su turno tenía ya apuntado en un papel lo que quería decir y aunque añoraba tener un PowerPoint para sumarizar las ideas principales lo que le sacó de sus casillas es que el profesor le quitara la nota y la tirara al suelo, no a la basura, sino al suelo. Puedes ser descortés porque todos tenemos derecho a un defecto, pero descortés y guarro es superar los límites de lo tolerable. Queda claro que sin las notas, con el enfado y con la confianza que se tenían entre uno y otro, Paco acepto que no podía improvisar, pero si podía planificarlo todo con tal nivel de detalle que ninguna situación le pillaría de sorpresa.
La siguiente materia que aparecía en su lista era la de ser un experto sexual, una máquina del amor. Lo primero que le sorprendió es que en esto del sexo no hay normas ni reglas, sobre todo con las mujeres. Que cada una de es un mundo, que aunque hay zonas fisiológicas que son comunes no todas responden igual, y que toda su teoría de tenerlo todo bien planificado empezaba a flaquear. Pero de todas las enseñanzas que recibió en este curso la que subrayo con marcador fluorescente es que el mayor órgano sexual es el cerebro, que si lo conquistas y lo dominas el resto es más fácil.
Lo tenemos claro, el cerebro, la cabeza, la mente. Saber que piensa, anticiparse a sus deseos, hacerla esperar, anticipación, expectativa, expectación, sorpresa, lo tenia todo bien anotado y con los pasos necesarios. En su trabajo de investigación también había estudiado a fondo dónde estaba el punto G y toda la mitología asociada a esta zona concreta y, ya puestos, se vio todas las series documentales, se leyó el libro de como ser un maestro del sexo oral, escrito y mecanografiado. No había olvidado otras zonas como la espalda, las nalgas, los pechos, había estudiado tanto que podía darte tres nombres distintos para cada parte del cuerpo. Tenía la habitación llena de pósteres con los campos energéticos, las terminaciones nerviosas y post-its pegados con notas aclaratorias.
Por último, la última tarea dejaba el segundo libro de poética de Aristóteles: el humor. El arte más complicado del mundo, tú puedes dedicarte al drama y es lo más sencillo del mundo, pero intenta hacer reír a alguien y puedes toparte con un muro de indiferencia, desprecio y sobre todo de caras que dicen: estás loco. Se pasó horas viendo comediantes, desde los clásicos hasta los más modernos, estudió las técnicas de guión, como cerrar un discurso, como usar la lógica y lo ilógico para hacer reír.
Practicó horas y horas delante del espejo el lenguaje no verbal y el verbal, como gesticular, como reforzar las palabras. Practicó con amigos, vecinos, dependientas e incluso con los porteros automáticos. No dejaba ocasión de mejorar y ser la persona más graciosa, más ocurrente, de sacar una sonrisa de cualquier persona en cualquier contexto.
Ya estaba preparado, ya lo tenía todo estudiado y podría ser lo que cualquier mujer necesitara que fuera y ciertamente, así fue. Era el que conseguía ligarse a cualquiera que se propusiera, era capaz de encontrarle no solo el punto G, el punto de cruz y que los vecinos pusieran una queja por el escándalo que hacían sus gatos. Conseguía que se sintieran cómodas, que se rieran, que se relajaran, que disfrutaran y había perfeccionado la técnica del amante humorista uniendo el orgasmo con la carcajada, con lo que uno ya no sabía que hacer, si gemir o reír creando una convulsión nerviosa que era realmente curiosa de observar.
Pero un día Paco se dio cuenta de una cosa, el podía ser todas estas cosas para otra persona, el podía convertirse en lo que ellas quisieran, pero cuanto más se aprendía a querer, cuanto más se amaba a sí mismo, cuanto más se cuidaba y cuanto más se respetaba más era capaz de hacer feliz a las mujeres que pasaban por su vida, hasta que una empezó a ser recurrente, empezó a ser algo más que un encuentro y se convirtió en su pareja, en su otra naranja porque nadie es la mitad de nada.
Y desde entonces, cada vez que se ven se hacen el humor como si fuera la última vez, dándolo todo y recibiéndolo todo sin preguntas ni dudas.